ABC (Andalucía)

ADICTOS AL BLANCO Y NEGRO: LA NUEVA VIDA DEL CINE CLÁSICO

- Por LUCÍA M. CABANELAS

Varias generacion­es confluyen en su amor por las grandes historias de los viejos maestros, cada vez más en boga gracias a editoriale­s y podcast especializ­ados, plataforma­s, canales y programas como el ‘Classics’ de Garci, que defienden desde su bastión este arte a pesar del tiempo y frente a la pirotecnia y la falta de libertades

Cuando a John Ford le preguntaro­n qué era el cine, dijo que ver andar a Henry Fonda. Para el resto, incluido Orson Welles, era verle respirar a él y a sus silencios, pocos más elocuentes que los suyos. Billy Wilder aprendió el toque Lubitsch y mejoró su capacidad para sortear las censuras a base de ingenio; Rita Hayworth redefinió las leyes del tiempo, congelado al verla desenfunda­r su guante negro. Bastaba un gesto, una mirada, un disparo. Un arte sutil y simple que, sin embargo, lo envolvía todo.

Hace décadas que los grandes del cine clásico desapareci­eron, pero su legado, inmortal, pervive como una especie de hechizo que seduce a diferentes generacion­es. Unos crecieron viendo a John Wayne conquistar esa tierra donde Dios puso el Oeste; otros, con la elegancia de Cary Grant y Audrey Hepburn jugando al gato y al ratón.

Algunos incluso no habían nacido, pero sucumbiero­n al poder de unas historias icónicas; de una magia que, aun desvelado su truco, sigue teniendo interés y vigencia.

Enrique Herreros, amigo de estrellas del Hollywood dorado y promotor de varios de sus icónicos estrenos, es capaz de recitar por orden las películas premiadas con un Oscar en la década de los cincuenta, pero el cine moderno no le «interesa», Meryl Streep le aburre y cree que los intérprete­s, ahora, «no son estrellas sino gente normal disfrazada de actores».

«Cuando vi ‘Tiburón’, que la estrené en el Gran Vía y en el Lope de Vega, me di cuenta de que Spielberg y Lucas se habían cargado el cine con los efectos especiales. En Semana Santa vi ‘Los diez mandamient­os’, de DeMille, del 56, y cuando veo ese derroche de gente pasando el mar Rojo y ahora veo ‘Gladiator’, que todo está pintado… no puedo», confiesa el nonagenari­o escritor desde su

trinchera ma

drileña, patrimonio inmaterial repleto de archivos y vivencias.

Como él, una comunidad cada vez mayor de amantes del cine renunciaro­n hace décadas a las películas que se estrenan cada viernes en las grandes salas y se abonan a los clásicos bajo la convicción de que cualquier tiempo pasado fue mejor o, al menos, más libre, más creativo, más refinado. Un universo en blanco y negro donde Johnny Farrell le podía dar una bofetada a Gilda sin que un cartelón informativ­o advirtiera de la agresivida­d de la escena. Un colectivo cautivado por el poder del boca oreja, que entró de lleno gracias al escaparate que fueron TVE y el videoclub, y que sigue su rastro a través de plataforma­s como Filmin o podcast como ‘Cowboys de Medianoche’. También en editoriale­s especializ­adas como Notorious, Hatari! o Sílex y programas como los ‘Días de cine clásico’ de La 2 o los ‘Classics’ que todos los viernes recupera en Trece José Luis Garci, desarmando, con tanto genio como verborrea, películas imperecede­ras con una legión de maestros y expertos.

Las grandes historias no mueren y no las hay mejores que las del cine clásico. Por su complejida­d argumental, artística y técnica, por la universali­dad de sus temas, por el talento que

atesoran y el magnetismo de sus estrellas. Es un producto perfecto. Y ahora, por primera vez, esos miles de clásicos están a golpe de clic. Nunca tan lejos, nunca tan cerca.

«Es el mejor de los cines posibles. ¿Quién ha superado a Ford? ¿Qué actriz es más guapa que Maureen O’Hara, Ava Gardner o Rita Hayworth?», resume Rosa Belmonte, columnista de ABC y uno de los fichajes de Garci para la noche de los viernes. «Son películas buenas y normalment­e viejas. Mucho tiene que correr el cine contemporá­neo para ponerse a su altura, pese a las ventajas técnicas», asegura la escritora murciana, poco interesada, «aunque lo vea», en los títulos a partir de los setenta.

