ABC (Andalucía)

«Seguirá habiendo oleadas hasta que no encontremo­s un tratamient­o»

El asesor del Gobierno belga está convencido de que Ómicron no será la última versión grave del virus

- ENRIQUE SERBETO

Nathan Clumeck (El Cairo, Egipto, 1949), catedrátic­o emérito de Epidemiolo­gía, es uno de los científico­s más escuchados ahora en Bélgica. Fue uno de los pioneros a la hora de descifrar los secretos del sida cuando aún no se llamaba así la enfermedad y ahora acaba de publicar ‘La Amenaza viral’, un libro que pretende ser una guía de divulgació­n sobre la pandemia del coronaviru­s.

—España masivament­e se ha vacunado y sigue habiendo infeccione­s. ¿Qué ha pasado?

—Probableme­nte estamos asistiendo a la disminució­n de la eficacia de las vacunas con el tiempo. Ya sabemos que al cabo de cuatro o cinco meses los anticuerpo­s disminuyen.

—También hay refractari­os que dicen que la vacuna no sirve de nada.

—Ese es un razonamien­to falso. No es cierto que la vacuna no sirva para nada. Si no hubiera habido vacunas, habría miles de muertos más, la vacuna disminuye la mortalidad.

—¿Debemos esperar un ‘tsunami’ de infeccione­s con Ómicron?

—Ómicron se difunde más rápidament­e que Delta. Muy probableme­nte habrá un gran número de infeccione­s con Ómicron y no estoy muy seguro de lo que dicen lo sudafrican­os acerca de que es menos grave.

—¿Será la última variante grave?

—No. Aunque en Europa estuviéram­os todos vacunados al 100%, hay muchos países en el mundo donde no se están vacunando y allí el virus se multiplica. Aparecerán nuevas variantes y con los viajes acabarán llegando hasta nosotros. De alguna manera habría que considerar la vacunación obligatori­a para las personas vulnerable­s, aquellos que pueden acabar en la UCI, que no es todo el mundo, sino los mayores de 50-55 años.

—Usted ha declarado que habría que mirar esto como ha pasado con el sida, que no hay vacuna pero podemos vivir con el tratamient­o.

—En efecto, cuando tengamos medicament­os eficaces –y no creo que tardemos diez años–, entonces es cuando podremos controlar la pandemia. La vacuna sola no será suficiente, hacen falta vacunas y medicament­os. Con esas dos acciones segurament­e podremos controlar la pandemia.

—¿Lo de la inmunidad de grupo no ha servido de nada?

—Al principio pensábamos que si se inmunizaba el 70 o el 80 por ciento de la población ya estaría controlada la pandemia. Ahora en España, por ejemplo, se ha llegado a esas proporcion­es y no se ha logrado la inmunidad de grupo. El problema es que esta es una enfermedad muy, muy transmisib­le, y segurament­e habrá que pensar que es como la rubéola, que necesita que más del 95% de la población esté vacunada para que funcione la inmunidad de grupo y el virus deje de circular. Para eso hay que pensar que tendríamos que vacunar a toda la población hasta a los niños pequeños y no estoy seguro de que en las actuales circunstan­cias la gente aceptaría vacunar a los bebés, que son los que no sufren para nada la enfermedad y es evidente que no lo necesitan. Por eso creo que en vez de hablar de inmunidad de grupo, hay que hablar de inmunizar al grupo de riesgo.

—¿Quiénes forman ese grupo de riesgo?

—En Bélgica, por ejemplo, casi no hay muertes por debajo de 45 años, luego a partir de esa edad se puede considerar que están en el grupo de riesgo. Y luego todos los que tienen enfermedad­es que les fragilizan, empezando por los que padecen obesidad o sobrepeso, que sabemos que es un factor de riesgo porque acabamos de descubrir que el virus se encuentra muy cómodo en la grasa y provoca una inflamació­n general que es una de las complicaci­ones más graves. Si nos enfocamos en este grupo de gente, no habrá casos graves en los hospitales y la sociedad podrá seguir funcionand­o con normalidad aunque el virus circule. —Tal como lo dice, en realidad estamos hablando de un problema de los países ricos que es donde hay más esperanza de vida y por tanto más mayores y más abundancia de comida, es decir, más obesos. Se diría que con este virus la naturaleza está atacando a los países desarrolla­dos… —Esa es una interpreta­ción que le dejo que haga usted. Lo que yo digo es que la vulnerabil­idad depende mucho de las sociedades. En Estados Unidos hay más muertos entre los negros porque hay más gente obesa. Claro, la edad media en los países africanos es mucho más baja que en los nuestros, pero también puede influir que están mucho más tiempo al aire libre y que son menos obesos. Puede tener que ver, sí.

—¿Cuándo acabará esto?

—Nadie lo sabe. Si reflexiona­mos con la experienci­a de lo que ha pasado, podemos pensar que seguirá habiendo oleadas hasta que no tengamos un tratamient­o. Hay una carrera entre el virus por reproducir­se y nosotros tratando de inmunizar al máximo y buscando un tratamient­o curativo.

—Pero si solo tenemos la vacuna y sabemos que pierde eficacia con el tiempo, ¿qué hay que hacer?

—Pues no lo sabemos. Puede que después de la tercera dosis haya que usar una cuarta, sinceramen­te no lo sé.

—¿La humanidad había vivido antes una situación comparable?

—No. Esta es una situación única, porque es un virus que se transmite por el aire, por la respiració­n, y no existía antes por lo que nadie estaba inmunizado. El coronaviru­s no mata a todo el mundo, solo a los más frágiles y en los demás crea inmunidad y se convierten en la nueva población que resiste esta enfermedad.

—Es un mensaje darwinista...

—La naturaleza es darwinista. Nosotros vivimos en una sociedad civilizada y no dejamos a la naturaleza que haga lo que quiera. No sería ético abandonar a los más débiles.

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// ABC Clumeck es uno de los científico­s belgas más respetados

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