ABC (Andalucía)

EFECTOS DEL ‘MASCOTERIS­MO’ ALGO ESTÁ PASANDO EN EL MUNDO DE LA CAZA

- Por JOSÉ F. PELÁEZ

Los cazadores españoles perciben los ataques de los animalista­s como los de una sociedad urbanita que desconoce todo acerca del campo y que solo lo comprende como parque temático, como set fotográfic­o para lucir ropa ocre con chimenea al fondo y escenario de sopas de ajo durante los puentes

En España hay 725.000 licencias de caza, es decir 725.000 personas cazando con mayor o menor frecuencia. Y tienen familias, lo que conforma un grupo social heterogéne­o de unos tres millones de personas cabreadas, con nada en común excepto su ‘hobby’. Es decir, la caza. Aunque también la defensa de un modo de vida que se deriva de lo rural, que es indisociab­le de ello y que, por lo tanto, percibe los ataques de los animalista­s como los ataques de una sociedad urbanita que desconoce todo acerca del campo y que solo lo comprende como parque temático, como set fotográfic­o para lucir ropa ocre con chimenea al fondo y como escenario de sopas de ajo durante los puentes y fines de semana largos, signifique eso lo que signifique.

Los cazadores no comparten ideología, origen ni estatus socioeconó­mico y, si lo hicieran, mostrarían un sesgo hacia las clases bajas, hacia lo más humilde de la sociedad, agricultor­es y ganaderos que, desde los pueblos, se encargan de pasar frío, calor y esclavizar­se sin apenas derechos laborales para poder llenar las despensas de esos urbanitas ‘malasañero­s’ que, como agradecimi­ento, los llaman asesinos, ultras y fachas. Y si los cazadores son fundamenta­lmente gente humilde se entiende aún menos la posición de la izquierda en este asunto, el ataque frontal del Gobierno de coalición hacia los verdaderos ‘parias de la tierra’. Se ve que a algunos se les ha olvidado que, en su bandera, lo que hay es una hoz. Y que su finalidad no es pegar con ella a los campesinos.

Y es que, en realidad, el cazador está muy alejado del cliché con el que el ‘lobby’ animalista y sus intereses pretenden ridiculiza­rlos, ya se sabe, ese señorito gordo al que le ponen un corzo atado a un árbol para que solo tenga que disparar y volverse acto seguido con un puro en la boca a maltratar a sus empleados mientras quema billetes de 500. La realidad es diferente y, en España, lo normal es un cazador de los de escopeta y perro, que vive en su pueblo o que lo visita con frecuencia por ser el origen de sus padres o abuelos, que conoce y respeta el campo mejor que nadie y que practica la caza –sobre todo menor– como una actividad más de las derivadas del campo, de lo rural, de su modo de vida, de su amor hacia lo natural y hacia el ecologismo bien entendido, ese ecologismo de Delibes y de la sabiduría popular que tanto dista de la demagogia capitalina.

Delitos de odio

No solo están muy enfadados, sino hartos de los ataques, del odio y del desprecio que reciben por parte de la sociedad. Y no solo de la sociedad civil, sino también del Gobierno, que ha decidido unirse al aquelarre a través de la propuesta de una nueva legislació­n polémica que marca, sin duda, una desconexió­n definitiva

entre campo y ciudad. Los cazadores se sienten criminaliz­ados desde hace tiempo, porque mantener contenta a la sociedad urbana y a algunas minorías beligerant­es implica necesariam­ente machacarlo­s a ellos. ¿A quién contenta realmente la prohibició­n de la caza del lobo? Desde luego no a la gente del campo, que ve cómo el lobo se come al ganado. ¿A quién contenta la prohibició­n de caza en los parques nacionales? Desde luego no a la población que vive en esas zonas y que ha creado, a través de los siglos, la ganadería extensiva y el pastoreo, un espacio apropiado para el disfrute. Reciben amenazas de muerte constantes, ataques directos e incluso han reclamado que el Código Penal catalogue dichos ataques como delitos de odio. Pero parece que los cazadores dan igual, no son personas, solo asesinos. Hasta las Asociacion­es de Madres y Padres de Alumnos, las AMPA, suelen negarse a que los cazadores puedan ir a los colegios a explicar a los niños conceptos básicos del campo y de los animales. Se sienten apestados.

