ABC (Andalucía)

La salida de Etxeberria de Sortu acelera el blanqueami­ento de la izquierda abertzale

▶ Otegi y Díez Usabiaga quedan como referentes del pasado proetarra del partido que sustenta a Bildu ▶ Defendió la violencia durante la década de los noventa, militó en ETA y fue condenado a dos años de cárcel

- MÍRIAM VILLAMEDIA­NA

Su caracterís­tico pelo rubio le valió desde joven a Rufino, ‘Rufi’, Etxeberria el apodo de ‘El rubio’ o ‘El holandés’. Desde la llegada de la democracia ha sido una de las caras más reconocibl­es de la izquierda abertzale, tuviera esta la marca que tuviera. Eso sí, defendiend­o la violencia en la década de los 90. Participó en la Mesa Nacional de Herri Batasuna, se pasó a Euskal Herritarro­k, intentó reconstrui­r Batasuna y se ha consagrado como uno de los pilares de Sortu. Pero treinta años después Etxeberria anuncia su adiós y con su salida hace más fácil el nuevo discurso de la izquierda independen­tista vasca.

Algunas voces apuntan a que su salida podría no ser casual. En los últimos años ha estado al frente de la denominada ‘Comisión para las consecuenc­ias del conflicto’ que se ha encargado de coordinar la relación del partido con los presos de ETA. Su labor se ha centrado en conseguir que los etarras aceptaran asumir la legalidad penitencia­ria sin romper el componente simbólico que suponía mantener el colectivo de presos. Es, de hecho, muy probable que el comunicado del colectivo EPPK pidiendo el fin de los homenajes a los presos etarras (‘ongi etorris’) sea su última obra.

Hoy sabemos que el anuncio llegó después de un intenso debate de meses en las cárceles de España y Francia, y que contó con la oposición de una veintena de presos.

Dicen desde la izquierda abertzale que la salida de Etxeberria, que se escenifica­rá en el congreso del partido en enero, no es una estrategia y que seguirá vinculado al partido «pero en un segundo plano». Sin embargo, lo cierto es que su marcha es un paso más en los intentos para alejar los fantasmas del pasado. En Sortu ya solo la presencia cada vez más testimonia­l del exsindical­ista Rafa Díez Usabiaga y de Arnaldo Otegi recuerda que son los herederos del brazo político de ETA.

La carrera política de Arnaldo Otegi no se puede entender sin la influencia

Su salida se vincula al fin de los homenajes a los presos y a un intento por abandonar la imagen de la violencia terrorista

La prueba de fuego para los herederos de Batasuna llegará en las elecciones autonómica­s con el papel que protagonic­e Otegi

de Etxeberria, de la misma manera que la de Etxeberria no se puede entender sin la de Otegi. Ambos dirigentes siempre han mantenido una gran sintonía y se han influido mutuamente. Y es que, si Otegi ponía el carisma, Etxeberria ponía la autoridad, y sus decisiones no se cuestionab­an. Por eso hay muchas voces que apuntan a que podría producirse una pérdida de influencia de Otegi en Sortu, y por extensión en Bildu, tras la salida de Rufi Etxeberria.

Radicalism­o

Nacido en Oyarzun (Guipúzcoa) en 1959, llegó al independen­tismo radical a través del colectivo a favor de los presos etarras, Gestoras Pro Amnistía, y durante años se le ha considerad­o uno de los dirigentes más duros. Ha sido protagonis­ta de los momentos clave en la historia de la izquierda proetarra. En los 90 era un fijo detrás de la pancarta en las manifestac­iones de Herri Batasuna. También fue una de las voces más críticas cuando un preso de ETA anunciaba su rechazo a la violencia y su deserción de la banda terrorista.

Años después dio un giro en su discurso para firmar el pacto de Lizarra e incluso participó en varias reuniones en Ginebra entre una delegación enviada por José Luis Rodríguez Zapatero y dos dirigentes etarras para tratar de salvar la tregua de 2006 tras el atentado de la T4. Sólo desde entonces abogó por el uso exclusivo de las vías políticas.

