El tabernón político
Íbamos para democracia adulta. Pero somos la España del ‘Sálvame’
EL clima de pandemia no es sólo el turismo expansivo de Ómicron, sino el tabernón político, que no cesa. En esta semana se han tirado de los pelos verbales Pablo Casado y Nadia Calviño, y casi colocamos a Bárbara Rey en el Senado, a darnos una conferencia de morbo de su tiempo secreto de vedete efébica, de Suecaza de Murcia. Nos daría una luz de alivio, que es como decir un oxígeno de prosperidad, que la política española no tuviera en sus cátedras mayores de discrepancia a Macarena Olona y Pablo Echenique, que son vates de pedrada, y no de frase. No es que hayamos perdido la elocuencia, en los políticos, sino los modales, que es un ajuar cívico que va quedando sólo para aristocracia de convencimiento, las cajeras de Navidad, y los homosexuales de lectura, con o sin gimnasio. Escribo en sábado, pero en un sábado que tiene la nada del domingo, y lo que aprecio es eso mismo, una nada de domingo, e incluso un domingo de nada, que incluye el desperezo de una pandemia, unas farmacias sin test de antígenos, el cabreo del personal ante el turrón de aforo que se nos viene, y hasta Isabel Díaz Ayuso claudicando, porque el bar vuelve a ponerse en peligro. Hay una eternidad del instante, como bien saben los poetas, acuñación donde se explica lo inexplicable: todo está sucediendo en un segundo, desde la tragedia al gozo, desde el adiós al encuentro, y mientras alguien debuta en el beso de amante alguien, en otro recodo del mundo, asiste a la muerte de una novia. Hago este rodeo lírico para atar que en la vida pública, hoy, se ha eternizado un instante único, por repetido, que es la bronca de taberna, el repente palabrón, y el taco, incluso, como martillo mellado de arrojarse a la cabeza no una idea sino un cabreo. No estamos discutiendo sino desahogándonos. No practicamos el diálogo sino la injuria. Y no es este el plan. La alternativa a toda propuesta recibe enseguida un improperio de recreo o bien el anuncio de una demanda en los tribunales. Íbamos para democracia adulta. Pero somos la España del ‘Sálvame’. Más allá o más acá de los platós.