Tres amigos
Biden, López Obrador y Trudeau están de acuerdo en sus desacuerdos
JOSÉ M. DE AREILZA
La cumbre organizada por Joe Biden en Washington para fortalecer la relación con Canadá y México ha puesto de manifiesto un cúmulo de problemas por resolver. El tratado de comercio que ha sustituido al NAFTA fue una victoria política de Donald Trump pero no fortaleció los mecanismos para resolver diferencias. De este modo, los llamados ‘tres amigos’ sobre todo se ha puesto de acuerdo sobre sus desacuerdos. Justin Trudeau ha reclamado que EE.UU. no favorezca su producción doméstica de coches eléctricos y Manuel López Obrador ha hecho caso omiso de la reclamación de Biden para mejorar estándares laborales o desproteger su sector energético.
No hay instituciones comunes con procedimientos bien establecidos que faciliten la negociación, más allá de estos intercambios entre dirigentes. Sus equipos tratan de ir más allá en reuniones interminables, en las que la diplomacia ocupa el sitio de las reglas. Sin un cambio de método, la integración regional norteamericana seguirá siendo raquítica. Además, el principal problema del bloque apenas se ha abordado, la inmigración desde el Sur.
Las encuestas dicen que la mayoría de los ciudadanos estadounidenses (incluidos los votantes republicanos) son favorables a la llegada de más inmigrantes. También ven con buenos ojos la adopción de medidas para proteger a los inmigrantes sin papeles que ya trabajan en el país. Sin ellos, el mercado laboral pierde flexibilidad y suben los salarios, aún más de lo provocado por la pandemia debido a la falta de mecanismos como los ERTE. Pero el Congreso lleva veinte años sin ser capaz de legislar sobre inmigración, por los bloqueos continuos de cualquier iniciativa desde los extremos ideológicos.
La actual mayoría demócrata parece que tampoco lo conseguirá, a pesar de que busca introducir las reformas aprovechando la tramitación del presupuesto. La otra parte del problema es el control de los flujos de inmigración, cada vez mayores. Las detenciones y devoluciones en la frontera aumentan año a año. Pero el Gobierno de Biden no encuentra tiempo para poner en marcha una política exterior coherente hacia América Latina y deja que su patio trasero se vuelva cada vez más complicado.