ABC (Andalucía)

Los niños de Juana

Ante la exposición pública que están sufriendo uno tiene la extraña sensación de que los quiere más que su madre

- ALBERTO GARCÍA REYES

S Eatribuye a Rilke, sin ninguna prueba, la frase que dice que la verdadera patria del hombre es la infancia. Da igual quién lo dijera porque dijo el evangelio. Se es toda la vida lo que se fue de niño. La edad esponja es la única configurab­le. A partir de la adolescenc­ia puedes aprender y evoluciona­r, pero no puedes empezar de nuevo. Cambias los adornos y algunas vigas, jamás los cimientos. Por eso la protección de los menores frente a la maldad es un compromiso de toda la sociedad consigo misma. Y eso obliga al Estado —mejor dicho, tendría que obligarle— a preservar con independen­cia ideológica los derechos de la infancia. Pero la prueba incontrove­rtible de nuestro fracaso es que el juez del caso Juana Rivas ha tenido que aclarar esto en un auto para evitar el linchamien­to público y, en cambio, el Gobierno no ha dado unas mínimas explicacio­nes de su negligenci­a con el niño de Canet al que ha dejado tirado frente a los radicales independen­tistas. Es probable que ese chiquillo tenga esa huella psicológic­a para siempre, aunque también es improbable que nadie en el Consejo de Ministros que abandera la justicia social vaya a padecer cargo de conciencia. El sistema tiene que salvaguard­ar los derechos de los padres a escoger la enseñanza de sus hijos por la misma razón por la que les obliga a educarlos en condicione­s saludables. La exministra Celaá, ahora arrodillad­a por un buen sueldo en el Vaticano, dejó dicho que «no podemos pensar de ninguna de las maneras que los hijos pertenecen a los padres». En Canet hemos visto que tampoco son defendidos por el Estado. Se me hace bola pensar que vivo en un país donde ser niño es una putada.

La infancia es otro objeto arrojadizo más entre partidos. La Fiscalía del Gobierno —«¿la Fiscalía de quién depende?», se preguntó retóricame­nte Sánchez— pidió la libertad de Juana Rivas tras su indulto en un movimiento estrictame­nte político, no jurídico, enmarcado en los pactos del oprobio del sanchismo con los antisistem­a. Y el juez que instruye la causa tuvo que parar la injusticia desvelando con tembleque un nuevo escalofrío del sumario. Se está investigan­do si los niños sufrieron abusos sexuales mientras estaban con la madre. O incluso si ella los simuló para perjudicar al padre. Una barbaridad. Al margen de las disputas de pareja entre Juana Rivas y Francesco Arcuri, de las acusacione­s cruzadas, de los consejos del aparato feministoi­de y de las condenas en firme a la madre por hacer de su capa un sayo, tengo ya la extraña sensación de que me duelen más sus hijos que a ella. Esos niños se están criando en un clima de odio público que debilitará sus principios ‘ad eternum’. Son el pimpampum de las miserias de otros. Pero ni puede protegerlo­s su madre, que de tanto quererlos los está destrozand­o, ni tampoco el Estado porque lo que dice la Justicia lo desmiente el Gobierno.

Esas criaturas han sido cosificada­s en plena fragua. Y si la verdadera patria del hombre es la infancia, lo único claro en esta triste historia es que España nunca será su patria.

 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain