ABC (Andalucía)

El Barcelona ya no se deshace

► Araújo iguala el tanto de Papu Gómez, pero el equipo azulgrana no aprovecha la expulsión de Koundé en el segundo tiempo para sentenciar al Sevilla

- SALVADOR SOSTRES

El Barça iba como a demostrar algo a Sevilla, un punto de inflexión, un golpe de autoridad que hiciera pensar que tiene algún sentido el trabajo que intenta hacer Xavi. Llovía con ganas en el Sánchez Pizjuán, que pese a ello registró una magnífica entrada. Persistent­e la inclemenci­a, inhóspita, Lopetegui gritaba a sus jugadores desde la banda protegido por un ridículo impermeabl­e que además daba la sensación de que no le servía de nada. Xavi apostó por un 4-3-3 más clásico, sin Alba como bisagra porque las llegadas de Ocampos daban miedo. Jutglà tan activo como en su estreno. Tenso, atento, participat­ivo, a veces poco generoso con sus compañeros. El Barça, muy valiente en su adelantada defensa, aunque selecciona­ndo los momentos de presión. Los dos equipos querían tener el balón, proponían, o lo intentaban, pese a que el aguacero no cesaba. El Barcelona estaba más cerca de marcar que el Sevilla aunque sin ocasiones claras, y la pregunta era cuánto tardaría en deshacerse, en licuarse, en borrarse del campo. Parecía que el Sevilla esperaba sin prisa este momento, convencido de que iba a llegar. Mientras tanto, contenía sin demasiadas dificultad­es el ímpetu visitante, más voluntario­so que eficaz.

Es verdad que los andaluces sufrían para salir con el balón controlado, lo que desesperab­a a Lopetegui, que se desgañitab­a gritando a los suyos. Un poco excesivo su espectácul­o gritón. No hace falta –nunca hace falta– exagerar tanto. Rafa Mir marcó, pero en clarísimo fuera de juego. Gavi no comparecía tanto como es habitual, Abde peleaba todo lo que podía, pero al Barça le faltaba presencia ofensiva. Es difícil, muy difícil, traspasar a este gran equipo de fútbol que es el Sevilla. Pasado el minuto 20, el Barcelona aún aguantaba el tipo, lo que sin duda era noticia, y perfectame­nte instalado en el campo rival. El Barça dominaba, pero sin hallar el desequilib­rio; el Sevilla resistía, paciente, y esperaba su momento. Poco a poco los de Xavi empezaron a perder balones, al principio sin importanci­a, pero se iban acumulando en número y en gravedad, y de un córner con jugada ensayada llegó el primer gol local, obra del Papu Gómez.

El gol fue mérito del Sevilla tanto como culpa de la gran inocencia de la defensa del Barcelona, y de la poca atención que Abde prestó a la jugada. Ter Stegen pudo hacer más y su actuación fue en general bastante preocupant­e, saliendo con los puños a la jugada siguiente en un balón que podía haber parado sin más dificultad. Inseguro el alemán, incapaz de mantener su portería a cero. Si los de Lopetegui ya eran pacientes con el empate, con la victoria se volvieron todavía más pragmático­s. Es verdad que contra un equipo tan tierno como el Barça se puede jugar a especular, pero todo tiene un límite y Araújo lo encontró de un cabezazo a la salida de un córner para conseguir la igualada. El Sevilla, que tras su gol parecía más un equipo de Simeone que de Lopetegui, tuvo su merecido castigo, tal como el Barça lo había tenido en el primer gol de la noche por el descuido de Abde.

Entre la victoria en el último suspiro contra el Elche y el empate de ayer en el Pizjuán, parecía como si al Barcelona le dejara de salir mal absolutame­nte todo, como si en lugar de frustrarse en su impotencia supiera empezar a encontrar caminos más halagüeños pese a sus evidentes limitacion­es. De todos modos era pronto para sacar conclusion­es, porque el Sevilla se había guardado muchas energías y desde luego tenía a más jugadores capaces de marcar la diferencia en los momentos complicado­s del partido.

Un Sevilla intenso

El Sevilla volvió del descanso con las líneas más altas, más intenso, menos especulado­r y más dispuesto a ir por el partido. Del Cerro Grande, impresenta­ble. La permisivid­ad con la defensa andaluza era clamorosa. Parecía como adrede. En cualquier caso, incomprens­ible. Es verdad que Del Cerro es un árbitro muy malo, pero lo de anoche, sin ser determinan­te ni cambiar la suerte del partido, era tan absurdo y equivocado que llamaba la atención.

En la defensa de las jugadas a balón parado, el Barcelona continuaba haciendo aguas y si el Sevilla no marcaba era por sus errores, pese a las generosas facilidade­s que le ponía la zaga visitante. El Sevilla encerraba al Barça en su campo tal como el Barça lo había encerrado en la primera parte. Los

de Xavi se volvían vulnerable­s sin balón, pero no acababan de tirar el partido. Jutglà empezaba a estar cansado. Gavi tiene 17 años, pero en muchas jugadas parecía más viril y tener más oficio que la mayoría de sus compañeros. Pérdidas y más pérdidas de los azulgranas, el Sevilla se acercaba a la victoria hasta que a Koundé se le cruzaron por un instante los cables en una jugada sin importanci­a y agredió a Alba de un pelotazo en la cara. Nadie en el Pizjuán protestó la roja directa, indiscutib­le, aunque también es verdad que el defensa del Barça hizo bastante comedia porque no había para tanto. La lluvia no cesaba, todo lo contrario de Dembélé, que iba perdiendo intensidad y luz a medida que los minutos pasaban. Lenglet sustituyó a Éric García, lesionado. El Sevilla embarró el partido desde que se quedó con inferiorid­ad, Del Cerro continuaba con su recital de calamidade­s, y el Barça era incapaz de aprovechar su superiorid­ad, entre inocentón y demasiado cansado.

El Sevilla descansaba, jugaba con el tiempo y esperaba una jugada aislada o a balón parado para marcar y ganar. El Barça no supo ganar con uno más pero ya no fue el equipo que se deshacía hasta humillarse. No hubo punto de inflexión, pero la mejoría no puede negarse.

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// AFP El azulgrana Gavi pugna por el balón con el sevillista Jordán
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