Matrícula de honor para Alexander Zverev, maestro sin discusión
► El alemán castiga a Medvedev, suma su segunda maestría y su sexto título en 2021 ALEXANDER ZVEREV 6 6 DANIIL MEDVEDEV 4 4
Este Alexander Zverev que se coronó ayer en Turín como maestro de maestros es mucho más que el tenista con talento al que se le presagiaban títulos y un número 1 en el futuro. Este Alexander Zverev ha tensado todos los mimbres para serlo ya, pues completa en la final una semana excepcional en la que ha mostrado tenis, contundencia, madurez y contención para que ese futuro sea presente. Deslumbraba en sus inicios, campeón del Masters 1.000 de Roma y de Canadá con 20 años, maestro en 2018 con 21, pero ya no es aquel a quien las desconexiones empequeñecían en los grandes escenarios; es el que parece listo para las grandes empresas, ese título de Grand Slam que todavía se le resiste. Sirva este 2021 como ejemplo: más victorias que nadie, 59 (por 15 derrotas), más títulos que nadie, seis de seis finales: Acapulco y Viena, Masters 1.000 de Madrid y Cincinnati, y oro olímpico en Tokio 2020 antes de arrebatarle la corona de maestro a Daniil Medvedev.
Empresa nada fácil porque el ruso ya se mueve desde hace tiempo con soltura en las grandes finales, campeón de las ATP Finals en 2020 y del US Open 2021, y solo con Djokovic por encima en la clasificación ATP. De ahí que la final de ayer se esperara disputada y competida entre los dos tenistas con mejor puesta a punto física del torneo. El ruso llegaba pletórico de triunfos, nueve consecutivos en esta competición, y sin casi desgaste en las semifinales ante Casper Ruud; el alemán se había dado una paliza física y mental contra Djokovic y, además, Medvedev le había ganado los últimos cinco encuentros, incluido el de esta misma semana en la fase de grupos.
Pero este Zverev comenzó el partido como si no hubiera acabado la semifinal: con el pulso bajo y la intensidad por las nubes. Zarpazo va, zarpazo viene con su derecha y su saque –no afrontó ninguna bola de break– y contenido en los momentos de tensión. Donde antes temblaba, ahora hace temblar a los rivales, anuladas las desconexiones que sufría antes y que le impedían la regularidad y la permanencia en las rondas en las que se juegan los títulos.
A pesar del marcador, la final, despachada en apenas 75 minutos, nunca estuvo comprometida para las ambiciones del alemán, mucho más templado, seguro y afinado en todas las variantes del juego. Autoritario con su saque y capaz de desestabilizar al ruso, que palideció desde el inicio y nunca encontró el rumbo, errático hasta con su servicio, que perdió en su segundo turno de ambos sets, y que le fue imposible recuperar. «Después de cinco derrotas consecutivas tenía que hacer el partido perfecto. No hay mejor forma de terminar la temporada que ganar aquí. Estoy muy feliz, pero también tengo muchas ganas de que llegue el año que viene», sonrió Zverev, maestro de nuevo, esta vez con 24 años, madurez y templanza; hechuras de campeón ya por fin a medida de las expectativas creadas.