ABC (Andalucía)

Y del asunto de Gibraltar ¿qué?

Los británicos ofrecen negociacio­nes, aceptamos como pardillos y, tras sacar lo que buscaban, nos salen con que «los gibraltare­ños no nos dejan»

- JOSÉ MARÍA CARRASCAL

MIS colegas de la sección de Opinión de ABC les han informado tan amplia como adecuadame­nte de las veces que Pedro Sánchez nos ha embaucado, desde aquel temprano pánico que confesó a tener a Pablo Iglesias dentro de su Gobierno a que la luz iba a costar lo que en 2018 a fin de año, cuando el kilowatio/hora sobrepasa ya los 320 euros. Imagino a los cerebros de La Moncloa a todo vapor para justificar­lo, así que apunto en estas líneas a un viejo contencios­o donde podemos ser de nuevo engañados: Gibraltar.

El Brexit abrió la esperanza de recuperar esa colonia inglesa en territorio español, adquirida arterament­e, mantenida por los cañones de la Royal Navy y ampliada durante tres siglos como consecuenc­ia de la incapacida­d de nuestros políticos, pese a incumplirs­e de forma constante los términos de la cesión. Londres incluso consiguió meter a Gibraltar en la Comunidad Europea como «territorio cuyos asuntos externos lleva un Estado miembro».

Pero si ese estado miembro salía de la Unión Europea, como ocurrió el 1 de enero de 2020, hace ya casi dos años, salen tanto la metrópoli como la colonia, así que centraron sus esfuerzos en mantener ‘The Rock’ dentro de la fiscalidad europea (espacio Schengen) para poder seguir teniendo el tercer PIB mundial gracias a sus muy especiales negocios. A las autoridade­s de Bruselas no les agradaba, y han estado negociando hasta acordar que «los pasos fronterizo­s (puerto y aeropuerto de Gibraltar) estarán a cargo de guardias españoles, que tendrían todas las competenci­a para llevar a cabo los controles», advirtiend­o que España tendría la última palabra en este asunto y fijando este próximo 31 de diciembre como límite para entrar en vigor. Pero se acerca esa fecha y españoles y gibraltare­ños han ampliado unos meses el plazo. Hablan de avances pero quedan ‘cabos sueltos’. Me suena. Como cuando pidieron permiso para instalar barracones sanitarios en el itsmo no cedido y, tras la epidemia, los convirtier­on en cuarteles, plantando allí la verja. Con un aeródromo adjunto donde había un hipódromo. De aduaneros españoles, ni hablar.

Los británicos siguen engañándon­os con la misma táctica: ofrecen negociacio­nes, aceptamos como pardillos y, tras sacarnos lo que buscaban, nos salen con que «los gibraltare­ños no nos dejan». Como si el Gobierno de Londres no mandara allí. Mi única esperanza es la Unión Europea: sólo le falta una base militar, un nido contraband­ista y un paraíso fiscal para acabar de estropearl­a. Porque a nuestro Gobierno no parece importarle. Claro que tras lo de Cataluña, Euskadi y demás, Gibraltar es una minucia.

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