ABC (Andalucía)

De abuelos a segundos padres, el rol del mayor en la familia Antes se sentían escuchados y valorados, hoy el uso de las pantallas también han influido a que se sientan más apartados

► Antes era un referente que disfrutaba de los nietos; hoy les atienden, les riñen, imponen normas... Su papel es diferente ► Los distintos modelos educativos entre padres e hijos también generan conflictos ante el cuidado de los niños

- LAURA PERAITA

Emilio Fernández, de 74 años, recuerda que de pequeño sus padres llamaban de usted a la abuela. «Vivía con nosotros en casa. Era una más, daba su opinión y todos la respetábam­os al máximo. Sin embargo, hoy la figura del mayor se ha empobrecid­o; aunque se le considera, ya no es como antes porque los jóvenes enseguida dicen «tú no sabes», «eso ya no se lleva»... y te alejan. El valor de nuestra palabra ha perdido mucho. Y duele. Daña tus valores. No se dan cuenta de que tenemos la universida­d del tiempo: hemos vivido, luchado, sufrido, trabajado, equivocado, rectificad­o..., pero esta experienci­a parece que ya no vale. Cuando llegas a una edad te llevan a una residencia bajo la excusa de que vas a estar mejor atendido porque los hijos tienen mucho trabajo. ¡Como si antes no se trabajara! Pero, claro, hoy la forma de vivir es diferente», asegura Emilio Fernández con cierta resignació­n dentro del espacio 'Conversaci­ones de mayores', organizado por ABC y Fundación La Caixa, bajo el título 'El rol de los mayores en la esfera familiar'.

Como abuelo, confiesa que actualment­e no se recibe el mismo cariño por parte de los nietos porque se les ve en menos ocasiones, no se comunican tanto, ya no preguntan por las historias del pasado... «Todo eso se percibe. Además, las tecnología­s suponen también una barrera porque les motiva más mirar y escuchar su pantalla. No quiere decir que no nos queramos, pero es distinto».

Y es que, según apunta Francisco Javier Ortega, psicoterap­euta familiar y supervisor de la Escuela de Terapia Familiar del Hospital San Pablo de Barcelona, hace años, los abuelos desempeñab­an lo que se suponía que era su función en esta etapa de la vida: visitar a sus nietos, o recibirles en su propia casa para pasar tiempo juntos y disfrutar de conversaci­ones y juegos que conseguían estrechar más el vínculo de apego. «Sin embargo, su rol en la esfera familiar ha cambiado radicalmen­te».

Paternidad de ida y vuelta

Este cambio se debe fundamenta­lmente, tal y como explica Ortega, a que trabajan los dos padres y sus jornadas suelen ser extensas, lo que provoca que sean los abuelos los que asuman –o les han hecho asumir–, el cuidado de los nietos. «Se convierten en padres por segunda vez, viven una doble parentalid­ad. Se ha pasado, por tanto, de unos encuentros amables a la obligación de atenderles».

Es el caso de Joaquina Silva que reside en Olivenza (Badajoz) y a sus 70 años se ocupa con esmero de sus tres nietos pequeños. «Mi hija trabaja y no puede encargarse de ellos, por lo que yo asumo su cuidado y les organizo también la casa. Me lleva casi todo el día porque cuando uno se pone malito, allí estoy a las siete de la mañana. No me siento mal por ello; al contrario, mis nietos me han aportado mucha felicidad e, incluso, me han ayudado psicológic­amente a superar la

pérdida hace ya cuatro años de otra de mis hijas. Yo les transmito el valor de la unión familiar y los cuidados, que quizá en el futuro ellos tengan que hacer con sus propios padres. Nos obstante, reconozco que la figura de los abuelos se valora más en los pueblos que en la ciudad porque aquí hay más proximidad en todos los sentidos».

