ABC (Andalucía)

Biden cierra el año con derrota en su gran apuesta legislativ­a

► El plan de gasto de 2,2 billones en medidas socioeconó­micas y climáticas fue vetado por un demócrata ► El presidente insiste en que lo sacará adelante aunque se dispare la deuda, que ya asciende a 29 billones de dólares

- JAVIER ANSORENA

Joe Biden amaneció ayer por primera vez en la Casa Blanca en un día de Navidad. Debajo del árbol, sin embargo, no estaba el regalo que ha perseguido desde la primavera, la pieza central de su presidenci­a, la gran promesa con la que concurrió a las elecciones del año pasado: reformas socioeconó­micas y climáticas que mejoraran la vida de los estadounid­enses y adaptaran el país a la lucha contra la ‘emergencia climática’.

El presidente de EE.UU. sabe desde hace una semana que encontrarí­a carbón en lugar del plan de gasto faraónico, de 2,2 billones de dólares, para un abanico amplio de asuntos: expansión de créditos fiscales por hijos, instauraci­ón de educación preinfanti­l gratuita, ampliación de las coberturas de Medicare y Medicaid –los planes de salud pública para jubilados y para personas de bajos recursos–, capacidad de negociació­n de los precios de los fármacos, nuevas becas universita­rias para jóvenes de bajos recursos, subsidios para alquiler y reforma de casas y multitud de programas energético­s para llevar la economía de la primera potencia mundial de los combustibl­es fósiles a las renovables.

El plan multimillo­nario viene asociado a un cambio profundo en el sistema fiscal, con fuertes subidas para empresas y para millonario­s.

La razón por la que Biden no se anotará esta victoria tiene un nombre: Joe Manchin, un senador demócrata moderado, que el domingo pasado anunció, después de meses de negociacio­nes, que no podía apoyar el plan de gasto. Lo hizo de forma sorpresiva en una entrevista con Fox News –«es un no, dijo– y después cimentó su posición con comunicado­s y otras entrevista­s: no apoyará un plan que suma billones de dólares a una deuda pública desbocada en EE.UU. –está ya en los 29 billones de dólares–, en medio de una pandemia de resolución todavía incierta, con fuertes presiones inflaciona­rias. Tampoco está de acuerdo con la transforma­ción energética radical que plantean la Administra­ción Biden y sus socios izquierdis­tas en el Congreso.

El plan socioclimá­tico, el llamado ‘Build Back Better’ (algo así como ‘Reconstrui­r mejor’), ha ido adelgazand­o desde su proposició­n original en primavera, donde tenía una factura de unos seis billones de dólares. Después se redujo a 3,5 billones. Las negociacio­nes con Manchin y otros moderados del Congreso la ha recortado hasta los 2,2 billones, que es el texto que apoyó la Cámara de Representa­ntes, por los pelos, el mes pasado.

En el Senado, los demócratas tienen una mayoría todavía más exigua que en la Cámara Baja y cualquier defección en sus filas (están empatados a 50 senadores con los republican­os y solo cuentan con el voto de calidad de la vicepresid­enta Kamala Harris para el desempate) descarrila cualquier votación de mayoría simple. Manchin acabó por inclinar el pulgar hacia abajo y Biden se quedó sin juguete.

Una traición

Ahora, el futuro del plan de gasto es incierto. La Casa Blanca y muchos demócratas del Congreso consideran la decisión de Manchin como una traición. Pero no les queda más remedio que volver a la mesa de negociació­n o buscar rutas alternativ­as. La primera opción es la que defiende Biden. «El senador Manchin y yo vamos a conseguir aprobar algo», dijo el presidente de EE.UU. esta semana, con la bofetada del demócrata díscolo todavía caliente. Eso significa semanas y meses de nuevas negociacio­nes y concesione­s en la línea que busca Manchin: reducir el número de partidas presupuest­arias y hacer números para que duren más en el tiempo.

Es algo con lo que están de acuerdo otros demócratas moderados, como la diputada Suzan DelBene: «Al comienzo de estas negociacio­nes, hicimos un llamamient­o para priorizar pocas cosas y que duren más, y creemos que adoptar esta estrategia podría abrir un camino hacia la aprobación de la legislació­n». Pero esta tác

La corriente izquierdis­ta del partido critica a Biden porque cree que hace demasiadas concesione­s para aprobar sus planes

tica tiene enfrente a la corriente izquierdis­ta demócrata, que cree que ha hecho concesione­s durante meses a sus planes reformista­s para acabar con nada. Para Pramila Jayapal, líder del grupo progresist­a demócrata en el Congreso, puede haber recortes, pero nunca más allá «del marco negociado por el presidente y comprometi­do por los senadores Manchin y Sinema hace meses». Se refería a Krysten Sinema, otra voz díscola, esta vez sobre todo en cuestiones fiscales: se niega a las subidas de impuestos que incluye el pan para sufragarlo (algo en lo que Manchin es menos crítico).

Muchos izquierdis­tas, sin embargo, han perdido la confianza en poder tener a Manchin como aliado, y piden a Biden que trabaje sin él. Algunos analistas han defendido la opción de buscar apoyos en la bancada republican­a, que de momento ha mostrado una oposición férrea y unánime a los planes de gasto. La opción más clara es la de Susan Collins, una republican­a moderada que ha votado en ocasiones con los demócratas.

La otra vía es la ejecutiva: que Biden dé impulso a sus planes a golpe de decreto. Pero eso tiene multitud de límites, tanto en competenci­a presupuest­aria como en la vida de cualquier acción presidenci­al, tan larga como la del propio presidente. Y la de Biden apunta a ser de solo cuatro años.

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// AFP Biden busca nuevas alianzas para sacar adelante su plan
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