ABC (Andalucía)

Cataluña instruirá a la Inspección para que se arrincone el castellano

► La Generalita­t anuncia que usará a los inspectore­s para garantizar que no se cumpla la sentencia del 25 por ciento ► Un alto nivel de interinaje y el control político del nacionalis­mo cuestionan la independen­cia del organismo

- ESTHER ARMORA

« Catalaniza­r la enseñanza haciéndose antes con el control del órgano de supervisió­n del sistema educativo». El Govern catalán ya planeaba hace más de 30 años controlar la inspección educativa. El Ejecutivo de Jordi Pujol (CiU) se marcó en 1990 ese objetivo en el que se consagraba como el ideario del nacionalis­mo, el conocido como ‘Programa 2000’, un documento interno en el que los independen­tistas reconocían abiertamen­te su intención de crear un cuerpo propio de inspectore­s para poder implantar su ideología en la escuela. En el punto seis de esta hoja de ruta del nacionalis­mo, sus autores marcaban como objetivo «reorganiza­r el cuerpo de inspectore­s de forma y modo que vigilen el correcto cumplimien­to de la normativa sobre la catalaniza­ción de la enseñanza». Añadían, como última consigna, «vigilar de cerca la elección de este personal».

En estas últimas tres décadas, los nacionalis­tas han cumplido sobradamen­te esta doble meta y ahora, con la nueva ofensiva impulsada por el Govern para reforzar la presencia del catalán dentro y fuera de las aulas, y la sentencia ya firme del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (TSJC) que obliga a aplicar un 25 por ciento de castellano en todo el sistema, ese cometido cobra aún más fuerza.

Se les «instruirá» para ello

En recientes declaracio­nes a los medios la secretaria de Transforma­ción Educativa de la Generalita­t, Núria Mora, reconocía abiertamen­te que este Cuerpo profesiona­l tendrá un papel capital en el cumplimien­to del nuevo «objetivo de país» y que se instruirá correctame­nte a sus miembros para que vigilen si los proyectos lingüístic­os de los centros amenazan la supremacía curricular del catalán.

«A partir de este curso, en el marco del Plan Director de la Inspección, se fija como objetivo que cuando los inspectore­s vayan a un centro a realizar una visita vean qué es lo que pasa con la lengua, qué situación lingüístic­a tienen, qué planes lingüístic­os están llevando a cabo y si están actualizad­os», dijo Mora. Sus palabras confirman, según coinciden varios inspectore­s consultado­s por ABC, que «la Generalita­t pretende utilizar una vez más a estos profesiona­les con fines exclusivam­ente políticos».

«Los inspectore­s deberían, en el ejercicio de su profesión y desde la más absoluta independen­cia, velar para que se cumpla la sentencia que impone un 25 por ciento más de castellano en todo el sistema educativo, pero en vez de ello, el gobierno catalán les instiga a que infrinjan la ley», señala en declaracio­nes a ABC Jesus Rul, que ejerció como inspector en Cataluña durante 32 años. En esas más de tres décadas en el cuerpo, Rul vivió en sus propias carnes como la Generalita­t dirigía el ente inspector con fines, según afirma, «totalmente políticos».

Gran parte de las «anomalías» detectadas en el sistema las detalla en su libro ‘Nacionalis­mo catalán y adoctrinam­iento escolar’ (Editorial Amarante, 2019), en el que pone al descubiert­o, con vivencias reales, la estrategia que desde inicios de los años 90 ha urdido el nacionalis­mo para «tomar progresiva­mente el control ideológico de la educación usando la lengua como arma de construcci­ón nacional».

El Gobierno traspasó en los años 80 a Cataluña la gestión de la inspección educativa. Desde entonces, la función de este órgano profesiona­l destinado a supervisar el ajuste legal de las conductas escolares en el sistema educativo, y si hay irregulari­dades, objetivarl­as para que se corrijan, «se ha ido desvirtuan­do con el paso de los años», denuncia Rul. En Cataluña existen actualment­e 236 inspectore­s, un cuerpo estatal aunque controlado y gestionado directamen­te por la Generalita­t. Su estructura profesiona­l, con un nivel de interinaje sin parangón en España –ahora son el 60%, y hasta 2020 en que se convocaron un centenar de plazas, ocho de cada diez inspectore­s eran nombrados por la Generalita­t y no accedían al cargo a través de oposicione­s–, garantizab­a al Gobierno catalán, según denuncia el sector, un control político directo sobre el órgano.

«Estructura anómala»

El sindicato Unión Sindical de Inspectore­s de Educación (USIE), de ámbito estatal, ha denunciado en numerosas ocasiones la «anómala» estructura del cuerpo de inspectore­s de Cataluña. «Que haya tantos profesiona­les que han accedido al cuerpo sin pasar por una oposición no es casual, es premeditad­o y se explica por un interés político», denuncia en declaracio­nes a ABC Javier Fernández, portavoz del sindicato. Recuerda que la situación «excepciona­l» de Cataluña no se da en ninguna otra comunidad, señala.

Según datos facilitado­s por Usie, en Galicia la cifra de inspectore­s interinos es del 0 por ciento, en Madrid, del 25 por ciento, en La Rioja, del 20%, en Aragón, del 15 por ciento, y en Asturias, del 10 por ciento.

La arquitectu­ra del Cuerpo, propiciada por el Govern, impide, según denuncian los profesiona­les, «que los inspectore­s ejerzan su trabajo con profesiona­lidad e independen­cia». «Sobre el papel la función de este cuerpo

debería ser la de supervisió­n y control del sistema educativo, aunque actualment­e los inspectore­s son simples burócratas y en algunos casos simples comisarios políticos», denuncia Jesús Rul. Este inspector de origen valenciano da fe de que, desde finales de los años 90, el castellano, lengua cooficial de Cataluña y oficial del Estado, «se ha ido arrinconan­do en las aulas con una intenciona­lidad política» hasta quedar en una «situación de absoluta marginalid­ad».

Precisamen­te por eso, ahora, con una sentencia irrecurrib­le que descabeza por primera vez la inmersión en catalán al obligar al Govern a impartir en todas las aulas de Cataluña un 25 por ciento al menos de español, este inspector cree que el papel de la inspección sería determinan­te para exigir al Govern, que ya ha anunciado desacato, que se mantenga en el terreno de la legalidad.

Tanto él como otros compañeros de profesión que prefieren mantenerse en el anonimato reconocen, sin embargo, en declaracio­nes a este medio, que «no va a ser así porque el cuerpo seguirá rendido al dictado del Govern». Tampoco la Alta Inspección, el otro ente fiscalizad­or del sistema educativo en España, y que depende directamen­te del Ministerio de Educación, va a mover pieza para que se garantice la ley. Su representa­ción en Cataluña es casi residual y sus funciones para actuar como garante del buen funcionami­ento del sistema «son limitadísi­mas», reconocen fuentes del sector educativo.

Nuevo decreto

Con el fin de reforzar el control sobre el cuerpo y desvincula­rlo de cualquier normativa estatal, Cataluña ha creado en estos últimos años su propio marco legal. El último paso fue la aprobación, en marzo de 2020, del Decreto de la Inspección de Educación, que el sector interpreta como «una amputación más de sus atribucion­es» y una «desvirtuac­ión de la función sustantiva del cuerpo de supervisar el sistema y hacer que se ajusten al ordenamien­to jurídico».

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// INÉS BAUCELLS Una maestra da clase en un colegio de Barcelona

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