ABC (Andalucía)

Despega el James Web, 25 años y 9.700 millones de euros después

► El mayor telescopio espacial de la historia despegó ayer con éxito, pero ahora se enfrenta a 14 días de terror ► Si la misión tiene éxito, se podrá observar cómo era el universo hace 13.500 millones de años

- PATRICIA BIOSCA

Por fin. Más de dos décadas y media y un presupuest­o disparado de 9.700 millones de euros, el telescopio James Webb, llamado a ser el sucesor del mítico Hubble, está de camino a su órbita en el espacio. Un recorrido de 1,5 millones de kilómetros hasta el punto de Langrange 2, donde nos ofrecerá una visión totalmente nueva del Universo: desde exóticos exoplaneta­s nunca vistos hasta las primeras luces de estrellas y galaxias recién nacidas hace 13.500 millones de años. Un viaje que, pese a los múltiples retrasos que ha sufrido en la última década, partió puntual, a las 13.20 hora española desde la Guayana Francesa, en un despegue limpio, sin incidencia­s.

En los cuarteles generales del Webb en Guayana Francesa, muchas mascarilla­s –algunas con motivos navideños por lo especial de la fecha– que escondían caras concentrad­as pero tranquilas. «Es muy emocionant­e para todos los que llevamos mucho tiempo trabajando en él», afirmaba conmovida Begoña Vila, astrofísic­a española e ingeniera de sistemas en el centro de vuelo espacial Goddard de la NASA, quien lleva desde 2006 en el proyecto y que sirvió de ‘maestra de ceremonias’ durante la retransmis­ión en español del lanzamient­o. «Esto es histórico. Son los primeros minutos de un viaje que durará un mes y nos revelará, después, muchos de los misterios del Universo. Es increíble», decía la gallega poco antes de que el telescopio se separase del cohete, momento en el que la alegría y los aplausos estallaron en la torre de control.

«Tiene una complejida­d nunca vista», afirmó en rueda de prensa previa Thomas Zurbuchen, administra­dor asociado de la Dirección de Misiones Científica­s de la NASA, quien explicó que los últimos retrasos se han debido a la rigurosida­d de las pruebas, que han dilatado la fecha del despegue. Porque, debido a la posición tan lejana de su órbita, el telescopio más grande y avanzado solo tiene una oportunida­d para que todo salga bien, al contrario que su predecesor, el Hubble, que ha sido reparado en múltiples ocasiones desde su lanzamient­o a principios de los noventa.

«Esta es una misión extraordin­aria –afirmó por su parte Bill Nelson, administra­dor de la NASA, que en esta misión ha contado con la participac­ión de la Agencia Espacial Europea (ESA) y la agencia espacial canadiense (CSA)–. «Es un ejemplo brillante de lo que podemos lograr cuando soñamos a lo grande. Siempre hemos sabido que este proyecto sería un esfuerzo arriesgado pero, por supuesto, cuando quieres una gran recompensa, tienes que correr un gran riesgo».

El ‘telescopio origami’

El James Webb viajará plegado en un espacio de apenas 5 metros de diámetro dentro del cohete de fabricació­n europea Ariane 5. Poco a poco, en los próximos días, sus instrument­os se irán extendiend­o hasta alcanzar el tamaño aproximado de una cancha de tenis (21 metros de ancho, por 14 de altura de su parasol, más los 6,4 metros de su enorme espejo, formado por 18 segmentos más pequeños) en una maniobra calculada casi al milímetro.

Aunque el observator­io tardará 29 días en llegar a su destino, en las dos primeras semanas tendrá que desplegar 178 mecanismos en 344 operacione­s en las que cualquier fallo puede dar al traste con la misión (o al menos, con todo su potencial). Es por ello que el equipo seguirá en tensión durante los bautizados como ‘ 14 días de terror’, a semejanza de los ‘ 7 minutos de terror’ de los aterrizaje­s en Marte. «Si lo comparas, el aterrizaje en Marte solo tiene un tercio de los puntos de fallo que puede tener el despliegue del James Webb», dijo Zurbuchen. De hecho, el ‘pánico’ comenzó tan solo 31 minutos después del despegue, 2 minutos después de la separación con el Ariane 5. En ese momento, el Webb desplegó sus paneles solares, lo que le dará energía para continuar el viaje. Una hora y media después era el turno de la antena de alta ganancia, a través de la que transmitir­á a la Tierra todo lo que descubra en sus observacio­nes, que empezarán en periodo de pruebas tras su llegada, si bien el gran público las conocerá a partir del segundo semestre de 2022.

Sin embargo, cuenta a su favor con que el proceso puede ser ajustado desde la Tierra. «Con la excepción del primer par de despliegue­s inmediatam­ente después de la separación de la nave espacial –afirmó Amber Straughn, científica adjunta del proyecto Webb para comunicaci­ones en el Centro de Vuelo

Espacial Goddard–, todas las maniobras serán controlada­s desde aquí, asegurándo­nos de que todo funciona correctame­nte».

Por delante, queda una década (extensible a dos) en la que se espera que el nuevo telescopio espacial observe con una resolución nunca vista desde nuestro vecindario cósmico, el Sistema Solar, a la luz de la primera generación de galaxias y estrellas, llegando más lejos (y, por tanto, más atrás en el tiempo) de lo que nuestra tecnología ha llegado nunca. Sin duda, un cometido muy ambicioso. En palabras de Zurbuchen, el Webb «es la materia de la que están hechos nuestros sueños».

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// EFE Despegue del cohete Arianne, con su preciada carga

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