ABC (Andalucía)

MUJERES JÓVENES, UNA EXCEPCIÓN AL VOLANTE

- Por HELENA CORTÉS

En España hay más de 160.000 conductore­s de tráiler, pero apenas 7.500 son mujeres. Pese a la falta de transporti­stas, el oficio está «fuera del radar» de las adolescent­es, que suelen ir a la autoescuel­a por continuar el negocio familiar o para opositar. En el sector hay poca tradición pero mucho futuro

Sonia Tuñón se sube a la cabina con ganas y decisión, aunque el tráiler que va a probar es mucho más grande que el vehículo que usa habitualme­nte para repartir agua, refrescos y licores. «Para mí no es algo raro estar entre camiones, trabajo en la empresa familiar de transporte de bebidas desde hace 22 años. Y estoy acostumbra­da a verlos a diario. Antes llevaba el negocio mi hermano, pero falleció hace tres años a causa de un cáncer y ahora me hago cargo yo, con la ayuda de mi padre. Quiero sacarme el carnet de tráiler, el C+E, para crecer cuando acabe esta crisis. El precio del gasoil está disparado, los transporti­stas cobran mucho más por los portes y si tienes un camión propio lo acabas amortizand­o. Antes teníamos un Volvo de tres ejes y lo llevaba mi hermano. No le duró mucho la ilusión por lo que pasó, yo no tenía carnet y acabé vendiendo el camión», dice de carrerilla, con la admirable energía de quien ha logrado sobreponer­se al dolor y echarse a la espalda el negocio en tiempo récord. «De momento repartimos con los de 3.500 kilos, pero hace dos años decidí sacármelo, para no depender de empresas externas y poder ampliar negocio, y ahí estamos», añade.

Es consciente de que su vocación es una excepción. En España, según las estadístic­as de la DGT, apenas 7.454 mujeres tienen el carnet C+E. En cambio, 153.590 hombres están capacitado­s para conducir un tráiler. Una diferencia abismal. Las edades en las que se concentran la mayoría de las conductora­s, entre 35 y 44 años frente a los 50 y 54 de los hombres, es una muestra más de la reciente y lentísima irrupción de la mujer en el sector.

De hecho, organizaci­ones como la Federación Nacional de Asociacion­es de Transporte de España (Fenadismer) y la Asociación del Transporte Internacio­nal por Carretera (Astic) reconocen que el oficio «está fuera del radar de una chica joven», lo que, sumado a la dureza de la profesión, el empeoramie­nto de las condicione­s de trabajo y los problemas de seguridad, no ayudan a resolver la crisis de relevo generacion­al que vive el sector. «Y ellas son la mitad de la población, pero citan como primer motivo para no subirse al camión la seguridad», lamenta Ramón Valdivia, portavoz de Astic. La IRU (Internatio­nal Road Transport Union) estima que, en Europa, ape

nas hay un 1,8% de conductora­s. Y eso que, según la consultora Transport Intelligen­ce, en el Viejo Continente faltan unos 400.000 transporti­stas para cubrir las necesidade­s actuales. Y en España, más de 15.000.

El transporte por carretera (no solo de mercancías) da trabajo en España a 544.200 personas, de las que apenas 61.900 (cerca del 11%) son mujeres, tal y como muestran los últimos datos del INE, correspond­ientes al tercer trimestre de este año. Es difícil calcular, apuntan desde el sector, cuántas de esas mujeres son transporti­stas.

Desde hace unos meses, Lorena Lobo engrosa esta estadístic­a. Trabajaba como cajera de supermerca­do en Hijos de Luis Rodríguez S.A., pero en su empresa querían incorporar mujeres al reparto y aprovechó la oportunida­d: «Yo ya tenía el C, me lo saqué hace unos dos años porque al principio tenía contratos temporales y pensé: ‘Por si acaso, ahí está esa salida’. Y ahora soy la única camionera. Al final es una responsabi­lidad y un orgullo, pero mis compañeros me han ayudado mucho. Y ahora estoy con el de tráiler por si salen más oportunida­des para crecer en el trabajo». Madre soltera de un niño de 11 años, supo que tomaba la decisión correcta cuando su hijo también le animó a dar este paso. «Me dijo que nos íbamos a ver más porque al final el reparto es de lunes a viernes, y en el comercio trabajas también fines de semana y festivos, tienes que estar siempre de cara al público…», relata satisfecha.

La más callada de las tres futuras conductora­s de vehículos de gran tonelaje es Carla Otero. Ha crecido en el almacén de la empresa de construcci­ón de su familia, así que también está acostumbra­da a estar entre camiones. Estudió un grado de formación profesiona­l de proyectos de edificació­n, «parecido a delineante», aclara, pero con solo 21 años tiene claro que lo que le gusta es conducir. Es lo que ha mamado desde los 12 o 13 años. «Mi hermana echa una mano con el tema de papeleo y yo con el transporte. Mi padre se sacó el carné de camión ya mayor para sacar adelante la empresa y yo ahí voy, copiando todo lo que hace él. A mí lo mío me encanta, pero no tiene nada que ver con los viajes de reparto. Yo voy por pueblos y me toca subir el material en primera o segunda, parar cuando se calienta el camión, maniobrar dentro de las obras… Es muy diferente, más técnico», sostiene.

Paternalis­mo

Carla Otero, además de la más joven, es la que más cerca está de poder conducir un tráiler. Tiene el carné C y el CAP (Certificad­o de Aptitud Profesiona­l) –obligatori­o para dedicarse al transporte por carretera– y ha aprobado ya la teoría y las prácticas en pista del C+E, el permiso que permite llevar grandes vehículos articulado­s. Le queda solo el examen por carretera. Y, además, tiene la capacitaci­ón para conducir en transporte­s públicos.

Como sus compañeras, ha aprovechad­o el programa Woman, las becas de la empresa de camiones Man, para formarse. Este gigante del transporte está subvencion­ando el 79% del carné a diez mujeres de toda España con el objetivo de aumentar la presencia femenina en el sector. Una iniciativa privada que busca acabar con una de las barreras de entrada de los jóvenes al negocio: el coste de los permisos, que oscila entre los 4.000 y los 6.000 euros, según el portavoz de Astic.

El año pasado, además, la DGT bajó de 21 a 18 años el límite legal para conducir camiones con el objetivo de despertar vocaciones cada vez más tempranas.

Las tres conductora­s reconocen que todavía muchísima gente se sorprende cuando ven al volante, cargando y descargand­o, a una mujer. Y más aún si es menuda y delgada, como Lobo. O tan jovencísim­a como Otero. «Anécdo

Despiertan curiosidad

«CUANDO NOS VEN EN EL CAMIÓN NOS HACEN MUCHAS PREGUNTAS. PERO SI LLEVAMOS LOS PANTALONES EN CASA, ¿CÓMO NO VAMOS A PODER CON UN TRÁILER?»

tas tengo un montón. Todos los días me intentan dar lecciones. Algunas son buenas y las apunto», confiesa con ironía esta asturiana. «Te hacen muchas preguntas, te dicen si lo has traído tú sola, si vienes de ayudante de un compañero… Pero menos lavar el camión hacemos de todo», bromea su compañera. «Es un mundo de hombres y no está normalizad­o socialment­e ver a mujeres. A muchas les impondrán los camiones, que son enormes, vas como el rey de la carretera, y es cierto que el trabajo es duro. Al final son muchas horas en la carretera, con mucha responsabi­lidad, estás expuesta a accidentes… Pero yo creo que si quieren, pueden. Si llevamos los pantalones en casa, ¿por qué no vamos a poder llevar el camión?».

Facilitar la conciliaci­ón

Sonia Tuñón reconoce que a ella se le hace un poco más cuesta arriba, pues está en un mundo de hombres por partida doble: como camionera y como empresaria. «Yo lo noté mucho cuando mi hermano murió. Él trataba con distribuid­ores y proveedore­s y hubo algunos que no querían tratar conmigo por ser mujer. A uno que no paraba de decirme que quería hablar con mi hermano acabé soltándole que él tenía cáncer, que no sabía si iba a vivir o morir, y que si no trataba conmigo la relación comercial se acababa. Al final te cansas, pasas una situación familiar difícil y con la empresa, pero el negocio tiene que seguir funcionand­o. Y te adaptas para no tomarte las cosas a mal», recuerda.

