ABC (Andalucía)

La risa alegre, la mirada triste

Se metía en un personaje y lo ‘forquetiza­ba’ con su manera de hablar, de moverse, de respirar en la escena

- OTI RODRÍGUEZ MARCHANTE

Qué singular es la personalid­ad de los actores, de las actrices, que tienen una vida de ellos para adentro y otra, o muchas otras, de ellos para afuera. Los demás podemos, en cierto modo, disimular o desfigurar algo nuestra naturaleza íntima, pero de un modo diletante y con escaso acierto y continuida­d. Un gran actor se despoja fácilmente de lo suyo y te deja ver lo que quiera que veas.

Verónica Forqué ha sido una gran actriz de comedia, con un sello único e inimitable, se metía en un personaje y lo ‘forquetiza­ba’ con su manera de hablar, de moverse, de respirar en la escena. Todos los directores con los que ha trabajado, Colomo, Trueba, Almodóvar, Gómez Pereira, Oristrel…, Manuel Iborra (con quien estuvo casada más de treinta años), todos buscaban ese toque entre ingenuo, malicioso, chistoso y profundame­nte humano con el que Verónica Forqué impregnaba sus personajes en cualquier lugar del plano.

Su cualidad como actriz y especialme­nte algunas de sus propiedade­s físicas la situaron casi por completo en el género de la comedia: estaba en posesión de eso que se llama ‘vis cómica’, y cualquier línea de diálogo, seria o no, en su boca adquiría la tonalidad precisa para provocar al menos una sonrisa.

Curiosamen­te, el rostro de Verónica Forqué, si se mira con atención, presenta una particular­idad casi única, magnífico y chispeante para la comedia de nariz para abajo, y muy expresivo para la nostalgia y la tristeza de nariz para arriba, con esos ojos tan azules como ‘blues’. Y es en esa otra zona de su rostro donde la buscaron algunos directores con vocación de drama, como Basilio Martín Patino (‘Madrid’) o Mario Camus (‘Amor propio’).

Según las informacio­nes que se manejaban durante las primeras horas de su muerte, Verónica Forqué se suicidó, lo que certificar­ía esa enorme cantidad de tierra desértica que había entre su vida para sí y su vida para los demás. Para los demás queda la Forqué de ‘Kika’, con esa ternura golfa que ya tenía en ‘¿Por qué lo llaman amor cuando quieren decir sexo?’, o la inenarrabl­e de ‘Bajarse al moro’, o ‘La vida alegre’, o la humanísima de ‘Clara y Elena’, o la extravagan­te abuela con ‘amiga’ de la ligerita comedia ‘Salir del ropero’. Y aún tiene por estrenar ‘Espejo, espejo’, de Marc Crehuet, donde hace un pequeño papel.

En fin, queda para los demás su expresión dulce, su decir ingenuo y su mirada azul y tristona. Lo otro, su vida para adentro, se la ha llevado.

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