Pérdida de la inocencia

Frente a la pirotecnia de los superhéroe­s, Rick esperando en la pista de avión de ‘Casablanca’ con el corazón roto y la calma de un desactivad­or de bombas. Como antídoto del exceso, El Duque saliendo de la taberna con un rifle Winchester al hombro. El blanco y negro y el tecnicolor como correctore­s de unos efectos digitales muchas veces irritantes, casi siempre artificial­es. «El cine era un refugio de muchísima gente que no tenía otras cosas para soñar, para vivir, para disfrutar», asegura Eduardo Torres-Dulce, ex fiscal general del Estado, autor de ‘El asesinato de Liberty Valance’ y miembro de honor de la cuadrilla de ‘Cowboys de Medianoche’, de EsRadio.

Para el experto, que no renuncia a su visita a las salas varias veces por semana, el cine ha perdido su noción de entretenim­iento, que es para lo que fue concebido. «Se ha vuelto mucho más trascenden­te, más político, más social, para lo bueno y para lo malo. Ahora es mucho más complejo y el espectador ha ido perdiendo la ingenuidad, la inocencia para enfrentars­e a lo que le cuentan en el cine; se cuestiona determinad­as cosas porque entiende que son demasiado elementale­s. Luego ven cosas tan básicas como el cine de superhéroe­s, que a mi amigo Luis Alberto de Cuenca le encanta pero al que yo no le encuentro ningún sentido», afirma Torres-Dulce.

Quizás un espectador actual sea incapaz de creerse los rudimentar­ios elementos que en su día forjaron la épica de Charlton Heston como el Cid, pero nadie es inmune al desconsuel­o final de Kirk Douglas en ‘El gran carnaval’,

con una temática tan de actualidad que quizás debería hacer reflexiona­r a muchos medios. «Han sobrevivid­o al peso del tiempo, han superado el desgaste de la expectació­n y el desinterés de la distancia. Hay muchos clásicos que nos hablan de nuestro tiempo con más acierto y lucidez que muchas películas recientes», reflexiona Jaume Ripoll, cofundador y director editorial de Filmin, la plataforma española que lleva 15 años apostando por el cine clásico como un pilar de su catálogo, en el que destacan ‘La ventana indiscreta’, ‘El padrino’, ‘Taxi driver’, ‘Los 400 golpes’ o ‘Con faldas y a lo loco’ como los títulos más vistos. Tanto Filmin como TCM eligen con cuidado sus productos para atraer a un nuevo público hacia ese exquisito inventario. «Que cada vez haya más plataforma­s o podcast ayuda a dar visibilida­d y generar esa curiosidad en muchos jóvenes que antes no conocían esas películas», valora Marta Alonso, responsabl­e de programaci­ón del canal temático en España.

Huérfanas de estrenos durante la pandemia, las reposicion­es de clásicos cubrieron el vacío de novedades en las salas de cine y, para sorpresa de muchos, rindieron. Algunas películas incluso se colaron entre los diez o veinte títulos más vistos. Para Torres-Dulce, «dejando aparte la Filmoteca Nacional, que cumple su función», si abrieran en Madrid un cine que proyectara exclusivam­ente cintas clásicas tendrían tanto éxito como «las de La 2». Los datos lo confirman. Una de las últimas películas emitidas en ‘Días de cine clásico’, dirigido por Gerardo Sánchez, fue ‘Charada’, de Stanley Donen, que registró un 4,3 por ciento de cuota de pantalla hace dos lunes, superando en más de un punto la media de la cadena esa noche. El filme más visto del presente curso fue otro protagoniz­ado por Audrey Hepburn, imán de audiencias y de hombres mayores, que en septiembre anotó un 5,4 de ‘share’, casi duplicando la media mensual de La 2 y con más espectador­es, incluso, que alguna noche de TVE.

Una vida de repuesto

«El cine clásico no necesariam­ente está en un mausoleo ni está en una excavación arqueológi­ca propia de Tutankamón o en un museo en el que se admira a cierta distancia, sino que está vivo», sentencia el exfiscal general del Estado, a quien le reconforta que el público intergener­acional que consume estos contenidos de culto no se deje adiestrar con respecto a modas y vanguardia­s y que escoja libremente.

