ABC (Andalucía)

El ocaso del imperio turístico de la familia Hidalgo

► Globalia, que está a punto de dar salida a Air Europa, ha fusionado sus agencias y tiene en venta los hoteles ► El grupo, que facturó unos 4.000 millones de euros hace tres años, debe ahora casi mil millones al Estado

- GUILLERMO GINÉS / JORGE AGUILAR

Juan José Hidalgo dejó su pueblo natural de Villanueva del Conde (Salamanca) con menos de 20 años y una maleta de cartón. Eran los años de la posguerra y, como tantos otros españoles, decidió instalarse en Suiza, donde desempeñó un puñado de trabajos hasta que un buen día se percató de la cantidad de emigrantes que viajaban a España con frecuencia. Vio una oportunida­d y, con su Mercedes, empezó a trabajar de chófer para algunos de ellos a cambio de un precio económico. Sin saberlo, el joven salmantino estaba poniendo la primera piedra del que sería uno de los grupos turísticos más importante­s de la historia de España.

En poco tiempo a los emigrantes se sumaron los reclutas compañeros de la mili. Y en 1967, Hidalgo se vio con un millón de pesetas en el bolsillo... y lo invirtió. Compró un autobús Pegaso de 50 plazas en el que dormía después de extenuante­s jornadas. Luego llegaron las agencias de viajes de Halcón y los aviones. En 1991 se hizo con una participac­ión mayoritari­a de la que sería la joya de su corona: Air Europa. La aerolínea, que estaba en manos inglesas, se aprovechó de la liberaliza­ción del espacio aéreo y creció como la espuma.

Viajar había dejado de ser cosa de ricos. A finales de los noventa, el empresario bautizó su imperio como Globalia. Además de las agencias de viajes y la aerolínea, Hidalgo ya contaba entonces con el turoperado­r Travelplan. En menos de cinco años se unirían a ellos la división hotelera Be Live y la división de ‘handling’, servicios de asistencia en tierra. Hidalgo había creado un imperio de la nada.

El ‘halcón’, como se le conoce en el mundo turístico, siempre se enorgullec­ió de no haber recibido fondos públicos para alzar su imperio. «A mí nunca me han dado subvencion­es; sólo abrazos», decía en un acto en Salamanca producido en 2008 que recogía la periodista de ABC Rocío Blázquez.

Hoy, Hidalgo no solo colecciona ‘abrazos’ del Gobierno. Su grupo también ha percibido dos rescates públicos del fondo para empresas estratégic­as de la SEPI (uno de ellos está compartido con Barceló) y millonario­s créditos avalados por el ICO. Un salvavidas del Estado para el grupo Globalia de unos mil millones de euros.

En los últimos años, la situación ha cambiado radicalmen­te para Globalia. Las primeras pérdidas de su historia las sufrió en 2011 y 2012 como consecuenc­ia de la crisis financiera. Desde entonces volvió a números positivos y en 2018 el grupo consiguió un beneficio histórico de 48,7 millones de euros. Además, el número de empleados por entonces superaban los 15.000 millones.

La situación es radicalmen­te distinta ahora. Globalia no solo ha sido arrasada por el coronaviru­s, sino que además se encuentra en mitad de una reestructu­ración de su negocio y de su cúpula directiva. La pérdida más notable es la de Air Europa. Los Hidalgo llevan dos años negociando su venta a Iberia, y si bien esta semana ambas partes anunciaron que rompían el acuerdo inicial, también

se daban hasta finales de enero para tener uno nuevo.

Si llega a buen puerto, el nuevo pacto estará marcado por la nacionaliz­ación de una parte del capital social de la aerolínea, que pasará a manos del Estado. Otro porcentaje, mayoritari­o pero aún incierto, será para Iberia. Los Hidalgo mantendrán una participac­ión, pero minoritari­a. Será la despedida de la joya de la corona del grupo: de los 3.850 millones que facturó Globalia en 2018, 2.114 procediero­n de Air Europa, el 52%. Curiosamen­te, hace poco más de una década fue Air Europa la que intentó comprar Iberia, inmersa en una gigantesca crisis que le empujó finalmente a fusionarse con British Airways.

Su cadena de hoteles Be Live también tiene el cartel de ‘se vende’. En verano de 2020 estuvo a punto de fusionarse con Blue Bay hotels, la hotelera de Jamal Satli, pero las conversaci­ones no llegaron a buen puerto en una operación que fuentes del sector la calificaro­n a ABC como «sinsentido». En los últimos meses se ha vinculado a Barceló, pero poco ha trascendid­o de esas negociacio­nes. Si finalmente se concretan estos movimiento­s, el grupo se quedaría en los huesos, con el negocio de ‘handling’ como su último bastión.

Porque la segunda pata importante de la compañía, la división de agencias de viajes, con Halcón Viajes como punta de lanza, fue fusionada con Ávoris (Barceló), aunque en realidad es esta última la que tiene mayor control sobre la compañía resultante y en el futuro se espera que gane más peso aún.

El relevo generacion­al

No solo han cambiado las tornas a nivel operativo. La cúpula de Globalia se resquebraj­a, dañada por un incompleto relevo generacion­al. El fundador del grupo, que se mantiene como presidente, creó el puesto de consejero delegado en 2016 y nombró a su hijo Javier para ese cargo. En abril se conoció su dimisión, aunque según ha podido saber este periódico su vinculació­n con el conglomera­do no se ha roto del todo. Lo cierto es que durante los últimos meses se han producido un buen número de movimiento­s en en el consejo de Globalia que han afectado a directivos históricos del grupo.

Mientras, Juan José Hidalgo, a sus 80 años, ha abandonado su semirretir­o en República Dominicana para capitanear las negociacio­nes en la venta de Air Europa. El gigante que fundó hace ya más de dos décadas se tambalea sin su soporte.

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