Sortear el pico
Estamos a un paso de iniciar una caza de brujas contra los que prefieren escaquearse del pico
SE me escapan las razones por las cuales miles de españoles rechazan vacunarse. Supongo que el abanico es amplio y las manías o las creencias de la gente infinitas. Negarse, por otra parte, segrega el perfume dulzón que te mantiene alejado del rebaño, de la manada que obedece, y algunos incluso se sentirán rebeldes sin causa como el insoportable histrión James Dean mientras se mantienen firmes en su renuncia.
Confieso que, al principio, y en parte por aquello de la ceremonia de la confusión en vista de los puntos de vista enfrentados, me mostraba escéptico ante la vacunación. Pero me vacuné y desde luego me encantaría postrar mi brazo, otra vez, mañana mismo, frente a un sanitario para que me inyectase un tercer chute de refuerzo vitaminado, o simplemente por si las moscas, o para acumular superpoderes contra el virus que con tanto ahínco se instaló en nuestras vidas acuchillando nuestra moral. Ahora bien, aunque defiendo las vacunas respeto las decisiones del prójimo y no pienso exigir ni pasaporte ni salvoconducto al que se cruce en mi camino. Ellos sabrán y conviene que miren la lista de los pacientes de la UCI, si se vacunaron o no. No se me ocurre mejor prueba y no voy a discutir. ¿Usted es feliz devorando conspiraciones diversas, seudociencias de saldo? Pues que usted lo disfrute. Me parecería injusto, por otra parte, encalomarles a esos españoles que huyen de la vacuna como uno mismo de la canción del verano, de cualquier verano, el subidón de los contagios. Necesitamos culpables porque eso nos reconforta. Arrojar contra chepa ajena nuestras desdichas tonifica el alma, hidrata el cutis. Los que hemos recibido el elixir protector formamos parte de una mayoría abrumadora, y aún así, la pandemia despierta y avanza cuando irrumpen los primeros fríos. ¿La famosa inmunidad de grupo? Ni idea, pero estamos a un paso de iniciar una caza de brujas contra los que prefieren escaquearse del pico y tampoco es eso. Cuidadín con la querencia acusica y la pasión linchadora de algunos.