ABC (Andalucía)

El Atlético encuentra un tesoro

Pasa a octavos en la Champions gracias a las paradas de Oblak y los goles de Correa, Griezmann y De Paul Partido bronco con necia expulsión de Carrasco, roja a Wendell y desilusión de un Oporto que dominó más

- JOSÉ CARLOS CARABIAS Griezmann, felicitado por sus compañeros

El Atlético encuentra un tesoro inesperado en Oporto, botín que se anunciaba medio imposible y que descubrió después de otra noche de padecimien­to. Como el resultado manda, habrá que convenir en que el grupo rojiblanco hizo su trabajo con solvencia, aunque el desarrollo del partido dijo lo contrario. Agonías, mal fútbol, un Oblak superlativ­o, la expulsión necia de Carrasco, el triunfo del Liverpool en Milán y un gol clave de Griezmann que cambió el encuentro. Avanza a los octavos de la Champions con sufrimient­o, como siempre.

El partido amanece con una decisión en apariencia coherente de Simeone para un noche de tensión. Pese a que no tiene centrales, arma un equipo con los tres centrales de siempre, Vrsaljko y Kondogbia, defensas postizos para actuar en las posiciones donde el Atlético requiere trabajo extra. Ese sinfín de balones bombeados, saltos en anticipaci­ón y juego de tanteo que ejecutan Giménez, Savic o Felipe. Simeone no quiere perder los mecanismos que ha impuesto durante el último año, los laterales de largo recorrido (anoche Llorente y Carrasco) que en teoría son los que más daño provocan en el rival.

Pero desde hace dos lustros, el primer problema del Atlético es la elaboració­n del juego, la pausa por el centro, la combinació­n con el balón en el eje de las acciones, más allá de las carreras al espacio, los servicios a la olla, las segundas jugadas, la caza del rebote y las intervenci­ones a pelota parada. No se puede negar la intensidad que ha integrado Simeone en el ADN del equipo, su energía para combatir, una personalid­ad que ayer se mostró evidente en Do Dragao. Pero falta lo otro, atacar con decisión, mover de lado a lado, buscar la portería desde el convencimi­ento, atacar más allá de la pugna. Técnica y estilo.

Luis Suárez se lesiona en el minuto doce y rompe a llorar en el banquillo, rabioso por no participar en la noche que requiere a los grandes futbolista­s. No incluye Simeone en esa lista, tal vez no se lo haya ganado, a Joao Félix, quien sigue en el banquillo y no juega un minuto. Comparece Cunha, que ha crecido y parece del gusto del entrenador: beligerant­e, rápido en el repliegue, batallador e impetuoso.

El Atlético se estira un par de veces por la izquierda frente a un Oporto con sello italiano. Es un equipo a lo Simeone:

desde una portería a cero se puede construir una victoria. Carrasco finta bien, la pone de cine y por tres veces pasa el gol ante los rojiblanco­s, Lemar, Griezmann y Llorente no atinan. La acción se intuye trascenden­tal porque el Atlético no genera muchas.

Como es costumbre, el equipo del Cholo se echa hacia atrás, se deja dominar, se recuesta sobre Oblak. Y empieza el peligro. El Oporto es un grupo sólido y sin imaginació­n. Marca el Milán y la noche se enturbia para todos. Los portuguese­s acometen su objetivo al modo atlético: saques de banda al área, tiros desde de esquina, jugadas de estrategia, segundas oportunida­des y alguna ocurrencia de su futbolista más creativo, el colombiano Luis Díaz.

Marca el Milán, más madera para un noche que se enturbia. Empata Salah para el Liverpool, qué jugador tan divino. Asoma Oblak, las manos firmes, el cuerpo ágil, buenas estiradas que recuerdan al fenómeno de siempre. El Oporto aprieta y el Atlético se cuece en el fango. No consigue sacar la pelota jugada desde atrás, un zapatazo detrás de otro, más de lo mismo. Casi tiene que celebrar el empate a cero el grupo del Cholo, como tantas noches, porque el Oporto le ha exigido hasta la extenuació­n, dos paradas de Oblak fantástica­s que sostienen a su equipo, tan endeble.

El Atlético no reacciona al salir del vestuario y enfrentars­e a la eliminació­n. Juega sin claridad, todo corazón en defensa de su portería. Oblak exhibe de nuevo jerarquía al sacar con el pie un remate de Taremi en un fabuloso avance de Luis Díaz. Se vienen sudores fríos porque el Atlético no sale de la cueva y su fútbol está vacío.

Pero de la nada surge un destello. Un córner que peina un defensa portugués termina en el pie de Griezmann, que acomoda suave el balón en la red sin adversario­s a la vista. El Atlético se encuentra un tesoro y en un minuto toca el cielo. Marca el segundo el Li

La victoria del Liverpool en Milán (1-2) propicia la clasificac­ión del Atlético, que no jugó bien, pero obtuvo un gran resultado

verpool en Milán y la noche se encauza sin saber por qué.

Carrasco está a punto de echar por tierra todo el trabajo extenuante y las ilusiones de una afición en una estupidez de niñato. Con 0-1 y su equipo achicando agua, agarra a un adversario por el cuello y lanzarlo al suelo. Tamaña necedad altera a su equipo, pero es un noche de montaña rusa y dos minutos después la curva se arregla. Wendell hace algo parecido con Cunha y también es expulsado. Broncas, peleas, dos expulsione­s más en el banquillo del Oporto, una sinfonía de nervios y desbarajus­te general porque nadie se acuerda de cómo estaba el partido.

El Atlético ya no quiere saber nada del encuentro, se tira al suelo y despeja al patadón. Lodi por Cunha, seis defensas para proteger el botín de Griezmann, lo mejor de una sesión en la que solo Simeone debía creer. Correa cierra la clasificac­ión en un magnífico contragolp­e que enciende a la hinchada colchonera, y más con el tercer gol de Rodrigo de Paul en otra contra bien ejecutada.

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// AFP

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