Muere Desmond Tutu, símbolo de la lucha contra el apartheid
▶ Fue Nobel de la Paz, pero también se dejó utilizar por el independentismo vasco y catalán
Desde Barack Obama a la Reina de Inglaterra, destacadas figuras mundiales lamentaban ayer la muerte del arzobispo anglicano Desmond Tutu, considerado un referente en la lucha contra el apartheid en Sudáfrica y galardonado por ello en 1984 con el Premio Nobel de la Paz.
Tutu falleció de forma apacible este domingo a los 90 años de edad, según informaron a la agencia France Press (Afp) personas de su entorno más próximo. Diagnosticado de cáncer de próstata en 1997, hacía tiempo que no hablaba en público, aunque últimamente se le pudo ver ir a vacunarse contra el Covid-19 o asistir a una ceremonia religiosa con motivo de su nonagésimo cumpleaños. Deja una viuda, Mama Leah, y cuatro hijos.
Hace cinco años, al cumplir 85, afirmaba que no quería que se le mantuviera con vida a cualquier precio. «Los moribundos deben tener el derecho a elegir cómo y cuándo abandonan la Madre Tierra –escribía en una tribuna publicada en ‘The Washington Post’–. Creo que, junto a los maravillosos cuidados paliativos que existen, entre sus opciones debe estar la de una muerte asistida digna».
Como líder religioso, lideró marchas pacíficas contra la segregación racial en Sudáfrica y reclamó sanciones contra el régimen de Pretoria, una labor por la que se le concedió el Nobel de la Paz nueve años antes de que lo recibieran conjuntamente el líder de la lucha antirracista Nelson Mandela, amigo de Tutu, y el presidente sudafricano que acabó con el apartheid, Frederik de Klerk, fallecido precisamente el pasado 11 de noviembre. Al contrario que Madiba, que permaneció encarcelado a lo largo de 27 años, Tutu no llegó a entrar en prisión gracias a su condición de religioso.
Comisión de la Verdad
Tras el fin del régimen racista y la llegada al poder en 1994 de Mandela, el carismático arzobispo se convirtió en presidente de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación que buscaba la reconciliación entre los habitantes de un país dividido durante décadas. Eso no le impidió criticar con dureza a los gobiernos del Congreso Nacional Africano (ANC), el partido de Mandela, así como denunciar la corrupción y deficiencias en aspectos sociales como la lucha contra el sida.
Su aura como defensor de los derechos humanos le convirtió en un personaje del que diferentes causas buscaron aprovecharse. En este sentido, se prestó a los intereses de los independentistas vascos y catalanes tras ser captado con la concesión de premios que llevaban aparejados importantes remuneraciones. El Gobierno de Juan José Ibarretxe le otorgó en 2008 el Premio René Cassin de Derechos Humanos, dotado con más de 15.000 euros, por su lucha «constante» contra la discriminación racial. El propio Ibarretxe se lo comunicó en un viaje a Ciudad del Cabo. En el encuentro, Tutu correspondió garantizando al lendakari que llevaría el «conflicto vasco» al llamado Grupo de Ancianos, del que formaban parte Mandela, el expresidente de EE.UU. Jimmy Carter y el ex secretario general de la ONU Kofi Annan.
Más adelante, en 2014, se unió a la campaña para pedir la liberación del exlíder de Batasuna Arnaldo Otegi, entonces en prisión tras ser condenado por tratar de reconstruir el brazo político de ETA y calificó de «presos políticos» a los «más de 500» etarras encarcelados. Otegi, hoy líder de EH Bildu, le dio ayer las gracias a través de Twitter.
La Generalitat de Cataluña, bajo la presidencia de Artur Mas, también premió a Desmond Tutu. En este caso se trató del Premio Internacional Cataluña de 2014, dotado con 80.000 euros. Tras recibirlo, pidió al Gobierno español «escuchar» las «ansias de independencia» de «la mayoría» de los catalanes y, aunque se mostraba partidario del consenso, consideró que una declaración unilateral de independencia sería la «segunda mejor opción».
Tres años después, en 2017, se adhirió a un manifiesto impulsado por Òmnium Cultural en apoyo del referéndum ilegal que se celebraría en octubre de ese año.