¿Por qué sobrevive el cristianismo?
Vivimos en un mundo secularizado en el que se impone una suerte de desprecio hacia la religión
Emperadores, reyes, dictadores, poderes de todo pelaje, manifiestos y ocultos, revoluciones, ideologías, doctrinas, han intentado a lo largo de los veintiún siglos pasados desterrar el cristianismo de la historia. ¿Cuál es la razón de que sobreviva? Una cuestión recurrente en la interpelación al pensamiento no solo cristiano. Christoph Markschies, profesor de Teología de la Historia de la Universidad de Heidelberg, se hizo la misma pregunta con particular incidencia en las respuestas en el mundo antiguo, que, al fin y al cabo, siguen siendo parecidas a las que se pueden ofrecer ahora.
En las obras de Juliano el Apóstata se subrayaba en primer lugar que el éxito de los cristianos radica en «su diaconía o atención social cristiana y, además, por la falta de instituciones y de sentimientos análogos por parte pagana». Alejandro de Licópolis, filósofo neoplatónico del final del siglo III, habla de que el cristianismo contiene normas éticas sencillas y, sobre todo, la práctica habitual de las mismas por los cristianos en la vida pública, el ejemplo de vida.
Vivimos en un mundo secularizado en el que se impone una suerte de desprecio e indiferencia hacia la religión. Los profetas que, desde una modernidad no bien digerida, anunciaron para el hoy la desaparición del relato sagrado se han topado con las nuevas búsquedas de sentido y la emergencia del modelo de sociedades pluralmente religiosas. La sorpresa del cristianismo es que Dios se define como amor, nos invita al amor y a una felicidad posible por real. La gracia de Dios está en la cortesía de haberse hecho hombre. Preguntarse por la razón de la supervivencia del cristianismo para algunos significa interrogarse por su poder en la historia. Más allá de considerar positivamente la herencia civilizatoria de las catedrales, del arte, de la música, de la teología, la respuesta es tan sencilla como compleja. Como señalaba un relato sobre la curación del hijo del jefe de una tribu de beduinos: «Lo que sí muestra tener poder es la señal de la cruz con que el monje santigua al muchacho moribundo». Una cruz que nos habla de un pesebre. Feliz Navidad.