Halagos que matan
Llegar a creerse la mamá de Tarzán y pegarse una leche desde lo alto de la liana suelen ser hitos consecutivos
JOSÉ María García suele protegerse del incienso del botafumeiro recordándose a sí mismo que el halago debilita. No puedo estar más de acuerdo. En el contexto de esa frase, el verbo debilitar tiene dos sinónimos que sirven para ilustrar la dualidad de su significado: entontecer y exponer. A lo largo de mi vida he visto a muchas personas prometedoras volverse profundamente gilipollas por digerir mal las lisonjas de sus aduladores. Llegar a creerse la mamá de Tarzán y pegarse una leche desde lo alto de la liana suelen ser hitos consecutivos. Por eso los generales que entraban victoriosos en el foro romano llevaban detrás a un siervo que les susurraba al oído: «Recuerda que eres mortal». Habitualmente servía para poco. También he visto carreras brillantes truncadas de golpe por haber concitado loas generalizadas. Siempre hay alguien dispuesto a talar el árbol que despunta. El sabio Pío Cabanillas solía decir que, en política, si a una pieza de caza mayor se le ocurría asomar la cabeza a destiempo, se la volaban. Por eso él siempre estaba cuerpo a tierra.
Hay una relación directamente proporcional entre el halago y el riesgo. De ahí que Isabel Díaz Ayuso esté caminando, aunque ella no lo sepa, por la cuerda floja. No hay duda de que es la figura política más vitoreada de las últimas décadas. Que quiera interiorizar el ‘memento mori’ para que el pavo no se le suba a la cabeza es asunto suyo. Que pueda esquivar todos los balazos que pretenden acabar con su carrera, no tanto. El último, en forma de ditirambo, ha salido de la escopeta de Iván Redondo. El gurú que escudriñaba los hígados de las ocas en la rebotica de La Moncloa hasta hace pocos meses ha escrito un artículo en el que avisa a Sánchez y a Casado, a los dos, de que una eventual candidatura del PP encabezada por la presidenta madrileña colocaría al bloque de centro derecha por encima de los 200 escaños. Su tirón electoral supera en cinco puntos al del líder del partido. El mensaje es nítido. Si Sánchez quiere el poder y Casado aspira a arrebatárselo no tienen más remedio que unir fuerzas para cobrarse la pieza que amenaza sus sueños.
¿Puede ser que tal cosa esté sucediendo? El otro día me contaron mis espías paraguayos que la insinuación del PSOE de que el hermano de Ayuso había manipulado en beneficio propio la contratación de determinados servicios en los hospitales de Madrid estaba inspirada en rumores propalados desde la bancada del PP. No quiero creerlo. Lo único que conseguiría Génova con esa turbia jugarreta sería cercenar un posible liderazgo alternativo en el caso de que Pablo Casado se estrellara en las urnas. Y si es eso lo que pretende, garantizarse una oportunidad más para llegar a Moncloa en 2027, es que delira. Pincho de tortilla y caña a que las generales son antes –o a la vez– que las autonómicas. Si Casado pierde, fin del combate. Él verá si quiere dispararse en los huevos.