Alemania, Italia y Francia: experiencias de patrimonio editorial en Europa
► El papel de los sellos como Gallimard, Einaudi y Mondadori fue clave
En Europa existen distintas instituciones dedicadas a preservar los fondos documentales de los editores. Según el modelo –ya sea público, privado o mixto–, los grandes sellos pagan una cantidad por tener ahí sus documentos más importantes, que es el sistema mixto que se aplica en Francia. El material, reunido y conservado por un personal especializado, está a disposición de los investigadores, que pueden acceder a esa documentación, normalmente reunida junto a la de otros sellos, e incluso por autores o disciplinas.
Una de las primeras experiencias de este tipo surgió en Alemania, con el Archivo de Literatura Marbach, creado en 1955 a partir del patrimonio documental de la editorial Suhrkamp, originalmente radicada en Fráncfort. Hoy el Marbach reúne a los principales sellos en lengua alemana: Bremer Presse, Claassen, Cotta, Deutsche Verlags-Anstalt, Diederichs, S. Fischer, Kippenberg/Insel y Klostermann, entre otros.
En Francia funciona el Institut mémoires de l’édition contemporaine (IMEC), creado en 1988 tras el impulso puesto en marcha por Jack Lang, ministro de Cultura con François Mitterand y creador tanto del Centro Nacional del Libro como de la ley que introdujo la regulación del precio fijo. Uno de los modelos que siguió el gobierno francés para poner en marcha el IMEC fue el archivo de la editorial Gallimard, fundado por Claude Gallimard en los años 70 y que sirvió de experiencia piloto para lo que después fue el IMEC.
También sellos históricos como Einaudi y Mondadori en Italia contribuyeron a crear un sistema de clasificación, orden y catalogación de sus documentos editoriales y culturales fundamentales.
El caso español
No existe en España ninguna institución de estas características, o al menos no de esta naturaleza. Los archivos personales de editores, escritores y artistas han tenido ejemplos puntuales de cesiones y traspasos específicos como, por ejemplo, la donación que hizo Beatriz de Moura a la Biblioteca Nacional del archivo de la editorial Tusquets.
Entre la documentación cedida por la fundadora hay desde una amplia correspondencia con Milan Kundera a mecanuscritos originales corregidos a mano de Gabriel García Márquez –el ‘Relato de un naufrago’, por ejemplo– y Mario Vargas Llosa, o la colección completa de textos enviados, luego corregidos y finalmente publicados, de Almudena Grandes. Fue también muy conocido el polémico forcejeo que sostuvieron el Gobierno y la Generalitat por el archivo de la agente literaria Carmen Balcells, que finalmente fue adquirido por el Ministerio de Cultura a través de un acuerdo firmado en 2015.
«En el caso específico de Anagrama, lo que nos gustaría, desde luego, es que nuestro archivo esté en la casa y que forme parte del patrimonio de la editorial. Pero deben existir, desde luego, instituciones capaces de reunir los distintos archivos ya no sólo de editoriales, también de traductores, autores y otro tipo de creadores...», plantea Silvia Sesé,
El peso del Estado
Sin duda, el peso del Estado francés en la defensa del libro ha sido uno de los aspectos más visibles de su política cultural y así lo demuestran sus principales proyectos. Según María Lynch, uno de los rasgos del IMEC es que, además de la consulta para la investigación académica, tiene capacidad de acercarse al gran público. «En el centro están los cuadernos, la correspondencia, pero también las grabaciones de otros creadores, por ejemplo músicos. Sería interesante promover una iniciativa así en España para no perder todo ese patrimonio. Hay archivos que es evidente que tienen un destino claro, pero hay otros que no siempre se compran, pero que podrían catalogar».
La documentación del proceso de edición de un libro es importante, asegura Gustavo Guerrero. Es un tema apasionante, dice, tanto editor como profesor universitario. «La idea ahora con España es plantear una pregunta a la cámara del libro español, a los editores y universitarios españoles. La edición es uno de los espacios esenciales de la vida cultural. Una España que quiere tener un patrimonio y una memoria debe entender que la edición forma parte de la historia».