En mi casa no
«Esta izquierda insensata ha demostrado ya que realidad y Justicia le importan un bledo»
LLEVAMOS más de cuatro años escribiendo ríos de tinta sobre Juana Rivas. No por el mero interés periodístico del caso. Lo de la ‘sufriente’ madre granadina, de no haberse utilizado políticamente como se ha hecho, no debería haber pasado de la reseña de unos hechos. Lamentables, pero pertenecientes al ámbito doméstico. Como hay otros muchos.
Pero el relato era perfecto. O a algunos les pareció así. Una mujer llorosa que no quiere entregar sus hijos a un padre maltratador y huye de la Justicia. Tan machista. Se han visto teleseries con argumento más pobre. En tropel, el feminismo profesional y el populismo rampante la tomaron como icono al que agarrarse. Como si faltaran causas. En aquel verano de 2017 Juana Rivas estuvo en la casa de todos. Por justificar tamaña voluntad acogedora, convengamos piadosos en que quizás entonces faltaban datos ante lo conmovedor de la historia.
Se fueron obteniendo. Más ríos de tinta. Terminó en condena judicial el conocimiento de los hechos probados. Y se le siguieron perdonando los que ella nunca fue capaz de probar. No sólo no se frenó su defensa radical. El Gobierno terminó concediendo ufano hace un mes el indulto parcial a Rivas. Y maniobró en las más altas instancias para que quedara libre de inmediato, blanqueando toda su historia.
Ahora, para evitar su puesta en libertad, un demoledor auto del juez que seguramente mejor conoce la causa ha terminado por desvelar más datos especialmente escabrosos de este desgarrador e interminable episodio. Uno de los niños pudo sufrir una agresión sexual estando a cargo de la madre, que no lo protegió como debió, empeñada como estaba en su otra cruzada. Volver a dejarlo con su ‘sufriente’ progenitora representaría un «peligro» para el crío, viene a decir el togado.
¿Cambiará algo el conocimiento de estos hechos? Seguro que no. Esta izquierda insensata ha demostrado ya muchas veces que la realidad y la Justicia le importan un bledo si se alejan de su acción política. Y que es capaz de seguir cayendo en el peor de los ridículos con tal de seguir dividiendo —buenos, malos; hermana, yo sí te creo— en una deriva que deberíamos evitar acoger. En nuestra casa, no.