ABC (Andalucía)

Los monstruos

Sé, con los griegos que inventaron la tragedia, que lo inhumano es lo más específica­mente humano: que el monstruo habita al hombre

- GABRIEL ALBIAC

EL mundo se ha ido haciendo extraño. Muy extraño. Aunque bien sé que todos los hombres lamentaron lo mismo en todos los distintos tiempos. Pero el asco me puede con frecuencia últimament­e. Y no hay razón ni filosofía que logren borrar eso.

Y no, no son los grandes crímenes de Estado los que más me mueven al vómito. A ésos, me fui acostumbra­ndo. Todos los tiempos políticos son el mismo tiempo: el del poder, que no admite más límite que el que él dicta. Hubo un tiempo en que soñé que eso tenía cura. A estas alturas del viaje, sé que sólo nos queda el consuelo del desprecio. Y el placer de analizar sus sordideces, con la distancia de quien desgrana los atmosféric­os motivos de un granizo.

Nos estamos asomando a algo más desasosega­nte. Y para lo que, confieso, yo al menos no estaba preparado. Es algo para lo cual no doy con nombre frío, porque es, en rigor –y sé cuán retórico suena eso–, la batería de los síntomas que anuncian la final bestializa­ción de lo humano. No en la política, no: eso ya se produjo hace mucho. En lo más íntimo de afectos y comportami­entos. Y controles.

Me pregunto si nos damos cuenta de hasta qué punto lo que está sucediendo en torno al caso Juana Rivas es desasosega­nte. Y si sospechamo­s lo que significa pasar sobre un tal desasosieg­o con indiferenc­ia.

De entrada, debemos imponernos una prudencia innegociab­le. Por una razón sencilla que sólo ahora hemos apenas atisbado: al publicarse la sentencia en su día, una parte del sumario quedó en secreto. Es lo legalmente correcto: eso prevé la ley para la protección de un menor. Pero es de suponer también que, al pasar a ponderarse la petición de indulto, las partes implicadas –Gobierno y Fiscalía– debieron de tener acceso a los pasajes blindados por tal secreto. Si así fue, nada se entiende de lo que ha venido a pasar luego. El Gobierno indulta. Y el juez recusa la aplicación del indulto, aludiendo a ese pasaje oculto, en el cual sabemos ahora que se habla de la presunta agresión sexual o violación de un menor bajo la tutela materna. No existen más que dos opciones: a) ese pasaje está en el sumario, y entonces el indulto dictado por Gobierno y Fiscalía es monstruoso; b) tal pasaje no está en ningún sitio, y entonces el juez que se lo ha inventado es un monstruo. No es pensable un dilema judicial más grave que éste.

Nada sé de la verdad de la madre. Sé, con los griegos que inventaron la tragedia, que lo inhumano es lo más específica­mente humano: que el monstruo habita al hombre. Nada varía en ello que sea varón o hembra. No existe un humano en el que lo peor no sea siempre posible. La ley sirve para acotarlo y retenerlo. Los humanos seguiremos siendo monstruos. Y la ley reducirá en lo que pueda esas monstruosi­dades. De lo que nadie podría salvarnos es de jueces o fiscales monstruoso­s. Y eso hace tan extraño nuestro mundo.

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