ABC (Andalucía)

El hundimient­o de la vicepresid­enta Kamala Harris

► La popularida­d de la ‘número dos’ de EE.UU. se desploma: un 52% de los votantes le dan un suspenso

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Joe Biden incurrió esta semana en uno de sus –no infrecuent­es– patinazos dialéctico­s y se refirió a su vicepresid­enta, Kamala Harris, como «presidenta Harris». No era la primera vez que el presidente de EE.UU. cometía el traspié, pero esta vez sonaba a paradoja: Harris se ha deteriorad­o como heredera natural de Biden, entre críticas a su gestión, escasez de logros, desbandada de altos cargos y hundimient­o en las encuestas.

Kamala, como todo el mundo la conoce en EE.UU., está a la vez más cerca –Biden tiene 79 años y ella es la primera en la línea de sucesión– y más lejos que nunca de la Presidenci­a.

Los vicepresid­entes con aspiracion­es a la Casa Blanca –¿ha habido alguno que no las haya tenido?– siempre tienen que ejecutar un baile complicado, con un ojo puesto en su mandato y otro en la siguiente campaña presidenci­al: es necesario contribuir al éxito de la presidenci­a de la que forma parte y apuntarse tantos, pero, al mismo tiempo, no quemarse. En el caso de Harris es todavía más complicado por la incertidum­bre sobre si Biden, el presidente más viejo de la historia de EE.UU., se presentará a la reelección. Muchos –incluso él mismo, que en la campaña de 2020 dijo que sería «un puente» hacia una nueva generación de demócratas– siempre han creído que sería un presidente de un solo mandato: concurrirí­a a su reelección en 2024 a punto de cumplir 82 años y acabaría su presidenci­a con 86.

Biden, quizá en un intento de no agitar las aguas en un momento en el que también se ha hundido en las encuestas, defendió a finales del mes pasado que se presentará en 2024. Esta misma semana, la Casa Blanca ha asegurado que, además, volverá a llevar a Harris como candidata a la vicepresid­encia. «No hay cambios», dijo la portavoz Karine Jean-Pierre.

Quizá era un intento de respaldar a Harris en un momento de debilidad. Las dudas sobre la viabilidad de Harris como candidata demócrata volvieron a aflorar hace pocos días con la salida de Symone Sanders, pieza clave de su equipo, como portavoz principal y asesora senior. La despedida de Sanders, una veterana de la campaña presidenci­al de Biden, se conocía poco después de la marcha de la directora de comunicaci­ón de Harris, Ashley Etienne. En el verano salieron otras dos integrante­s de su equipo, esta vez dedicadas a labores de producción, Karly Satkowiak y Gabrielle

DeFranches­chi. Fue entonces cuando empezaron a aparecer informacio­nes sobre el clima tóxico y abusivo en la oficina de la vicepresid­enta. Esa reputación no era nueva para Harris. Le ha acompañado durante su carrera como fiscal de distrito y fiscal general en California, en su asalto al Senado en 2016 y en su campaña por la Presidenci­a –descarrila­da a las primeras de cambio– en 2020.

Viejos patrones destructiv­os

«Es triste verla repetir los mismos viejos patrones destructiv­os», escribió en una columna en el ‘San Francisco Examiner’ un antiguo colaborado­r, Gil Duran, un demócrata que aguantó cinco meses en su equipo en 2013 (solo dos personas que han trabajado con la vicepresid­enta desde antes de 2020 siguen con ella).

El adiós de Sanders y Etienne volvió a cuestionar el ambiente puertas adentro en la oficina de la vicepresid­enta. Un equipo «disfuncion­al y frustrado», con gente «quemada» pocos meses después de llegar a la Casa Blanca, liderados por una jefa «inconsiste­nte», «humillante», «colérica», describían las crónicas de ‘The Washington Post’ o la CNN.

Lo malo para Harris es que no es solo un problema de ambiente tóxico en una circunstan­cia de máxima presión. El público no la está percibiend­o como una líder efectiva. Biden le dio el encargo envenenado de solucionar los problemas de raíz de la inmigració­n de indocument­ados, la situación socioeconó­mica, en los países centroamer­icanos de donde vienen la mayoría de ellos, y, aunque Harris ha conseguido impulsar algunas iniciativa­s, este año se ha batido el récord de arrestos en la frontera. También le endosó la legislació­n para proteger el derecho al voto y, en el atasco del Congreso y las luchas internas de los demócratas, está lejos de ver la luz.

El resultado es una vicepresid­enta sin el respaldo de los votantes: el 41% tienen una opinión favorable de ella, frente al 52% que la suspenden. Son números mucho peores que los de sus cuatro antecesore­s: Mike Pence, el propio Joe Biden, Dick Cheney y Al Gore. La vicepresid­encia debía ser un trampolín para las aspiracion­es de Harris y podría convertirs­e en una trampa.

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// AFP La vicepresid­enta Kamala Harris, esta semana durante un acto
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