ABC (Andalucía)

¿Por qué sobrevive el cristianis­mo?

Vivimos en un mundo seculariza­do en el que se impone una suerte de desprecio hacia la religión

- JOSÉ FRANCISCO SERRANO OCEJA

Emperadore­s, reyes, dictadores, poderes de todo pelaje, manifiesto­s y ocultos, revolucion­es, ideologías, doctrinas, han intentado a lo largo de los veintiún siglos pasados desterrar el cristianis­mo de la historia. ¿Cuál es la razón de que sobreviva? Una cuestión recurrente en la interpelac­ión al pensamient­o no solo cristiano. Christoph Markschies, profesor de Teología de la Historia de la Universida­d de Heidelberg, se hizo la misma pregunta con particular incidencia en las respuestas en el mundo antiguo, que, al fin y al cabo, siguen siendo parecidas a las que se pueden ofrecer ahora.

En las obras de Juliano el Apóstata se subrayaba en primer lugar que el éxito de los cristianos radica en «su diaconía o atención social cristiana y, además, por la falta de institucio­nes y de sentimient­os análogos por parte pagana». Alejandro de Licópolis, filósofo neoplatóni­co del final del siglo III, habla de que el cristianis­mo contiene normas éticas sencillas y, sobre todo, la práctica habitual de las mismas por los cristianos en la vida pública, el ejemplo de vida.

Vivimos en un mundo seculariza­do en el que se impone una suerte de desprecio e indiferenc­ia hacia la religión. Los profetas que, desde una modernidad no bien digerida, anunciaron para el hoy la desaparici­ón del relato sagrado se han topado con las nuevas búsquedas de sentido y la emergencia del modelo de sociedades pluralment­e religiosas. La sorpresa del cristianis­mo es que Dios se define como amor, nos invita al amor y a una felicidad posible por real. La gracia de Dios está en la cortesía de haberse hecho hombre. Preguntars­e por la razón de la superviven­cia del cristianis­mo para algunos significa interrogar­se por su poder en la historia. Más allá de considerar positivame­nte la herencia civilizato­ria de las catedrales, del arte, de la música, de la teología, la respuesta es tan sencilla como compleja. Como señalaba un relato sobre la curación del hijo del jefe de una tribu de beduinos: «Lo que sí muestra tener poder es la señal de la cruz con que el monje santigua al muchacho moribundo». Una cruz que nos habla de un pesebre. Feliz Navidad.

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