Celebren cuanto puedan
Frente a quienes a todo le dan una vuelta política, se impone en Navidad una sanísima heterodoxia
COMO cada Navidad en este rincón de la Península, algunos estrechitos de mente hacen alarde de tradiciones propias. Básicamente, se trata de dejar muy claro que en Cataluña no hay, o no había, costumbre de celebrar la Nochebuena y sí en cambio la comida de Navidad del día 25 –el día fuerte de las fiestas por aquí, para entendernos–, así como la del día siguiente, la de Sant Esteve, lo que también es común en otras latitudes europeas para gran alborozo de quienes se creen más de ‘nord enllà’ que de España para acá.
Esta peculiaridad catalana, con todo, ha dado paso en los últimos años a un proceder más flexible, menos vinculado al hecho religioso –esto es innegable en una Cataluña a la cabeza de las comunidades más secularizadas–, y sí en cambio mucho más útil para adaptarse a las nuevas circunstancias pandémicas y sociales, con sus separaciones, reencuentros y demás avatares de las ‘modern families’. En la mayoría de hogares, sean de ocho apellidos catalanes o sean de mezcolanza –los más–, la nueva tradición viene a ser celebrarlo todo, mandando al rincón de la amargura a quienes únicamente por militancia política deciden que esto de la Nochebuena no es cosa nuestra y reservan todo el cava para la comida del 25. Son los mismos, para entendernos, que cuando a un niño le cae un diente invocan al ‘hada de los dientes’ –como se hace en varios países de Europa– y no al ‘ratoncito Pérez’, ese españolazo.
Frente a quienes a todo le dan una vuelta política se impone de forma masiva una sanísima heterodoxia en la que, si a uno le viene bien, todo tiene cabida. Otro tanto sucede, aunque aquí ya no hay tuétano político, con los puristas que se niegan a que los Reyes Magos compartan protagonismo con el intruso Papá Noel, una tradición importada, sí, de regusto más bien comercialote, de acuerdo, pero que da más posibilidades para ampliar el ritual de los regalos y la ilusión infantil. Súmenle en Cataluña la costumbre de hacer cagar el Tió. No se amarguen. Festejen como y cuanto puedan. En casa lo celebramos todo, hasta las PCR.