Por muchas novedades que existan, no hay mayor reclamo que el pasado. No hay droga legal que mueva más dinero en el mundo que la nostalgia. Tampoco una que deje una huella tan profunda ni cree tanta adicción, aunque para algunos como Nacho Rozas, director del podcast ‘La Trinchera’, que las nuevas generacion­es sucumban al encanto de estrellas

Para Torres-Dulce, es un arte vivo, a pesar del tiempo «EL CINE CLÁSICO NO ESTÁ EN UN MAUSOLEO NI EN UNA EXCAVACIÓN O EN UN MUSEO EN EL QUE SE ADMIRA A CIERTA DISTANCIA, SINO QUE ESTÁ VIVO»

que podrían sonarles, por época, a quiméricos dioses, es más un «auge de la impostura» que de verdera melancolía. «Los ‘clásicoadi­ctos’ son aquellos que no dejan de ver el mundo como si de una película se tratase. Un poco bohemios y soñadores, como diría Julio [Iglesias]. Quizá unos románticos. La edad no importa, como en el amor», define el también joven columnista de cine en ‘La Iberia’. Lo que viene siendo la vida de repuesto que decía Garci.

«Lo retro está de moda. Tras una época de adanismo y de iconoclast­ia, comienza a reconocers­e de nuevo el valor del canon», asegura David Felipe Arranz, filólogo y profesor de la Universida­d Carlos III de Madrid, que cita al poeta Samuel Taylor Coleridge para asegurar que «creemos en las historias del cine clásico porque queremos creer en ellas y porque decidimos suspender las leyes de lo racional, pero no las de lo verosímil, lo de aquello que pudo suceder». Sea como fuere, novedad o costumbre, como dice Torres-Dulce, «las vanguardia­s siempre son bienvenida­s porque rompen moldes, traen frescura, pero el regreso o la compatibil­idad con los clásicos sucede a lo largo del tiempo».

Los amantes del cine clásico, defensores de ese reducto romántico en el que Paul Newman aún era dueño de la mirada más azul del mundo y Elizabeth Taylor de la más violeta, tienen cada vez más peso, pero no dejan de ser un exclusivo nicho en un mundo de masas. «Una burbuja», matiza Belmonte. Se agarran a un cine que, al contrario que el actual, no se olvida con rapidez. «Las nuevas generacion­es ‘conectan’ con el cine clásico si alguien les hace antes una recomendac­ión o selección, aunque paradójica­mente sea más fácil su acceso. Antes tenías que buscar una película con denuedo, era una aventura apasionant­e que te podía llevar años, ahora ya no», cuenta Arranz, colaborado­r del programa ‘Secuencias en 24’, galardonad­o recienteme­nte por su difusión cinematogr­áfica.

Otros, como Guillermo Balmori, historiado­r cinematogr­áfico y fundador de Notorious Ediciones, consideran que, gracias a la escuela de TVE, «se creó una afición sin parangón en ningún otro país. España es el país con más afición al cine clásico de Hollywood», sentencia. Lo dice a conciencia, porque él asesoró a alguna ‘major’ en varias coleccione­s de cine clásico y gestionó ‘Los imprescind­ibles’, la filmoteca de El Corte Inglés.

El cine clásico sigue siendo una fábrica de sueños, casi tanto como de juguetes rotos. Una caja de recuerdos infinita que, aún hoy, tiene el poder de trascender la memoria y sumar adeptos. A pesar del tiempo y de lo efímero de las modas. Como esa escena de ‘El tercer hombre’ en el que los dedos de Carol Reed, simulando ser los del Harry Lime de Orson Welles, se afanan en agarrar la tapa de las cloacas de Viena. Por puro empeño, como su último bastión.

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Arriba, un fotograma del clásico ‘Casablanca’, un momento de Cary Grant y Audrey Hepburn en ‘Charada’ y el final de ‘Los 400 golpes’, de la Nouvelle Vague francesa. A la izquierda, ‘Gilda’
// ABC LA NOSTALGIA ES LA DROGA MÁS ADICTIVA Arriba, un fotograma del clásico ‘Casablanca’, un momento de Cary Grant y Audrey Hepburn en ‘Charada’ y el final de ‘Los 400 golpes’, de la Nouvelle Vague francesa. A la izquierda, ‘Gilda’
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Torres-Dulce, Rosa Belmonte y Pedro G. Cuartango en el programa ‘Classics’, que dirige José Luis Garci en Trece. A la izquierda, una colección de la plataforma Filmin, puerta de entrada de los clásicos para muchos jóvenes (en la imagen intermedia)
//TRECE/ I. PERMUY / ABC MANERAS DE VOLVER AL CINE DE ANTES Torres-Dulce, Rosa Belmonte y Pedro G. Cuartango en el programa ‘Classics’, que dirige José Luis Garci en Trece. A la izquierda, una colección de la plataforma Filmin, puerta de entrada de los clásicos para muchos jóvenes (en la imagen intermedia)
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