¿Felices fiestas?
Al nuevo año, le han apeado el adjetivo de ‘próspero’ que se le añadía. Y es que nadie las tiene consigo ante 2022
ESPERO estén de acuerdo conmigo en que estas son una navidades raras. Habrá quien las califique de distintas y quien las tache de horrorosas, pero la idea es la misma. El virus ha puesto todo manga por hombro y ya nada es como antes, cuando la pregunta era: ¿dónde vas estas fiestas? Y había que estar preparado para recibir las respuestas más extravagantes: una isla del Pacífico de la que nunca habías oído hablar, la Amazonía o la Gran Muralla, ya que la moda era cuanto más lejos mejor. La gente sigue con ganas de viajar pero la respuesta es «al pueblo, a ver a mis padres o abuelos, que hace mucho que no los veo». Nos hemos hecho más circunspectos y familiares, como si el covid nos hubiese quitado aquellos aires de dominadores de la naturaleza. En cuanto al nuevo año, el adjetivo de ‘próspero’ que se le añadía ha desaparecido por completo. Y es que nadie las tiene consigo ante 2022.
Empezando por las fuerzas sociales que han logrado ponerse de acuerdo sobre un asunto que hacía sacar las navajas: la reforma laboral. Además, muy civilizadamente. Los sindicatos venían advirtiendo que con menos de revocar la de Rajoy no pasaban. Pero han tenido que contentarse con la reforma de sus puntos más extremos, y aceptar el más importante: que en los acuerdos de salarios prevalecerá el convenio del sector sobre el de la empresa, ya que un pequeño taller no tiene el músculo ni los recursos de una fábrica o multinacional. Seguro que influyó que Bruselas advirtiese que la reforma de Rajoy sacó a España del pozo del paro. En cualquier caso, ha sido una muestra de consenso, desaparecido de nuestra política, como si hubieran adivinado que el Rey iba a pedirlo en su mensaje navideño.
Aunque poco duran mucho hoy las buenas noticias y a ese acuerdo le ha salido otro grano en el trasero: PNV y Bildu advierten que «como la economía vasca tiene peculiaridades» no apoyarán dicha reforma si no se da a aquel Gobierno voz y voto en tales contratos. O sea, lo de siempre: esos u otros privilegios. Por fortuna, hay noticias más venturosas. Como la salida del ‘James Weeb’, el nuevo telescopio espacial para un viaje de ciencia-ficción, ya que a diferencia del Hubble, que apenas llega a los confines de nuestra galaxia, éste alcanza los del universo. Misión conjunta de Estados Unidos, Europa y Canadá, dispone de la tecnología más avanzada y se tiene la esperanza de que pueda captar la formidable explosión que lo produjo, de la que aún quedan ecos. Antes de ella sólo había oscuridad y billones de partículas en trayectoria errática. El ‘James Weeb’ debe mostrarnos cómo se unieron en átomos, moléculas, seres inertes y vivos, hasta crear el universo en que vivimos. Por el camino, nos irá diciendo si hay algún planeta donde podamos mudarnos si somos tan estúpidos como para hacer inhabitable el nuestro. Aunque el último, el verdadero misterio quedará sin descifrar: ¿quién creó esas partículas?