El diputado Pedro ‘manostijeras’
Desde el escaño 1805 del Congreso, el voto de Sánchez, que esta semana se ha vuelto a autoerigir en adalid de la protección social, fue fundamental para el mayor hachazo al Estado de bienestar de toda la democracia
Con su voto, el tajo alcanzó a pensionistas, enfermos, dependientes y bebés
El diputado sentado en el escaño 1805, allá arriba en el gallinero, llegó temprano al Pleno del Congreso. Ese día no se podía faltar pues la votación se preveía muy ajustada para los intereses del Gobierno. Hay que tener en cuenta que hacer bulto en la votaciones era uno de los escasos cometidos que tenía asignados el diputado del escaño 1805 pues formaba parte del grupo de señorías cuyo protagonismo se ciñe a apretar un botón cuando el presidente de la Cámara dice aquello de «comienza la votación» y el jefe del grupo levanta la mano indicando lo que hay que votar. Eran las nueve y veinte de la mañana cuando lo que se decidía en el viejo caserón de las leyes de la Carrera de San Jerónimo era esto, expuesto cinco días antes por el entonces presidente del Gobierno:
«Señorías, por todo ello, el Gobierno ha decidido: reducir las retribuciones del personal del sector público en un 5 por ciento de media (...). Suspender la revalorización de las pensiones, excluyendo las no contributivas y las pensiones mínimas. Eliminar el régimen transitorio para la jubilación parcial. Eliminar la prestación por nacimiento de 2.500 euros. Reducir los gastos en farmacia mediante una revisión del precio de los medicamentos excluidos del sistema de precios de referencia. Suprimir la retroactividad del pago de prestaciones por dependencia. Se dispone una reducción de 600 millones en la ayuda al desarrollo. Se prevé una reducción de 6.045 millones en la inversión pública y un ahorro adicional de 1.200 millones de comunidades autónomas y entidades locales. El Consejo de Ministros aprobará un decreto-ley recogiendo estas medidas para su entrada en vigor de inmediato».
Puesto en orden, y hablando en plata, se proponía un hachazo inmisericorde al sueldo de los funcionarios, congelar la paga a los pensionistas (lo que con una inflación de 1,8 y del 3,2 para el año entrante significaba una bajada efectiva de la misma), meter la mano en el bolsillo a los enfermos que precisan medicación, restringir las ayudas a los dependientes, ahí se pudran, y terminar con las ayudas a la natalidad. Es decir, los recortes alcanzaban de lleno a personas mayores, dependientes, enfermos y bebés, sin duda los más vulnerables del cuerpo social.
Terminado el debate, el diputado que se sentaba en el escaño 1805 tenía tres posibilidades, cada una marcada por el botón a apretar. O decir ‘sí’, o de decir ‘no’ o pulsar ‘abstención’ al mayor recorte ejecutado por un gobernante ocurrido en la historia de España en tiempos de paz. Y no lo dudó, hombre de fuertes convicciones, el diputado del escaño 1805 mostró unos reflejos formidables y en décimas de segundo reaccionaba a ese «comienza la votación» y daba al botón del ‘sí’, sin dudarlo. Se trataba de un voto fundamental pues el Congreso convalidó el descomunal tajo por un solo voto. Si él hubiera querido habría habido 169 votos en contra y 168 a favor, lo contrario que ocurrió el día en que el se asestaba el mayor golpe conocido al sistema de protección social.
Viene al caso la historia porque una vez más aquel diputado del escaño 1805, ese entusiasta Pedro ‘manostijeras’ de 2010, se ha presentado esta semana como el mesías de los desfavorecidos y adalid del Estado de bienestar desde su nuevo escaño, el 1101, el que ahora ocupa como presidente del Gobierno.