Verónica Forqué, feliz madre pero esposa infeliz
▶ «He sido una mujer sometida», llegó a confesar tras 34 años de relación con Manuel Iborra
La intérprete mantenía una relación de amor incondicional con su única hija, María
No es justo que la última impresión que deja Verónica Forqué en los espectadores sea la de esa mujer desquiciada en los fogones de ‘MasterChef’. Ella nunca fue de tener los pies muy en la tierra, pero siempre fue de dar su corazón con una generosidad inusual. Muchas veces parecía estar en otra parte, sí, pero luego demostraba que había estado ahí todo el tiempo con una sonrisa, cogiéndote del brazo mientras te hablaba con ese tono tan suyo, atravesándote con su mirada cristalina. Dulce pero directa, amable pero dura si hacía falta. Fue en ese ‘reality’ de TVE donde la actriz hizo algunas confesiones sobre su matrimonio con el director Manuel Iborra, con el que vivió 34 años y con el que tuvo una hija: «Es un hombre del que me separé hace seis años y no me ha vuelto a hablar. Nunca. Se acabó porque él quiso que se acabara, porque yo le amaba, pero no le podía soportar. Era un aburrimiento de vida, parecía una vieja de 80 años». Verónica ya había destapado otras intimidades de una pareja que en los años 90 arrasó en audiencia y taquilla: «Yo era muy desgraciada (…) Lo que más me ha unido a él es mi niña, María, que es un sol y la tengo gracias a él, pero yo me lo curré porque él al principio no quería tener hijos (…) Ser director de cine es muy complicado, hay que tener muchos cojones y él nos los tiene. Vive instalado en el miedo y si vives así eres un desgraciado y haces desgraciado a todos». No fue feliz en su matrimonio: «He sido una mujer sometida sin saberlo», llegó a reconocer.
María, su gran apoyo
Madre e hija hacían dos viajes juntas al año: uno en verano, otro en navidades. La relación entre ambas era de amor absoluto, de apoyo incondicional, como pudimos apreciar en la visita de María Forqué (31 años) al plató de ‘MasterChef ’ cuando más lo necesitaba Verónica: «¡Eres una guerrera y te amo! Mi corazón, para ti siempre», le decía a su madre, que rompía a llorar emocionada. Aquello fue un remanso de paz en el fragor de una batalla que la actriz no supo gestionar. «La quiero mucho. Siempre hablamos mucho porque ella es más observadora. No intima tanto, no quiere a todo el mundo ni le cuenta a todo el mundo todo a la primera, como hago yo. Es muy lista». La madre, presumiendo de aquello que ella apreciaba en su hija y que, precisamente, ella parecía necesitar: «Es muy feliz, muy madura, no se complica la vida por nada». En eso fueron muy distintas.
Una foto en la bañera, metida en litros de sangre, fue su primer ‘hit’ artístico. María se convirtió en ‘virgen María’, la provocadora que hace caja con sus creaciones. Más que un pseudónimo, una marca.