Las tablas
Uno se puede meter con Kenny G, pero Yolanda Díaz tiene bula incluso antes de haber ido a ver al Papa
KENNY G es el Richard Clayderman del siglo XXI. No sé si arrendarme la ganancia. 75 millones de discos vendidos. Y el tipo se siente subestimado en general. Peny Lane, que es una directora con ese nombre de canción, ha hecho un documental para HBO Max (‘Listening to Kenny G’, Escuchando a Kenny G.). La mujer quería saber por qué el instrumentista con más ventas de la historia pone de los nervios a tanta gente. También es verdad que a otra mucha le hace gracia. Si no, recordemos el ‘sketch’ de ‘La hora Chanante’ (‘Suave suave su-su-suave’) en el que Michael Bolton y Kenny G eran la misma persona. Kenny G hace jazzito, que sería el equivalente a nuestro cargante flamenquito. Podríamos decir que nadie te obliga a escucharlo. Pero no es verdad porque se escucha en los bancos y en los dentistas. Dice Ben Ratliff, que fue crítico de jazz del ‘New York Times’, que hay «un intento empresarial de calmar los nervios». También se cuenta en el documental que en China una de sus composiciones señala el fin de la jornada laboral. Hi ho, a casa a descansar. Y él cree que para la gente no es un personaje sino un sonido. Y sabe que si se cortara el pelo su carrera se iría al garete. El personaje, y no el sonido, resulta alucinógeno. Cómo me gustaría un documental así, una entrevista así con Yolanda Díaz. A la vicepresidenta le pasa como a Kenny G, pero sin éxitos palpables de momento. Mucha gente adora su discurso melifluo, su dedito enroscándose en el pelo, su hablar bajito, su ‘je ne sais quoi’. Porque realmente no sé qué diantres es lo que le ven.
A Massiel, una señora de izquierdas, incluso relacionada con el PSOE por Carlos Zayas, no le gusta Yolanda Díaz. «De este Gobierno, la parte podemita no me interesa nada». No está entre esa parte de España que se pregunta: «¿A quién no le va a gustar una Yolanda Díaz del siglo I?». El otro día se peleó un poco en el ‘Deluxe’ con Jorge Javier Vázquez, a quien sí le gusta la vicepresidenta. Es verdad que Massiel dijo algunas tonterías como que el otro día llevaba un traje de 4.000 euros en ‘Vanity Fair’. No era en ‘Vanity Fair’ y el vestido de cuero era de Uterqüe, tan gallego como las ‘Follas Novas’ de Rosalía. La que cambió el mundo, no la del tratrá. También soltó esto: «Lo de que la vicepresidenta vaya a ver al Papa para conseguir votantes… Apaga y vámonos. Es la estrategia de la araña. ¿Dónde hay que sacar votitos?, que ahí me pongo». No pasa nada si te metes con Kenny G, pero Yolanda tiene bula hasta antes de ir a ver al Papa. Tibor Fischer creía que el elogio que Martin Amis recibió por ‘Experiencia’ fue su perdición. «Claramente se le ha metido en la cabeza que puede escribir cualquier cosa y será venerado como Moisés con las tablas».
Yolanda va por ahí con sus tablas transversales. Yo, mientras, escucho ‘Eres’ de Massiel. Ojalá en el dentista.