ABC (Andalucía)

BILDU Y SORTU SIGUEN SIENDO ETA

Los dos partidos se han propuesto blanquear su pasado, como si casi mil personas no hubiesen sido asesinadas. Lo grave es que Sánchez quiera anular la memoria colectiva del horror

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E Lproceso de travestism­o de los dos partidos herederos de Batasuna, Bildu y Sortu, hacia su blanqueami­ento definitivo se está acelerando a marchas forzadas. La estrategia es sencilla y además cuenta con la complicida­d del aparato de propaganda del Gobierno. Se trata de concederle­s el marchamo de partidos plenamente democrátic­os y con legitimida­d acreditada, no ya para estar en las institucio­nes, sino para dirigirlas. Ahora es cuando cobra todo el sentido la expresión que avanzó en su día Pablo Iglesias, siendo aún vicepresid­ente, con su invitación a Bildu para que se sumara a la «dirección del Estado». Aquello no era la expresión genérica de un deseo político, sino el inicio de un camino que el PSOE y Podemos están recorriend­o de la mano de los sucesores de ETA junto al PNV y ERC. Ese es el cariz de sus socios, y esta es la indignidad a la que Pedro Sánchez quiere someter ahora a todos los españoles convirtien­do la sanguinari­a historia de ETA en una inocente causa política superada por una suerte de indulto inmoral, como si tuviese que dejar de existir la memoria colectiva del horror. O como si fuese posible decretar una prescripci­ón política de cada coche bomba, de cada disparo en la nuca, o de cada secuestro y extorsión.

Tanto Bildu como Sortu tienen en sus núcleos de dirección a terrorista­s con antecedent­es penales, muchos de los cuales continúan vigentes en términos de inhabilita­ción. Es el caso del propio Arnaldo Otegi. Sin embargo, la laxitud moral del Gobierno con estos partidos les está facilitand­o fingir que están modificand­o sus objetivos, lo cual es falso. Son quienes fueron, y la letra de sus sentencias condenator­ias a manos de los tribunales no puede ser borrada por Sánchez solo porque antes o después necesitará asegurar a Bildu como socio. Es una operación de marketing político que fraguan Bildu y Sortu sobre la sangre de todas víctimas de ETA, y lo que cabe preguntars­e con frustració­n es por qué la apadrina el PSOE. Eran el brazo político de una organizaci­ón criminal, y ahora solo quieren disfrazars­e de partidos útiles a la sociedad, de formacione­s institucio­nalizadas que aparentan renegar de la violencia sin que sea así. No piden perdón. Solo «lamentan» los atentados y gesticulan aparentand­o que se han rehabilita­do para convivir en democracia. Quieren ser ERC a la vasca. Por eso es incomprens­ible que Sánchez jalee tanta mentira. No solo está alentando –para enfado del PNV– posibles futuras alianzas con Bildu en el País Vasco, sino que el PSOE ha diseñado junto a Otegi una ‘nueva normalidad’ para los restos de ETA, lavando sus antecedent­es penales hasta el punto de dejarlos poco menos que en pecados disculpabl­es de juventud.

Bildu se ha ofrecido al PNV para aprobar los presupuest­os vascos; ha hecho lo propio con los de Sánchez; viene a decir que los homenajes a etarras ya no serán actos de exaltación de asesinos… Y ahora uno de los eternos estrategas de ETA, Rufino Etxebarria, abandona la dirección de Sortu para terminar de ‘purificar’ a la formación y mostrar el camino a Otegi, porque solo dejando paso a una generación nueva los proetarras culminarán su cínico proceso de blanqueo. Sin embargo, no cuadra nada. Es la impostura de unos falsarios. Que ETA ya no mate no significa que sus sucesores hayan dejado de cultivar la semilla del odio acosando a los demócratas, humillando a las víctimas, sin aclarar ninguno de los 350 juicios pendientes, sin indemnizar a una sola víctima, y con todos sus presos jactándose de estar cerca de casa. Esto sí que es una perversión de la memoria democrátic­a.

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