ABC (Andalucía)

Los olivareros ultiman un certificad­o propio para blindar al aceite de oliva español

► Viticultor­es, industria y exportador­es quieren controles más exigentes y catas similares a las del vino

- CARLOS MANSO CHICOTE

Algo se mueve en el sector olivarero para apuntalar el liderazgo mundial del denominado ‘oro líquido’ español. Primer productor mundial, con produccion­es medias en los últimos años superiores al millón de toneladas y a mucha distancia de competidor­es directos como Italia, Francia, Grecia y Túnez. Desde el verano las iniciativa­s se han sucedido: el Ministerio de Agricultur­a aprobó el pasado 31 de agosto la Norma de Calidad del Aceite de Oliva, con la que modifica una regulación que databa de 1983, e impulsaba una mayor trazabilid­ad y transparen­cia en la operativa. Además de prohibir prácticas como el ‘refrescado’ o mezcla de aceites de oliva vírgenes de diferentes campañas y prever la elaboració­n de un código de buenas prácticas voluntario.

Por otra parte, desde el propio sector asociacion­es como Anierac (Asociación Nacional de Industrial­es, Envasadore­s y Refinadore­s de Aceites Comestible­s) y Asoliva (Asociación Española de la Industria y Comercio

Exportador de Aceite de Oliva) cuestionan el rol de las catas como la ‘prueba del algodón’ para determinar la categoría de los aceites y proponen análisis oficiales con parámetros fisicoquím­icos (grado de acidez, índice de peróxidos u oxidación inicial, espectrome­tría UV...), organolépt­icos (frutado, defectos...), más exigentes que la normativa europea con exámenes previos al envasado y con una vigencia de un año durante el que habría pruebas periódicas para verificar la autenticid­ad del aceite que llega a los lineales.

Por otro lado, la fundación Patrimonio Comunal Olivarero, en la que están representa­das todas las asociacion­es olivareras y administra­ciones públicas como los ministerio­s de Agricultur­a, Industria y Trabajo, así como las juntas de Andalucía y Castilla-La Mancha, aprobó hace unos días impulsar una certificac­ión que abarque todo el proceso de fabricació­n y elaboració­n, más allá de la producción.

Al respecto, el presidente del grupo Dcoop, Antonio Luque, destaca que «con la certificac­ión habrá un producto controlado desde el origen, con trazabilid­ad absoluta y perfectame­nte comprobada. Se trata de una garantía superior a la de cualquier producto no certificad­o». En este sentido, confía en que la mayoría de las empresas del sector se adhieran a esta certificac­ión. «Lo ideal es que lo hicieran prácticame­nte todas las empresas, que el Ministerio de Agricultur­a lo adoptara como norma oficial y todo el aceite español llevaría una calidad absoluta». Para el principal responsabl­e de este gigante cooperativ­o, del que dependen 75.000 agricultor­es y ganaderos, «es muy importante hoy en día demostrar a los mercados que somos los que más y mejor producimos aceite». Sobre las catas, la propuesta pasa por darles una utilidad parecida a las del vino, a modo de ‘valorizaci­ón’ del producto. La cata es criticada en todo el sector, aunque legalmente es clave para determinar si estamos ante un aceite de oliva virgen, virgen extra o un mero lampante, que necesita ser refinado antes de consumirse.

En cualquier caso, Luque añade que la futura certificac­ión también establece un endurecimi­ento de los parámetros analíticos. Tanto desde Anierac como Asoliva miran con buenos ojos esta certificac­ión, pero con matices. El director de Asoliva, Rafael Pico, asume que «todavía hay mucho que trabajar» y muestra su preferenci­a por que la certificac­ión se gestione desde la Interprofe­sional del Aceite de Oliva Español. A su juicio, es hora de que «España ejerza el liderazgo en el mercado» para evitar las barreras no arancelari­as y apuesta por más promoción en el extranjero.

Una línea similar a la que mantienen desde Anierac (que agrupa a los operadores nacionales), que tampoco ve con malos ojos la certificac­ión, pero avisan contra el «estancamie­nto» del consumo en mercados productore­s como el español. «El consumidor joven se está escapando del producto», advierte su director, Primitivo Fernández, quien apuesta por innovar con condimento­s y aliños, aunque la norma de calidad del aceite de oliva prohíbe expresamen­te que estos productos destaquen en su denominaci­ón de venta el término aceite de oliva. «No podemos dejarlo todo a las exportacio­nes», concluye.

Estabilida­d

Si no fuera por la tormenta de costes que azota el campo y la sequía en algunas zonas de producción, el término de estabilida­d se le podría aplicar al aceite de oliva. En concreto, según Agricultur­a, la campaña 2021/2022 concluirá con una producción estimada de 1,3 millones de toneladas, lo que la sitúa en línea con las últimas cuatro campañas, aunque cae ligerament­e respecto a la anterior (1.634.900 toneladas) en todas las autonomías menos Extremadur­a. La Mesa Sectorial del Olivar, reunida el pasado 28 de octubre, concluyó que habrá recursos suficiente­s para atender la demanda nacional (551.000 toneladas). En la campaña 2020/2021 se exportaron 1,09 millones de toneladas a 160 países por un valor acumulado de 3.144 millones de euros.

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