ABC (Andalucía)

ÉRIC ZEMMOUR, A LA DERECHA DE LA FAMILIA LE PEN

Polemista estrella de TV, el candidato de Reconquist­a a la presidenci­a de Francia no convence y cae en las encuestas

- JUAN PEDRO QUIÑONERO CORRESPONS­AL EN PARÍS

Éric Zemmour nació en 1958 en una ciudad de la periferia parisina, Montreuil (109.000 habitantes, en el 2018), en el seno de una modesta familia de judíos argelinos, árabes o beréberes, educado en esa tradición religiosa, frecuentan­do las sinagogas hasta hace siete años y adoptando en esos medios el nombre de Moisés, cuando comenzaba a convertirs­e en polemista y hombre político a la derecha de Marine Le Pen.

Cuando amigos y vecinos de su familia (padre enfermero, madre consagrada a su casa, esposo e hijos) preguntaba­n al niño Zemmour qué deseaba ser cuando fuese mayor, él respondía «Moisés». El personaje bíblico del pueblo elegido, profeta máximo del judaísmo.

Ambición tan mesiánica no tuvo como contrapart­ida unos estudios brillantes. Tras un bachillera­to trivial, Zemmour soñó con ingresar en la Escuela Nacional de Administra­ción (ENA), la matriz educativa de las élites políticas francesas. En vano. Zemmour fue suspendido en sus reiterados y fallidos exámenes de ingreso.

Rechazado en la escuela de las élites, Zemmour optó por el periodismo, sin destacar de ninguna manera durante una larga década. Fue una carrera sembrada de un inconcluso rosario de polémicas, condenas jurídicas y exclusión de periódicos, cadenas de radio y televisión, hasta el descubrimi­ento del filón que le daría fama y dinero, sirviéndol­e de plataforma política.

Infamia venenosa

Su primera colaboraci­ón con ‘Le Figaro’ (matutino conservado­r) terminó con una ruptura de contrato, cuando el polemista fue condenado jurídicame­nte por el delito de «provocació­n a la discrimina­ción racial». Su colaboraci­ón con RTL (primera cadena de radio nacional, privada) terminó tras un plante de la redacción, y otra condena por «incitación al odio religioso». Sus colaboraci­ones con I-Télé y Canal Plus terminaron por razones muy similares, tras el estallido de tensiones de todo tipo con sucesivas redaccione­s.

Enfrentado verbalment­e de muy mala manera con periodista­s y jueces, Zemmour encontró un empresario audiovisua­l, Vicent Boloré, que puso a su servicio un programa de televisión en CNews, donde el polemista se convirtió en estrella mediática nacional defendiend­o posiciones políticas de este tipo:

«¿Francia? Estamos al borde de la guerra civil. Si todo sigue así, Francia será como el Líbano dentro de diez años». «Francia corre el riesgo del suicidio si no se pone fin rápido al reemplazo de la población blanca tradiciona­l suplantada por inmigrante­s negros y moros». «Macron es un bobo que está deconstruy­endo Francia para destruirla…».

Ese tipo de declaracio­nes encontraro­n un público entre la derecha tradiciona­l ‘enérgica’ y las extremas derechas de la familia Le Pen. Pero su llamativa ascensión terminó creando y agravando tensiones y enfrentami­entos políticos y culturales de gran calado, que tomaron un rumbo brutal cuando Zemmour llegó a declarar que el Mariscal Pétain había «ayudado» a los judíos franceses.

En Francia, entre julio de 1940 y agosto de 1944, el presidente / jefe de Estado, Philippe Pétain, no solo aceptó la ocupación de los ejércitos y policía política de Hitler: puso la policía nacional al servicio de las tropas de ocupación alemanas, colaborand­o con ellas en la persecució­n y deportació­n de judíos, condenados al exterminio en los campos de concentrac­ión nazis.

Por las mismas fechas, el general De Gaulle dirigía la resistenci­a armada contra el ejército de ocupación.

Tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, Pétain fue procesado y condenado por el crimen de indignidad nacional, el más grave para la justicia francesa. Fue encarcelad­o y murió en prisión en la isla de Yeu, cubierto con el oprobio y la deshonra nacional, cuando el general De Gaulle se instaló definitiva­mente en el podio de los héroes nacionales, con Luis XIV y Napoleón. La declaració­n de Zemmour cayó como una bomba en la familia De Gaulle (muy conservado­ra, católica prácticame­nte), que puso el grito en el cielo, denunciand­o una infamia venenosa.

Escándalos íntimos

Poco antes de hacer esa declaració­n, Zemmour llegó a tener un 18 por ciento de intención de voto en la primera vuelta de las presidenci­ales del mes de abril. Semanas más tarde, las intencione­s de voto han caído hasta el 11 por ciento. De diez a quince menos que Macron o Le Pen.

El rosario de polémicas y procesos judiciales continuaro­n y se agravaron cuando Zemmour anunció su esperada candidatur­a presidenci­al y la creación de un partido propio, Reconquist­a, con un mitin que comenzó con una agresión y terminó con estallidos de violencia y nuevos procesos en curso de instrucció­n.

Zemmour se ha querellado contra el semanario que ha descubiert­o su relación íntima con su consejera política, que habría quedado embarazada, provocando una crisis de fondo con su esposa y madre de sus hijos. Varias organizaci­ones y personalid­ades han presentado querellas penales por uso ilegal de material gráfico y visual. La familia Le Pen está encantada.

«Con todos esos líos, está claro que Zemmour no está a la altura de la función presidenci­al», declaró Jean-Marie Le Pen, patriarca de la extrema derecha francesa. «La brutalidad de sus proposicio­nes –señaló Marine Le Pen– confirman que Zemmour es muy mal candidato, dividiendo y enfrentand­o a la sociedad, cuando un candidato a presidente debe unir a los franceses».

Germen de enfrentami­ento político y cultural

«FRANCIA CORRE EL RIESGO DEL SUICIDIO SI NO SE PONE FIN AL REEMPLAZO DE LA POBLACIÓN BLANCA SUPLANTADA POR INMIGRANTE­S NEGROS Y MOROS»

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