«La gente mayor suele tener una imagen del camionero más estereotip­ada, pero entre los jóvenes hay más empatía. Al fin y al cabo las mujeres tienen que ir entrando en todos los sectores para ir acercándon­os a la igualdad». Mientras sigue contando sus aventuras al volante, Sonia Tuñón echa un vistazo rápido al reloj. A media tarde tiene que ir a recoger a su hijo de cinco años. «Es complicado, aunque con el tema de la pandemia he pasado más tiempo en casa. Yo vivo de las fiestas, los veranos, los fines de semana… Pero me lo llevo cuando puedo», cuenta la joven, que está separada. «Si tuviera que dedicarme a hacer viajes internacio­nales porque es lo que toca, lo haría. Pero no me gustaría por el niño. Son muchos días fuera de casa. Prefiero rutas nacionales o turnos nocturnos. Mis padres me ayudan también mucho».

Paradójica­mente, a Sonia Lobo este oficio conocido por sus horarios intempesti­vos le ha ayudado a conciliar. «Yo estoy muy contenta porque mi turno es de tardes, siempre de lunes a viernes, cuando el niño suele ir a clases o fútbol. De hecho, siempre me dice que cuándo voy a buscarle con el camión», bromea. «Así, siempre podemos disfrutar de los fines de semana y los festivos, algo que no es frecuente en el supermerca­do».

Otras salidas

Aunque la vocación de estas tres asturianas es contagiosa, la mayoría de las mujeres que se apuntan a la autoescuel­a no quieren seguir esta vida nómada. «Las que vienen a sacarse el permiso de camión suele ser para opositar, porque da puntos en algunas convocator­ias, o porque su marido es camionero, para acompañarl­o en los viajes largos», coinciden desde varias academias. Es el caso de Neli Lyubomirov­a, que se gana la vida como empleada del hogar, pero ahora que sus hijos son mayores está estudiando para acompañar a su marido en sus largos viajes internacio­nales. «Yo sola no me voy, es un oficio difícil. Esta semana le han robado la gasolina. Nunca sabes lo que va a pasar», lamenta.

«Es verdad que ahora los sueldos de los camioneros son más bajos y el riesgo es igual o mayor», reconoce Lorena Lobo. «Normalment­e a las mujeres les falta experienci­a, pero yo les diría que lo intenten, cambiar la caja por el camión ha sido para mí un orgullo», apunta. «Es un trabajo como cualquier otro, muy digno y muy bonito. Yo animaría a otras mujeres a que se apunten, es un mercado que está abierto y tiene mucha demanda», insiste Tuñón. Ellas predican con el ejemplo para que cada vez haya más niñas que sueñen con ser reinas de la carretera.

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Sonia Tuñón (sentada), Carla Otero (abajo) y Lorena Lobo (derecha) están en la autoescuel­a gracias a becas de la empresa Man que costean el 70% del carné y el Certificad­o de Aptitud Profesiona­l (CAP), que puede superar los 4.000 euros
// PABLO NOSTI SUBVENCION­AR EL CARNÉ Sonia Tuñón (sentada), Carla Otero (abajo) y Lorena Lobo (derecha) están en la autoescuel­a gracias a becas de la empresa Man que costean el 70% del carné y el Certificad­o de Aptitud Profesiona­l (CAP), que puede superar los 4.000 euros
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Carla Otero (arriba), con solo 21 años, lleva con pericia material de construcci­ón. Lorena Lobo (centro) cambió la caja del súper por el volante y Sonia Tuñón quiere expandir el negocio familiar de transporte de bebidas
// PABLO NOSTI DISTINTAS SALIDAS Carla Otero (arriba), con solo 21 años, lleva con pericia material de construcci­ón. Lorena Lobo (centro) cambió la caja del súper por el volante y Sonia Tuñón quiere expandir el negocio familiar de transporte de bebidas
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