‘El Curso’: el martirio físico y mental que forja al ‘boina verde’
ABC accede en Jaca a la fase crítica del adiestramiento de los 28 ‘supervivientes’ de la 66ª promoción de Operaciones Especiales: «El alumno ni sabe en qué hora ni día está»
En una de las paredes de la Escuela Militar de Montaña y Operaciones Especiales de Jaca (Huesca) se encuentra uno de los principios que guían a los ‘boinas verdes’ del Ejército. Está impreso sobre una gran bandera española y junto al emblema del machete y dos ramas de roble: «España necesita hombres capaces de hacer... /... hacer lo que haya que hacer».
Es en esta ‘U’ del cuartel formada por dos barracones –uno de comedor y otro de literas con sus taquillas– donde se moldea espiritualmente al futuro guerrillero español para que entienda la máxima: «La misión lo es todo», tal y como explica el comandante Mapache, nombre guerrillero del actual jefe del curso de Operaciones Especiales, con experiencia en Afganistán e Irak.
Aclara que no tienen pretensiones de ser ni héroes ni mejores que otros compañeros en otras unidades de las Fuerzas Armadas. «Aquí simplemente se adiestra para que los militares salgan con unas capacidades determinadas. Ni mejores ni peores. Simplemente diferentes para cumplir las misiones encomendadas».
Camuflados: son números
Nada más llegar hay una primera consigna para los periodistas: sin imágenes de primeros planos de los aspirantes a ‘boina verde’, sin revelar identidades: «Aquí somos nombres en clave y ellos para nosotros son sólo números», se nos advierte antes de dejarnos acceder a una de las lúgubres instalaciones donde tiene lugar esa tarde la prueba de liberación de grilletes y bridas.
Durante horas los alumnos ponen en práctica diversas técnicas para liberarse. «Pueden utilizar todo lo que esté a su alcance». Ello en un entorno parecido al típico secuestro de un combatiente en entorno hostil. «No enseñamos escapismo ni a ser ‘houdinis’, deben aplicar unas técnicas por las cuales nos podemos liberar de esposas, bridas o cuerdas. Las entrenamos y las ponemos en práctica», explica Mapache.
El aprendizaje aquí lo es todo. No es cuestión de hacerse el ‘Rambo’.
Por cierto, una de esas pruebas de liberación incluye ser arrojado a una piscina con el agua semicongelada. Es diciembre en Jaca, recordémoslo. «El entorno acuático es importante», se nos advierte. Los alumnos cuentan con seis uniformes durante ‘El Curso’. Hay un secadero para los mismos.
Como si una prueba de selección natural se tratase, en este cuartel y el circundante Pirineo aragonés se moldea a los aspirantes a formar parte de las tres unidades de operaciones especiales de las Fuerzas Armadas: el Mando de Operaciones Especiales del Ejército de Tierra (MOE), la Fuerza de Guerra Naval Especial de la Armada (FGNE) y el Escuadrón de Zapadores Paracaidistas del Ejército del Aire (Ezapac).
¿Y cómo llegan hasta aquí? Una vez pasada la formación inicial en la Academia correspondiente (Tierra, Armada o Aire), el militar es destinado a una unidad donde, si lo decide, puede presentarse a las exigentes pruebas físicas que dan acceso al ‘Curso’. Es el primer cribado. Si las supera, formará parte durante diez meses de este camino de «autoexigencia» –así define al ‘Curso’ el comandante Mapache–
que le podría permitir ser uno de los elegidos para calarse la ‘boina verde’. Pero no todos llegan.
En la actual 66ª promoción del curso de oficiales ingresaron de inicio 53 militares, todos hombres. Hubo dos mujeres que intentaron pasar las pruebas físicas preliminares, pero no las superaron. A fecha de 17 de diciembre, sólo
28 continuaban en la senda del martirio físico y mental del ‘Curso’: 22 del Ejército de Tierra, tres de la Armada, uno del Aire, uno de la Guardia Civil y otro militar del Ejército de Chile, que realiza la formación en virtud de un acuerdo bilateral con ese país iberoamericano. Las bajas pueden ser causadas por una lesión o problema familiar grave
(en este caso podría reengancharse en el futuro), porque el propio aspirante llega a la conclusión de que este tipo de unidad y de vida no es para él realmente o porque se le invita a abandonar al no tener las condiciones apropiadas después de una serie de evaluaciones.