El conflicto de las lealtades

Esta cercanía en el mundo rural supone un valor añadido, pero hay muchos casos en los que estos cuidados son una fuente de conflictos entre los que Francisco Javier Ortega destaca dos: el de las lealtades y el jerárquico. «El primero –matiza–, hace referencia a que los niños pueden no aceptar el papel parental que han asumido los abuelos porque, evidenteme­nte, no son sus padres, y cuando tratan de establecer normas no las aceptan. Los abuelos de antes se limitaban a jugar, conversar o dar a sus nietos unos bombones a escondidas en un gesto de complicida­d. Ahora, son los que les dicen que cuelguen el abrigo al llegar a casa o que metan el plato en el lavavajill­as. La mirada hacia sus mayores es distinta».

No duda en afirmar que cuando los encuentros eran más amables, los mayores representa­ban una figura de continuida­d en la familia: se contaban historias, los nietos les preguntaba­n más sobre sus raíces, conocían todo su legado... «Hay una pérdida social, puesto que los nietos suelen discutir las órdenes que les dan los abuelos porque se han convertido en un referente seudoparen­tal, y no en una fuente de conocimien­to y transmisió­n de continuida­d familiar como antes».

Respecto a la jerarquía, este experto del Hospital San Pablo añade que los progenitor­es son también los que rivalizan a veces con los abuelos. «Es habitual que la persona cuyos padres cuidan a los niños reciba las críticas de su pareja por no estar conforme sobre cómo atienden sus progenitor­es a los pequeños. Al mismo tiempo, la parte de la pareja que se ve atacada se siente incapaz de decir nada a sus padres porque sabe que les están ayudando en lo que pueden y perciben como una situación muy violenta comunicarl­es que lo hagan de otra manera. El conflicto está servido», afirma.

Sin embargo, también hay abuelos, matiza Ortega, a los que este rol de nuevos padres les supone discrepanc­ias al considerar –generalmen­te el hombre, aunque a veces son ambos– «que están abusando de ellos e hipotecand­o su tiempo por las necesidade­s y, en ocasiones, exigencias de los hijos cuando estos cuidados se convierten en una auténtica obligación». En cualquier caso, considera que lo aconsejabl­e es que al tiempo que se les pide ayuda se les concrete qué se necesita de ellos, reconocién­doles, eso sí, el esfuerzo que realizan.

Jesús Goyenechea, educador social, antropólog­o y formador de la Unión de Asociacion­es Familiares (UNAF), matiza que estas discrepanc­ias son en parte lógicas porque los parámetros educativos han cambiado mucho y los abuelos se sienten fuera de lugar al

Hoy, la labor de cuidados que ejercen los mayores produce dos conflictos familiares: el de la jerarquía y el de las lealtades

chocar con los hijos cuando tratan de imponer, por ejemplo, el principio de autoridad. «Su modelo de ‘pues te quedas sin cenar’ ya no vale; ahora todo se negocia y, por tanto, se ven obligados a hacer un esfuerzo considerab­le».

Este educador social coincide también al afirmar que las personas mayores han sufrido una evolución muy rápida entre el rol que representa­ban hace unas décadas y el actual. «Sus necesidade­s han cambiado en función de su propio envejecimi­ento que se ha retrasado y se han empoderado a partir de los 65 o 70 años con una mayor conciencia de ocio y disfrute, sin olvidar, eso sí, su apoyo incondicio­nal a la familia cuando lo necesite».

Discurso social dañino

No obstante, lamenta que los mayores son los que han sacado de las colas del hambre a sus hijos y abierto las puertas de su casa ante cualquier contraried­ad, los que cuidan de los nietos... y, sin embargo, «el discurso social sigue siendo que son una carga».

Con las miras puestas en el futuro, Ortega no cree que la situación vaya a mejorar mucho, puesto que «la edad de jubilación se retrasará, las personas viven más y los hijos se tienen más tarde, por lo que los abuelos tendrán menos tiempo para ocuparse de sus nietos y, si lo hacen, sus condicione­s físicas o mentales no serán tan óptimas». Con esta proyección, Emilio Fernández insiste en la necesidad de hacer ver a las nuevas generacion­es que la sabiduría está en el pasado, que es la base del futuro. Y, eso, deben aprenderlo».

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// ABC Muchos abuelos ayudan a sus nietos a hacer las tareas escolares
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