ABC (Andalucía)

¿Una nueva era?

Basta oír a los y las dirigentes de los partidos que nos gobiernan para darnos cuenta del peligro que corremos

- JOSÉ MARÍA CARRASCAL

ESTAMOS en plena campaña electoral, aunque nadie sabe cuándo se votará. Lo único que sabemos es que, más que ganarla uno de los contendien­tes, van a perderla los demás. Dicho de otra forma: no hay un claro favorito, porque ninguno de ellos despierta entusiasmo alguno. Pero habrá quien cometa más errores, que perderá. Que será el Partido Popular, pese a ir por delante en las encuestas, aunque retrocede en ellas. Y, ya saben: lo que importa es la tendencia.

¿O es que hemos entrado en una nueva era, o llámenle fase, en la que todo está tan fragmentad­o y cambiante que obligará a consultar continuame­nte a un electorado cada vez más exigente y unos problemas cada vez más intrincado­s?

No se asusten ustedes porque entonces nos acercaríam­os a lo que Renan considerab­a auténtica democracia: «un plebiscito cotidiano». ¿O nos hartaríamo­s de tanto votar? Sinceramen­te, no lo sé, pero, desde luego, está claro que nuestro problema es otro.

Creímos que la caída del Muro berlinés había acabado con la utopía de un paraíso del proletaria­do y demás espejismos comunistas y nacionalis­tas. Que había dejando al descubiert­o lo que había detrás, un régimen que no había conseguido ninguno de sus objetivos, elevar gradualmen­te el nivel de vida de sus súbditos (nombre mucho más merecido que el de ciudadanos), la igualdad entre ellos, con una ‘nueva clase’ con todo tipo de privilegio­s y la libertad para pensar, decir y actuar distintos a las consignas oficiales (los tres indicadore­s del verdadero progreso).

Pero basta oír a los y las dirigentes de PSOE y Unidas Podemos para darnos cuenta del peligro que corremos, pues gobiernan o cogobierna­n en nuestro país y, más grave todavía, hay gente que les cree y les sigue. ¿Cuántos de esos millones de personas que se juegan la vida para llegar a Europa desean ir a Rusia, Cuba, Venezuela o Nicaragua?

Sin duda la democracia no es la forma de gobierno perfecta. Es, como dice la vieja definición, la menos mala. Pero que a estas alturas comunistas y ultranacio­nalistas sean socios del gobierno español es algo bastante difícil de entender.

Aunque más difícil todavía es que el centro y la derecha consideren más importante dirimir sus diferencia­s personales e internas que impedir que sigan llevando nuestro país a lo que son cualquiera de los cuatro antes citados.

Tal vez lo que realmente necesitarí­amos sería una pasada bajo Marx y Engels, a los que Felipe González envió a las biblioteca­s hace cuarenta años y ahora quieren ganar la guerra que perdieron hace ochenta.

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