En las instalaciones de la Escuela Militar de Jaca hay otra máxima para estos aspirantes a ‘boina verde’: «Se va corriendo todo el día. Desde el punto A al punto B, desde el primer al último día».
Los diez meses que dura ‘El Curso’ tuvieron «una fase crucial para la selección final» del 7 al 19 de diciembre con el temido ITC (así nombrado por sus iniciales es ya una leyenda dentro de las Fuerzas Armadas españolas): es la Instrucción Táctica de Combate. A uno de esos días fue invitado ABC.
«Durante estos días rompemos los ritmos circadianos. El alumno ni sabe en qué hora ni en qué día está. Si es hora de desayunar, comer o cenar. Solo el sol o la noche le pueden dar pistas. El sueño es mínimo, también jugamos con la alimentación para conseguirlo», advierten. «La clave es que estas mismas circunstancias se pueden dar ahí afuera durante una misión. Ya sea en Irak, Afganistán, Malí o donde se designe».
El ‘conguito’
El objetivo es llevar al alumno al límite de sus miedos. Física y mentalmente. Se realizan una serie de pruebas que también les enseña –como se martillea a modo de lema motivador– que «el trabajo en equipo hace la fuerza»... «con la patrulla sois todo, sin la patrulla no sois nada». El ‘conguito’ es una de esas pruebas.
—¿El ‘conguito’?, preguntamos.
—¿Ves esas chapas situadas en el suelo?, son entradas a un entramado de túneles estrechos y oscuros que deben atravesar según las instrucciones dadas. En el camino, de horas, pueden pasar claustrofobia, hambre, sueño, soledad, frío...
Se nos invita a pasar aunque, ciertamente, desistimos pues apenas cabemos. La oscuridad impera en ese pequeño submundo de la Escuela Militar de Jaca.
La piscina, la subida y bajada a una gran red con el fusil y los 35 kilos de equipamiento al hombro, el combate cuerpo a cuerpo, la puerta para hacer prácticas de golpe, el pórtico donde se encuentra la simulación de un helicóptero para hacer prácticas, tratamiento de explosivos o la prueba de agresividad son algunas de las lecciones que reciben estos aspirantes durante el ITC.
—¿La prueba de agresividad?, preguntamos.
—Son combates de boxeo, con guantes y un protector bucal. Sin casco protector. Se les pide ser agresivos, reaccionar con determinación. Suele ser una prueba donde todo el mundo acaba ensangrentado, explica uno de los profesores. Por cierto, esta prueba del combate de boxeo fue importada en los años 80 del curso de Ranger de Portugal. Allí le llaman la prueba del fantasma, porque no les dejan bajar del ring hasta que uno pierde el conocimiento.
Carrera inesperada
4.50 de la mañana. Sábado 18 de diciembre. En el barracón de literas del ‘Curso’ algo está pasando. De repente música de ‘rock&roll’ a todo volumen invita a pensar que ya es hora de levantarse. Suena una canción llamada «Lone Star» (Estrella Solitaria).
En menos de quince minutos los 28 alumnos supervivientes de este año deben formar con su equipo incluido para subir al Fuerte de Rapitán en una carrera que harán en menos de 30 minutos. Esta subida fue final de etapa en la Vuelta Ciclista a España en 2012.
La dureza es evidente, pero todos los que participan superan la prueba. A algunos, con lesiones o por precaución, se les impidió hacerla aunque se mostraron prestos. Ya tuvieron el día anterior una marcha aún más dura en patrulla por las montañas. Están ya muy tocados y no se trata de romperlos. «La auténtica dureza del curso es el programa semanal, no una prueba puntual».
¿Y tras el ITC? Tendrán unos días de descanso en casa. Es Navidad. Pero volverán para afrontar la otra cima del curso. Diez días de supervivencia en un corredor de campo que deben atravesar. Hay una parte estática muy dura, precedida por una marcha y un trato de prisioneros al final... no siempre en este orden. Junto a la ITC es la cima del curso: «Selección, selección y selección».
Son los futuros ‘boinas verdes’ del Ejército. Cada vez más demandados en los escenarios donde ha desplegado recientemente el Ejército: Irak, Afganistán, Malí... y otros que se ignoran: «Sé parco en palabras, que los hechos hablen por ti», reza su lema.
El comandante Mapache se despide con una última obsesión: «Por favor, que no salgan sus caras. Algún día pueden estar en misión».