Y del asunto de Gibraltar ¿qué?
Los británicos ofrecen negociaciones, aceptamos como pardillos y, tras sacar lo que buscaban, nos salen con que «los gibraltareños no nos dejan»
MIS colegas de la sección de Opinión de ABC les han informado tan amplia como adecuadamente de las veces que Pedro Sánchez nos ha embaucado, desde aquel temprano pánico que confesó a tener a Pablo Iglesias dentro de su Gobierno a que la luz iba a costar lo que en 2018 a fin de año, cuando el kilowatio/hora sobrepasa ya los 320 euros. Imagino a los cerebros de La Moncloa a todo vapor para justificarlo, así que apunto en estas líneas a un viejo contencioso donde podemos ser de nuevo engañados: Gibraltar.
El Brexit abrió la esperanza de recuperar esa colonia inglesa en territorio español, adquirida arteramente, mantenida por los cañones de la Royal Navy y ampliada durante tres siglos como consecuencia de la incapacidad de nuestros políticos, pese a incumplirse de forma constante los términos de la cesión. Londres incluso consiguió meter a Gibraltar en la Comunidad Europea como «territorio cuyos asuntos externos lleva un Estado miembro».
Pero si ese estado miembro salía de la Unión Europea, como ocurrió el 1 de enero de 2020, hace ya casi dos años, salen tanto la metrópoli como la colonia, así que centraron sus esfuerzos en mantener ‘The Rock’ dentro de la fiscalidad europea (espacio Schengen) para poder seguir teniendo el tercer PIB mundial gracias a sus muy especiales negocios. A las autoridades de Bruselas no les agradaba, y han estado negociando hasta acordar que «los pasos fronterizos (puerto y aeropuerto de Gibraltar) estarán a cargo de guardias españoles, que tendrían todas las competencia para llevar a cabo los controles», advirtiendo que España tendría la última palabra en este asunto y fijando este próximo 31 de diciembre como límite para entrar en vigor. Pero se acerca esa fecha y españoles y gibraltareños han ampliado unos meses el plazo. Hablan de avances pero quedan ‘cabos sueltos’. Me suena. Como cuando pidieron permiso para instalar barracones sanitarios en el itsmo no cedido y, tras la epidemia, los convirtieron en cuarteles, plantando allí la verja. Con un aeródromo adjunto donde había un hipódromo. De aduaneros españoles, ni hablar.
Los británicos siguen engañándonos con la misma táctica: ofrecen negociaciones, aceptamos como pardillos y, tras sacarnos lo que buscaban, nos salen con que «los gibraltareños no nos dejan». Como si el Gobierno de Londres no mandara allí. Mi única esperanza es la Unión Europea: sólo le falta una base militar, un nido contrabandista y un paraíso fiscal para acabar de estropearla. Porque a nuestro Gobierno no parece importarle. Claro que tras lo de Cataluña, Euskadi y demás, Gibraltar es una minucia.