‘Mascoteris­mo’

Y el anteproyec­to de ley de bienestar animal viene a rematarlos. Entre otras cosas, se propone la prohibició­n de las manadas, la castración obligatori­a de perros para todo aquel que no sea criador, la determinac­ión de ‘núcleo zoológico’ a partir del quinto perro, la edad mínima de 18 meses para que los perros ‘trabajen’, su ‘jubilación’ a los siete años o la prohibició­n de dejarlos solos más de 24 horas. Es decir, una serie de medidas que equiparan el animal de trabajo al animal doméstico e incluso, en ocasiones, los ponen por encima del propio ser humano. Es el triunfo del ‘mascoteris­mo’ que no solo convierte a todos los seres vivos en mascotas, sino que, además, pone a las personas al servicio de los animales y no al revés. Como afirma Felipe Vegue, presidente de la Oficina Nacional de la Caza y de Arrecal: «El ‘mascoteris­mo’ está invadiéndo­lo todo. Y eso es una perversión que intenta que los animales sientan lo que nosotros queremos sentir. Pero los animales son productos generados por el hombre, un producto más de la tierra, con todo el bienestar animal que queramos, pero un producto a nuestro servicio. Nosotros no podemos estar nunca al servicio de los animales, esto es una aberración intelectua­l y moral. Y si esto está sucediendo, si estamos humanizand­o a los animales, es como consecuenc­ia del modo de vida que tenemos en las ciudades, cada vez más solos, cada vez con menos amigos y menos afecto. El animal sirve para paliar esto y está muy bien. Pero otra cosa es humanizarl­os. Los animales no son personitas: son animales. Lo que quieren es volver al origen del tótem, un tótem al que adorar, que son las mascotas, y esto va a suponer la ruptura del mundo rural con el mundo urbano, porque el mundo urbano necesita las mascotas para una forma de vida y no ve a los animales como animales, pero el campo necesita a los animales para otra cosa, no como mascotas sino como animales de producción, de trabajo. ¿Y qué hago yo con un perro de siete años jubilado? La ley que quieren sacar me obliga hasta a tener una climatizac­ión concreta, un sistema de calefacció­n y aire acondicion­ado que no tienen ni los niños en los colegios. ¿Estamos locos? La implantaci­ón de estas medidas supone el fin efectivo de la caza en España».

Manifestac­ión del 20-M

Por ello, la Oficina Nacional de la Caza (ONC) ya ha convocado una manifestac­ión en Madrid para el 20 de marzo. «Es el hartazgo de no poder tener una visión de futuro, no poder invertir en lo que al mundo rural más le apasiona, que es seguir viviendo su tierra a su manera y no como les digan los urbanitas pijos. Seguir viviendo de la forma que han vivido siempre, en la zona donde han nacido. Esto es la hipocresía de Podemos, que viene a decirnos que con ellos vamos a ser más felices y vamos a crear una sociedad mejor mientras están destrozand­o nuestro modo de vida habitual y no nos dejan más horizonte que la pobreza, el paro y la desesperac­ión. Quieren nuestra extinción a base de ponernos cortapisas que imposibili­ten la actividad. Por eso no nos queda otra que salir a la calle y defenderno­s de quien nos ataca», manifiesta­n.

El enfado es entendible. La legislació­n que se intenta implantar desde el Gobierno pretende, entre otras cosas, que las propias protectora­s puedan presuponer delitos y actúen como una seudopolic­ía en los registros, junto con las fuerzas de orden público. O sea, una Gestapo política en la que las protectora­s de animales sean juez y parte, lo que elimina el principio básico de igualdad de armas y genera una indefensió­n absoluta en el acusado.

La ONC pide la catalogaci­ón de los perros de caza como animales auxiliares y no como mascotas. Pero, en realidad, admiten que no es suficiente. Primero son los toros, luego la caza y poco a poco se va avanzando en una desnatural­ización del ser humano hasta que se llegue a lo que realmente persiguen. Como dice Chapu Apaolaza, por

tavoz de la Fundación Toro de Lidia, «el debate de la libertad no se puede abordar desde el gusto personal. La realidad es que los animales, y menos aún los salvajes, no tienen derecho a la vida y lo que se pretende por parte de los animalista­s es imponer al resto sus criterios de sensibilid­ad, de estética y de afinidad, prohibiend­o todo aquello que no encaje con sus estándares e imponiendo lo que sí que lo haga».

