Es la libertad, imbéciles
El desafío a la Justicia en España ya no es un temor sino una certeza a la que lamentablemente nos vamos acostumbrando
Decíamos ayer que lo que está en juego es la libertad. Hoy tenemos ejemplos desde Canet a Maracena. Retorcer los derechos, aplicar de forma selectiva la presunción, normalizar el acoso, usar en beneficio de intereses partidistas una institución como la Fiscalía del Estado… El desafío a la Justicia en España ya no es un temor sino una certeza a la que lamentablemente nos vamos acostumbrando. En parte porque fuimos cómplices como sociedad al admitir que una exministra saltara sin solución de continuidad a dirigir esa Fiscalía que Pedro Sánchez, tal como dijo, considera un arma del Gobierno en vez de una defensa del interés común y del Estado. Ahora nos resulta chocante que Dolores Delgado no sepa del acoso al niño de Canet y sin embargo se desviva por liberar a Juana Rivas.
Es fácil de entender: los acosadores del niño de cinco años cuyos padres reivindican su derecho a aprender en español en Cataluña son amigos del Gobierno y Juana Rivas, el nuevo (y más que discutible) icono oficial de mujer maltratada, se ha convertido en referente de desafío a las leyes y los tribunales.
Prueba de cómo los acontecimientos nos superan sin capacidad de reacción es que en el caso de Canet ya no alarma que el derecho mancillado sea que un niño de cinco años pueda estudiar ¡solo un 25 por ciento! de las clases que recibe en la lengua oficial del Estado, sino que ya estamos a otras urgencias, como que a la familia que lo reclama se le persiga y acose por exigir el cumplimiento de su derecho constitucional y en definitiva por sentirse y declararse española en Cataluña.
Como el niño de Canet, estamos huérfanos de Estado y país crítico los que nos planteamos cómo es posible que alguien como Juana Rivas, que secuestró a sus hijos, que ha perdido todas sus batallas judiciales y a cuyo indulto se opone media sala del Supremo consultada, sea a ojos del Gobierno y la izquierda más obtusa una víctima del sistema judicial, urgente candidata a ser exonerada de cualquier reproche penal, en vez de una mujer rota por cuantos le han utilizado para hacerla inmerecido símbolo del feminismo.
Pero es más, cuando la evidencia reclama sentido común, el objetivo torna a perseguir al juez que se mantiene firme en su criterio, censurando su ideología desnuda en las redes sociales, para advertir a quienes no comulguen con el pensamiento único de la necesaria observancia de cierta ‘jurisprudencia’, so pena de acabar señalado como el niño de Canet. Son ejemplos de cómo se atenta contra la libertad en un país cuyo Gobierno entretiene al pueblo con una huelga de juguetes mientras juega con ‘su’ Fiscalía.
Juana Rivas, el nuevo (y más que discutible) icono oficial de mujer maltratada, se ha convertido en referente de desafío a las leyes y los tribunales