ABC (Andalucía)

Oblak, un alivio para Simeone

El portero salvó al Atlético cuando peor estaba, decisivo como en tiempos pasados

- E. YUNTA

De la nada, de la más absoluta nada, una especie de milagro en Oporto, un gol de Griezmann en un saque de esquina que derivó en una piña descontrol­ada en Do Dragao al tiempo que el Liverpool remontaba ante el Milán en San Siro. De la nada, de la más absoluta nada, un alivio en el minuto 55 de una noche angustiosa, aire para un Atlético que se mantenía en pie como podía, sostenido, como antes, por las paradas de un Oblak que recuperó su hechizo con un paradón a la media hora a disparo de Luis Díaz y un pie decisivo al poco de la reanudació­n más práctico que bonito. El campeón de Liga, quién lo diría visto lo visto, está en octavos de final de esta Champions que tanto le está costando y se libra de un buen jaleo Simeone, a quien no le llegaba la camisa al cuello después de una fase de grupos deficiente. Está vivo, que es lo que verdaderam­ente importa, y cabe pensar que ese equipo irá al alza cuando la competició­n empiece a ser seria de verdad.

Lejos de la reacción que imaginó el pasado sábado Simeone, el conjunto madrileño estuvo casi una hora al borde de la depresión, dando tumbos a ciegas por un túnel demasiado largo y a merced de un Oporto incomodísi­mo. No había casi nada en el Atlético y es difícil de entender este giro hacia la vulgaridad, si bien le salió el nervio cuando tomó la delantera y el partido pasó a ser un espectácul­o bochornoso con tortazos, empujones y rojas por todas partes. De ahí hasta el final, la versión más reconocibl­e del Atlético, que tocó el cielo con el segundo de Correa cuando se llegaba al 90 y estalló del todo con el tercero de De Paul.

Resucitó en Oporto sin proponer demasiado, con una defensa llena de parches en este tortuoso declive que le ha llevado a ser más vulnerable que nunca en el arte que mejor practicó en todo este tiempo. La retaguardi­a rojiblanca, de siempre un ejemplo, es ahora un ejército de soldados sin confianza, importa muy poco quién juegue, aunque dejó la cueva a cero cuando tocaba y eso tiende a ser sinónimo de alegría. Tampoco el resto de líneas está para grandes trotes y hasta Oblak, ya se ha dicho, ha perdido esa gracia, si bien queda rehabilita­do con su actuación de anoche. No hay mucha creativida­d en la medular y Luis Suárez lleva solo un gol en Europa desde que dejó el Camp Nou por el Wanda. Ayer, para colmo, quedó fuera de combate a los 13 minutos y Cunha, cada día más enchufado, parece aportar más que el uruguayo en estos momentos. Con 0-1, tuvo la sentencia en un jugadón que desbarató Pepe en la misma línea de gol, pero casi que fue más decisiva la roja que le sacó a Wendell por exagerar un codazo tres minutos después de que a Carrasco se le cruzaran los cables y zarandeara a Otavio para ganarse la ducha antes de tiempo.

La fiesta de Simeone resume a la perfección la tortura que ha sido avanzar en la Champions, no se le puede negar al Atlético su capacidad para sufrir. Sobre el alambre es como mejor se expresa, quizá será cierto lo de creer hasta el final.

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// REUTERS Carrasco, antes de la expulsión por zarandear a Otavio

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