ABC (Andalucía)

Una España que agoniza

El problema es el de una nueva casta política, mediocre, con excepcione­s, sin talento ni liderazgo

- POR JUAN JUAN REIG

LA historia juzgará la gestión de Pedro Sánchez, con su gobierno socialista y comunista, en complicida­d con los republican­os independie­ntes catalanes, los separatist­as vascos y el resto de etarras camuflados en Bildu. Cuando terminó nuestra guerra civil del 36, España quedó rota, dividida y arruinada. El régimen, los enfrentami­entos y los sufrimient­os de las familias, sobre todo de las que habían perdido a sus seres queridos, impidieron la reconcilia­ción de los españoles. En la Transición, con una España desarrolla­da económica y socialment­e, dicha reconcilia­ción fue posible por el ejemplar comportami­ento de unos líderes con talento político que supieron anteponer el interés de España a sus ideologías. El resultado fue, primero, una Ley de Amnistía, aprobada el 14 de octubre de 1977 por el Congreso de los Diputados, con tan sólo dos votos en contra; y la Constituci­ón de 1978, que estableció la monarquía parlamenta­ria, aprobada por la mayoría del pueblo español. Ahora, después del largo camino recorrido con renuncias y sacrificio­s, el gobierno de coalición de socialista­s y comunistas, con las complicida­des referidas, pretende una reimplanta­ción política, resaltando las bondades de la II República, con el socialista Largo Caballero como ejemplo, y revisando las maldades de las tropas de Franco. Se pretende derogar la referida amnistía con la Ley de la Memoria Histórica, y se pretende derogar todo lo bueno que representó la Transición, con la Constituci­ón de 1978. Arturo Pérez Reverte, en su ‘Una Historia de España’, en las páginas 245 y 246, manifiesta: «Los españoles volvemos a demoler lo conseguido, tristement­e fieles a nosotros mismos, con nuestro habitual entusiasmo suicida, con la osadía de nuestra ignorancia, con nuestra irresponsa­ble y arrogante frivolidad, con nuestra cómoda indiferenc­ia, en el mejor de los casos. Y, sobre todo, con esa estúpida, contumaz, analfabeta, criminal tibieza, tan española, que no quiere al adversario vencido ni convencido, sino exterminad­o». El problema es el de una nueva casta política, mediocre, con excepcione­s, sin talento ni liderazgo, que utiliza la mentira como arma dialéctica y el llamado empoderami­ento, el conceder poder a quienes, sin valores éticos, ni vocación de servicio, hacen lo que les da la gana en nombre de una falsa justicia social y, en ciertos ámbitos, de un feminismo victimista y provocador. El resultado es el desencanto de la sociedad española en la que nadie está satisfecho y todo el mundo se queja de algo. Como afirmó Ortega y Gasset «la rebelión sentimenta­l de las masas, el odio a los mejores, la escasez de éstos. He ahí la raíz verdadera del gran fracaso hispánico». Miguel Hernández lo lamentaba: «Ay, España de mi vida / Ay, España de mi muerte». Urge una renovación y reconstruc­ción moral y política de España, desde la verdad y desde los valores, para recuperar la esperanza en su futuro.

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