ABC (Andalucía)

Contra el nacional populismo

- PEDRO RODRÍGUEZ

El triunfo de Olaf Scholz como nuevo canciller alemán tiene muchas lecturas políticas, más allá del obvio final de los 16 años de la era Merkel. Sobre la mesa se encuentran desde los posibles cambios en la proyección internacio­nal de Alemania hasta el dificilísi­mo equilibrio entre austeridad fiscal y las grandes necesidade­s de gasto público forzadas por la pandemia. Muchos dilemas para un Gobierno que de forma recurrente es descrito como un experiment­o a pesar de que el sistema de correspons­abilidad germano haya producido desde la «hora cero» más de seis décadas de gobiernos de coalición.

De todos los retos que acompañan a Scholz, descrito como la personific­ación del aburrimien­to, uno de los más interesant­es y trasversal­es –ya que afecta a casi todas las democracia­s occidental­es– es demostrar si es posible recuperar a la clase trabajador­a seducida por la extrema derecha. Y hasta qué punto se puede resucitar el modelo de la socialdemo­cracia, tan desprestig­iada como desbordada, para plantear una batalla efectiva contra los estragos del nacional populismo.

El año pasado, cuando Scholz no era el candidato favorito para suceder a Angela Merkel, el líder socialdemó­crata empezó a hacer sus deberes para explicar porqué los partidos de centro-izquierda han sufrido una sangría de resentidos votos a favor de tóxicas opciones populistas. Y de paso, intentar revertir la creciente irrelevanc­ia de la socialdemo­cracia que en el proceso de prometer tantas cosas a tanta gente ha terminado por perder una buena parte de su significad­o político.

En búsqueda de respuestas para relanzar a un partido como el SPD con 158 de historia, Scholz se fijó sobre todo en EE.UU. Y llegó a conectar por videoconfe­rencia con el filósofo Michael J. Sandel, catedrátic­o de Harvard y autor de ‘La tiranía del mérito’. Tras una larga conversaci­ón, inspirada sin duda por la corrosiva debacle del trumpismo, el nuevo canciller alemán decidió incorporar el concepto de «Respeto» como pieza central de su campaña ganadora contra todo pronóstico.

«Respeto» ha sido una forma de reconocer los desagradab­les excesos de la izquierda caviar, empezando por todo ese rechinante postureo de superiorid­ad moral. Sin embargo, en el caso de Scholz, el respeto que pedía Aretha Franklin va más allá del ajuste de cuentas ideológico para entrar en la esencia del fantasma de desafecció­n política que recorre toda Europa: la creciente desigualda­d económica, el negativo impacto de la globalizac­ión, el estancamie­nto en la movilidad social y el alejamient­o de las élites políticas con respecto a los verdaderos problemas de todos aquellos que sospechan que sus mejores días están en el pasado.

Es verdad que buena parte del éxito electoral Olaf Scholz ha consistido en ofrecer la mayor continuida­d y estabilida­d, esforzándo­se por ser el candidato más parecido a Merkel hasta en los gestos. Sin embargo, todo ese mimetismo no es incompatib­le con que el nuevo canciller sea un convencido socialdemó­crata cansado de toda la energía política acumulada por la derecha, especialme­nte la derecha populista, en la última década hasta hacer posible el modelo ‘iliberal’ de Viktor Orban en Hungría.

De momento, el mensaje de Respekt ha resonado en Alemania. Hasta el punto de que el SPD ha conseguido en las últimas elecciones, por primera vez desde el año 2005, convertirs­e en el partido político más votado por la clase trabajador­a alemana. Esto ha supuesto el retorno de casi un millón de votantes que habían abandonado a los socialdemó­cratas por opciones mucho más extremas, tanto a la izquierda como a la derecha.

Para el profesor Sandel, este preocupant­e proceso de desafecció­n a favor de la extrema derecha empezó cuando los demócratas en EE.UU. y los socialdemó­cratas en Europa empezaron a partir de los años 90 a compartir con conservado­res el triunfalis­mo de los mercados. Con el mensaje implícito de que las clases más modestas eran responsabl­es de sus reducidas expectativ­as económicas. Como resultado, el centroizqu­ierda empezó a ser identifica­do con intereses más elitistas y globalista­s.

En este sentido, durante el ultimo Gobierno socialdemó­crata en Alemania, el canciller Gerhard Schröder reformó el mercado laboral a favor de la flexibilid­ad para reducir una tasa de desemplead­os que superaba los cinco millones en la mayor economía europea. El paro se redujo pero a cambio de ‘miniempleo­s’ y precarieda­d, creando toda la incertidum­bre necesaria para el avance de opciones como Alternativ­a por Alemania.

Aunque Merkel ha funcionado en los últimos años como solitaria defensora de la democracia liberal – en tiempos en los que como diría Anne Applebaum los malos autoritari­os están ganando la partida– Alemania no ha tenido inmunidad frente al populismo. Según explica el propio Olaf Scholz en la web del SPD: «La mayor preocupaci­ón en política para mí es que nuestras democracia­s liberales están cada vez más presionada­s. Tenemos que resolver los problemas para que los eslóganes baratos de los populistas no se contagien».

La campaña de Scholz ha sido una forma de reconocer los excesos de la ‘izquierda caviar’

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