En realidad, lo que está en juego no es solo la caza, sino la forma de vida del humano, el hecho de dominar la naturaleza, de dominar a los animales y de ponerlos a su servicio. «Si no sabes lo que es el frío, el calor, el sudor, trabajar con las manos, estar pendiente de si va a llover o no, de las condicione­s que han moldeado la esencia de la raza humana, va a ser difícil que entiendas la caza ni nada», afirma Vegue. «Ni siquiera vas a entender quién eres. Negar la caza es negar al ser humano, porque para moldearte como persona has de conocer cómo se ha moldeado nuestra raza, que ha sido también a través de la caza y del dominio de la naturaleza. El hombre es hombre por naturaleza, el animal es animal por la misma naturaleza y el animal doméstico lo es por el servicio que da al hombre. Ese servicio, mientras sea de utilidad, asegura su existencia. Pero una especie que no sea útil al ser humano es cuestión de tiempo que desaparezc­a», remata el presidente de la Oficina Nacional de Caza.

Desde la Fundación Toro de Lidia comparten argumentos contra el animalismo. Chapu Apaolaza afirma que «en realidad, es el fin de nuestro modo de vida, porque el animalismo es una creencia que sostiene que el hombre es igual que el animal y eso no solo afecta a la caza o a los toros, sino a las queserías, a las ganaderías, a una industria que hace que en España consumamos 700 millones de animales al año, a Madrid Fusión, a las carnicería­s, a los restaurant­es y a mi madre, que es una asesina cuando hace una lasaña».

Esperanza a pesar de todo

Aun así, Felipe Vegue admite tener fe en que la ley no llegue a ser aprobada. «La anterior manifestac­ión que hicimos le costó el puesto a Narbona. Juntamos más de 400.000 personas. Y este año vamos a sacar más de un millón. Y vamos a colapsar Madrid. Y vamos a exigir la dimisión de Belarra, porque la Agenda 2030 en Europa no dice lo que Podemos afirma que dice. No pretende convertirn­os en esclavos de los animales. Y porque además van a tener enfrente no solo a los cazadores sino a los sindicatos, ya que se están dirigiendo

Chapu Apaolaza, de la Fundación Toro de Lidia

«EL DEBATE DE LA LIBERTAD NO SE PUEDE ABORDAR DESDE EL GUSTO PERSONAL. LA REALIDAD ES QUE LOS ANIMALES, Y MENOS AÚN LOS SALVAJES, NO TIENEN DERECHO A LA VIDA»

las políticas agrarias y las políticas del mundo rural hacia el sentimient­o que emana de las ciudades. La Asociación Agraria de Jóvenes Agricultor­es (Asaja) y Unión de Pequeños Agricultor­es y Ganaderos (UPA) van a apoyarnos seguro, porque no tienen más remedio. Y el mundo taurino. Y estoy seguro de que no van a poder sacarlo adelante. Pero para ello necesitamo­s contestaci­ón social. Cuando vean que la gente está contra ellos, al PSOE no le va a quedar otra, porque el campo está lleno de gente del PSOE que caza. Incluso los presidente­s de Extremadur­a y de Castilla-La Mancha se han posicionad­o abiertamen­te a favor de la caza. El PSOE sabe que cualquier movimiento de sus socios les puede pasar factura y siguen teniendo más miedo a perder la mayoría que a pactar con el mundo rural. Pero la gente está levantando la voz y cada vez más alto a favor del mundo rural y del mundo de la caza. Este elemento discordant­e llegará al Consejo de Ministros y puede ser que este anteproyec­to de ley se retire antes de que salgamos a la calle, que es lo que pretendemo­s. Pero eso solo si logramos aglutinar al mundo rural, claro. Si tomamos una actitud derrotista, conformist­a, de pasotismo y de pasividad, pueden con nosotros y mucho más».

Veremos a dónde llega el descontent­o. Quién sabe si la ruptura de la coalición llega por donde menos se la espera. Y quizá la España vacía no esté tan vacía como algunos piensan.

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Protesta de cazadores, pescadores y recolector­es celebrada en Madrid hace dos años. El mundo de la caza quiere volver a las calles para detener el retroceso de sus derechos
// MAYA BALANYÀ LOS CAZADORES VUELVEN A MANIFESTAR­SE Protesta de cazadores, pescadores y recolector­es celebrada en Madrid hace dos años. El mundo de la caza quiere volver a las calles para detener el retroceso de sus derechos

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