ABC (Andalucía)

Censurar la historia

«Es un hecho comprobado que todo poder iletrado procura mantener a sus súbditos en la inopia del pasado»

- JOSÉ ANTONIO GÓMEZ MARÍN

No nos habíamos repuesto de la noticia sobre el probable nombramien­to de la ex-ministra Celaá como embajadora en el Vaticano – ¡y se quejaba en tiempos la sagrada curia con egregios legados como Ruiz-Jiménez o Puente Ojea!—cuando recibimos otra fenomenal: la de que la ministra de Educación de Sánchez ha decidido eliminar de los programas de Historia no sólo la mención del Medievo incluido Al Andalus sino a los mismísimos Reyes Católicos o los Austrias para concentrar al alumno en la «modernidad». Bueno, es cierto que ya va teniendo uno el cuerpo hecho a la burricie revisionis­ta que derriba estatuas de Colón cuando no propone, ya en plan talibán, volar el Valle de los Caídos, tal vez para enrasar el concepto histórico de las nuevas generacion­es con la ignorancia de los propios gobernante­s, pero esto de que lo que ellos llaman «memoria histórica» al completo haya quedado en manos de una «barbi» sin instrucció­n pasa ya la penúltima raya.

La señora Alegría, que no es historiado­ra sino «diplomada en magisterio, especialid­ad en educación primaria», llegó hablando de «recuperar el diálogo» y «tender puentes» pero se ve que ha sucumbido pronto a la iconoclast­ia ignara del presidente de México o de los separatist­as catalanes que ven en Colón la vera efigie del genocidio y en fray Junípero su mano cómplice. Y tras esa línea roja –donde la ministra pace y ramonea a placer—se ha propuesto perpetrar una expeditiva lobotomía en el hipocampo de nuestros bachillere­s buscando un modelo capaz de complacer lo mismo a los asesinos de ETA que a los meritorios del bolivarism­o o al mentecato mexica. Cicerón decía que quitarnos el conocimien­to auténtico del pasado sería mantenerno­s en una eterna infancia, pero ¡a ver cómo llevar hasta Cicerón a esa «diplomada» rasa!

Fuera de Marx o de Santayana eso de que los pueblos que ignoran su historia están condenados a repetirla parece una propuesta más que razonable. Pero es un hecho comprobado, en cualquier caso, que todo poder iletrado procura mantener a sus súbditos en la inopia del pasado. Con Franco, los bachillere­s, una vez sublimado el vitriolo revulsivo de la Ilustració­n diecioches­ca, saltábamos inocentes desde la Guerra de la Independen­cia a la hazaña del Llano Amarillo, obviando dos repúblicas, la pérdida de las colonias y la tragedia de la guerra civil. Y se conoce que el sanchismo, tan nesciente, ignaro y hasta plagiario, proyecta oficializa­r una Historia nueva en la que el galimatías «de género» y el obsesivo imaginario sexista cubran el vacío de la imprescind­ible memoria colectiva. Esto lo hace en un país civilizado y ya le habrían retirado su «diploma» a esta maestrilla de tres al cuarto.

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