Primarias para olvidar
A los críticos y acríticos de Ciudadanos, este proceso, desde su convocatoria exprés a sus resultados, les habrá servido de experiencia para concluir que lo mejor es parar antes de que no les quede partido que tirarse a la cara
La pregunta es: ¿eran necesarias estas primarias? Ciudadanos, partido joven, ha ahondado en la herida por la que se desangra para cumplir lo que dicta su quijotesco estatuto y su veneración a una democracia interna que al final obliga a convocar primarias en pleno puente de la Inmaculada para solventarlas en una semana.
La insensatez de someter al mismísimo vicepresidente de la Junta al escrutinio de los militantes, que apenas ocuparían media entrada del estadio del Atlético Sanluqueño –por no salirnos del hábitat familiar de Juan Marín–, era tan descomunal como innecesaria. Demuestra hasta qué punto la vida interna de los partidos ha entrado en una dinámica demencial ajena al clamor de la calle. ¿Qué hubiera pasado si Marín llega a ser desautorizado? En San Telmo tenían a mano el botón rojo por si había que hacerse un «Ayuso», porque estos inventos no se sabe cómo terminan; o sí, en inestabilidad para quien gobierna. Marín ganó en una clara victoria pírrica tras la que asegura sentirse más apoyado que nunca por los suyos, al menos para olvidar cuanto antes el trance. Y como dicen que la distancia es el olvido se le echó en falta en el último Pleno de la Cámara, por no defender una ley de su competencia el miércoles y ausentarse el jueves.
Estaba en Vejer, donde
Mediaset dará las campanadas que cerrarán un año horrible para los naranja, sobre todo después del fracaso de la operación mociones y la pérdida de Madrid. Hay tanto que olvidar... Por eso, las primarias duelen, porque han aireado que Ciudadanos tiene en Andalucía solo 2.589 afiliados, de los que casi la mitad no han querido participar en esta consulta convocada para reconocer a Marín –el vicepresidente– como mejor candidato a la presidencia de la Junta. A Marín lo han proclamado candidato 823 militantes, unos números más propios de un cabildo de elecciones de una hermandad de gloria aventajada. Por eso la penitencia va por dentro. Sí, es un 58 por ciento de los votos, pero nadie puede negar la debilidad general que transmite sobre el universo de Ciudadanos Andalucía.
Para hacerlo más grotesco, se presentaron hasta nueve candidaturas, entre las que cabe destacar las de cuatro eufóricos de la «fiesta de la democracia» que han sacado entre 4 y 2 votos y que, por tanto, deberían revisar de inmediato sus agendas de amistades. Esto es lo que
se ha visto, porque sottovoce en los dos días de campaña hubo un trasiego de grabaciones y filtraciones para descalificar a contrarios, a la moda del audio de Marín que desató la crisis de los presupuestos. Ya ni interesan. Al menos, a críticos y acríticos les habrá servido la experiencia para concluir que lo mejor es parar antes de que no les quede partido que tirarse a la cara.
Estas primarias han sido un esperpento que oscurece los brillos de un partido que propició el histórico cambio de gobierno en Andalucía, que tiene 21 diputados y consejeros de solvencia y gestión reconocida. Marín ha sabido tener cohesionado a su grupo de consejeros pero eso no quiere decir que entre ellos no haya críticos con buen tino que reclaman un urgente cambio de estrategia. Ciudadanos es ahora como una bodega familiar –no nos salimos del marco de Sanlúcar- que guarda buena solera (‘liberal’ podría llamarse el caldo) pero es incapaz de proyectarse en el mercado, de modo que se hace presa fácil de las grandes multinacionales. Urgen cambios en la estructura orgánica y contratar a un equipo de mercadotecnia que saque partido al patrimonio que hicieron en poco tiempo los discípulos de Albert. Tienen discurso y clientela como la opción moderada frente a Vox para cuantos no quieran votar al PP. Tienen el «cambio», pero se empeñan en fagocitar a sus líderes. Y lo peor: no saben gestionar el viento de cola. Pasó en Cataluña y Cronos apremia en Andalucía.