La huelga ‘paralela’ del Metal en Cádiz
Al margen de las reivindicaciones laborales de los trabajadores la ultraizquierda ha visto una oportunidad única de tener su protagonismo también en el conflicto
La consejera de Empleo pidió ayer a la ministra Maroto «humildad», porque las partes que han firmado son los protagonistas
El alcalde de Cádiz, José María González, alias ‘Kichi’, lo vio claro desde el primer día la repercusión que la huelga del Metal podía generar: «Hemos tenido que meterle fuego para que en Madrid se fijen en nosotros». A partir de ahí el tarro de las ‘esencias revolucionarias’ de los ‘trabajadores y trabajadoras [el papel de estas últimas es poco menos que simbólico] en lucha’ por un convenio provincial traspasaron fronteras. No solamente nacionales sino también la de otros países. Nueve días de huelga donde más de uno rememoraba el Cádiz de los años 80 de la desindustrialización de la Bahía en la que a los antidisturbios de la Policía se les arrojaba lavadoras y frigoríficos viejos por las ventanas como ‘bienvenida’.
Por el kilómetro cero de la ciudad donde la facción del movimiento 15-M, «anticapitalistas», nace y muere después de desligarse de Podemos, pasaba una pieza de caza mayor tan fácil de abatir que era cuestión de apuntar, disparar y cobrársela. Era una oportunidad única para buscar, más allá de las lógicas reivindicaciones laborales de los trabajadores, un aglutinante que justificara que el universo comunista minoritario y atomizado se unificara detrás de ellos. Adelante Andalucía, la nueva marca con la que Teresa Rodríguez quiere agrupar todas las corrientes ‘soberanistas’ de la izquierda a la izquierda de Podemos e IU, montó como una especie de huelga ‘paralela’ más allá de la de los dos únicos sindicatos con representación en el Metal de Cádiz, CC.OO. y UGT. Para ello se valío de la plataforma Confluencia Sindical, muy próximo a ellos, donde cabe toda la ultraizquierda sin distinción de credos, grupos, bandos, clan o camarilla. El abanico de siglas que se manifestó este pasado lunes, no delante de la delegación del Gobierno de Pedro Sánchez, que es el que mandaba la Policía a Cádiz, sino de la sede del Ejecutivo de la Junta, sobrepasaba las 20 organizaciones distintas. Y todas venían a decir lo mismo, la huelga en Cádiz de reivindicación y quema de contenedores, de capucha y piedras, era un ejemplo a seguir y a exportar al resto de Andalucía. Allí, además, se hizo un juicio público contra los que quieren estar en misa y repicando, en el Gobierno y en la oposición a la vez. Los insultos de ‘vendeobreros’ a los portavoces de Podemos e IU tronaron con igual fuerza que el apoyo a los trabajadores del metal. ¿Y que dijeron los representantes sindicales que estaban negociando en la mesa mediadora que Empleo promovió en Sevilla para alejarla del ‘ruido’ de Cádiz de esta utilización política? Que «todo suma», palabras textuales.
Para más inri, la tanqueta anti bloqueos que Interior mandó a Cádiz pero no a los disturbios independentistas de Barcelona, fue la guinda que coronó el pastel del regalo propagandístico para la ultraizquierda extraparlamentaria. La que sí ocupa escaño en el Congreso y sillón en Moncloa tuvo que salir al paso, vía vicepresidenta Yolanda Díaz, para lavar la conciencia de clase y protestar.
Después de nueve días de primeras planas y espacios en la tele, por fin se llegó a un acuerdo, de la subida de 1,5% al 2%. Lo primero que vino a decir el presidente de la patronal, Diego Chaves, es que para ese viaje no se necesitaba tantas alforjas: «A este acuerdo se podía haber llegado desde el primer momento». Ayer, el sindicato CGT consideró incluso un «retroceso» el convenio firmado e instaba a no desconvocar la huelga indefinida. El daño no contable de imagen realizado para futuras inversiones extranjeras es mayúsculo. Capítulo aparte merece el uso de Industria del conflicto. Cuando pintaban bastos, su ministra Reyes Maroto, decía que Madrid tenía poco margen de maniobra, que en todo caso acudieran a Bruselas. Con los oros salieron corriendo a colgarse la medallla de su papel «silencioso». Esto ha irritado considerablemente a la consejera de Empleo de la Junta, Rocío Blanco, verdadera impulsora, sin tomar partido, de la mediación. «Hay que ser más humilde y no atribuirse méritos ajenos», le espetó ayer a Maroto, «porque los únicos protagonistas son las partes que han llegado a un acuerdo».