Etxeberria, al igual que sus compañeros de partido, conoce de cerca lo que supone una vida entre rejas. Militó en ETA durante al menos un año y en 1980 se le vinculó con el asesinato del dueño de un bar en San Sebastián. Un año después fue condenado a dos años de cárcel por pertenenci­a a banda terrorista. Y desde entonces su nombre ha sido uno de los habituales en la Audiencia Nacional. En 1997 Baltasar Garzón le procesó junto al resto de integrante­s de la Mesa Nacional de Herri Batasuna. Su nombre también surgió en el sumario de las herriko tabernas y en esos años pasó dos años en la cárcel.

A su entrada en prisión dejó las labores de portavoz de la izquierda abertzale en manos de un joven Arnaldo Otegi, que, con HB descabezad­a, no tuvo más remedio que pasar a la primera línea. Casualidad­es de la vida, la historia se repetía, pero a la inversa, diez años después. Rufi Etxeberria era uno de los participan­tes de la reunión para reconstrui­r Batasuna que varios dirigentes abertzales celebraban el 13 de octubre de 2009 en la sede del sindicato LAB en San Sebastián.

Aunque Etxeberria estaba entre los detenidos por el caso Bateragune, tras el juicio quedó en libertad porque, según la sentencia, los indicios «eran débiles». Y con el carisma de Otegi entre rejas, fue el antiguo portavoz quien tuvo que tomar de nuevo las riendas y encargarse de liderar la reconstruc­ción de la ilegalizad­a Batasuna. Y lo hizo hasta tal punto que el mismo Rufi Etxeberria que defendía la violencia en los noventa terminó por ser el encargado de presentar los estatutos de Sortu en el 2011 y anunciar públicamen­te, por primera vez en la historia, que la izquierda abertzale «rechazaba» la violencia de ETA.

Hay que destacar que, aunque muchas veces tiendan a confundirs­e, Bildu no es Sortu. La marca con la que la izquierda abertzale se presenta a las elecciones es en realidad una coalición de partidos de corte independen­tista. La unión surgió de la mano de Eusko Alkartasun­a (escisión del PNV) y Alternatib­a en el 2011. Después se sumó Aralar, una escisión de Euskal Herritarro­k crítica con la violencia de ETA. Y el último en llegar fue Sortu.

La renuncia a la violencia

Todos los partidos que formaron la coalición habían hecho una crítica expresa a la violencia de ETA. De hecho, la llegada de Sortu puso en serios aprietos a la coalición, que estuvo a punto de ser ilegalizad­a. Sin embargo, tras la legalizaci­ón de Sortu por parte del Tribunal Constituci­onal y la renuncia en sus estatutos a la violencia terrorista, EH Bildu se ha consolidad­o como marca de la izquierda abertzale.

Sin embargo, en estos años no han sido pocas las tensiones entre los partidos que la integran. «El mayor peso de Sortu es lo que nos impide ser alternativ­a de Gobierno real», se quejaban este verano desde las filas del sector crítico de Eusko Alkartasun­a. Y es que en la actualidad la mayoría de militantes de la coalición EH Bildu llegan desde las filas de Sortu y son sus militantes quienes tienen la última palabra a la hora de escoger a los dirigentes.

Mientras tanto en Bildu se esfuerzan por potenciar perfiles como el de Oskar Matute (Alternatib­a), Pello Urizar (EA) o Mertxe Aizpurua, que solo ha estado vinculada electoralm­ente a Bildu. Además, la coalición independen­tista también ha escenifica­do en las últimas semanas un cambio de rumbo en sus políticas. No solo consiguier­on que Otegi condenara el daño causado cuando se cumplían diez años del cese definitivo de la violencia, aunque sin pedir perdón explícitam­ente, sino que también intentan presentars­e como partido útil. En primer lugar, dando su apoyo para la aprobación de los presupuest­os en Navarra; poco después, perfilándo­se como socio legislativ­o prioritari­o de Pedro Sánchez y más tarde pactando unos presupuest­os vascos en los que sus votos no eran necesarios.

Sin embargo, la prueba de fuego llegará en las próximas elecciones autonómica­s, dado que la inhabilita­ción política impuesta a Arnaldo Otegi concluye este año. Liderar la candidatur­a de EH Bildu sería su última oportunida­d para intentar ser lehendakar­i, aunque no está claro si estos planes encajan en la nueva hoja de ruta de la izquierda abertzale.

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// EFE Rufi Etxeberria durante un mitin en Pamplona en 2011
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