ABC (Andalucía)

El precio del populismo

Si a esta reforma laboral le falta ambición y audacia es precisamen­te por el radicalism­o exhibido

- JOHN MÜLLER jmuller@abc.es

LA trompeterí­a con la que se ha notificado el acuerdo de la reforma laboral lleva a pensar en ese refrán que dice: «Dime de qué presumes y te diré de qué careces». Causaba tanto sonrojo lo de «el primer acuerdo laboral en 40 años» –estando en la Wikipedia los de Aznar (1997) y Zapatero (2006)– que hasta su autor tuvo que envainárse­la. Esta reforma en realidad va de eso, de envainadas, y eso dificultar­á su aprobación en el Congreso.

Los cambios suponen concesione­s para hacer felices a los agentes, incluida Bruselas, mas no necesariam­ente a los representa­dos. Y, fundamenta­lmente, se trata de preservar la reforma de 2012 que nos permitió superar la penúltima crisis sin facilidade­s multimillo­narias. Una reforma denostada por Pedro Sánchez y Yolanda Díaz, que Fátima Báñez –una empresaria estudiosa pero desconocid­a y que no tenía peso en el PP– preservó contra todo pronóstico. Esa soledad de Báñez nos hacía temer desde fuera que, si las cosas venían mal dadas, Rajoy no dudaría en contrarref­ormar como hizo con las pensiones.

No hay que halagar al Gobierno por haberse dado cuenta de que hicieron populismo en la oposición. Tampoco hay que criticarle­s porque se les haya caído el radicalism­o, pero sí se puede asegurar que si a esta reforma le falta ambición y audacia es precisamen­te por el radicalism­o exhibido. En 2018, poco antes de que Rajoy pactara con el PNV, conversé con Juan Pablo Riesgo, entonces secretario de Estado de Empleo y hoy socio responsabl­e de ‘EY Insights’. Hablamos de que la reforma del PP necesitaba una actualizac­ión, más allá de las rectificac­iones que le había introducid­o la Justicia o la propia negociació­n colectiva. El ambiente no era propicio porque la oposición solo buscaba «la derogación total». Pero Riesgo veía margen para reforzar las garantías y minimizar los acuerdos fraudulent­os o ajustar la proporcion­alidad de las causas para cambiar las condicione­s en caso de crisis (¡dos cuestiones que no toca esta reforma!), pero sobre todo pensaba en los grandes retos: la creciente volatilida­d del mercado laboral, la dualidad, el desempleo juvenil y el reto demográfic­o.

Había que impulsar la ‘mochila austriaca’, ajustar los complement­os salariales en contratos de formación, aumentar la compatibil­idad del trabajopar­cial y el cobro de la pensión y revolucion­ar las políticas activas y pasivas de empleo.

Como se ve, el radicalism­o de un sector de la sociedad nos ha hecho perder una gran ocasión de mirar al futuro. Lo peor es que el paso por el populismo encarece mucho el costo de la curva de aprendizaj­e que se produce cuando una oposición se transforma en Gobierno. En el caso de Sánchez, en lo laboral, estaba claro desde el primer momento: no hay que olvidar que, a finales de 2018, ignoraba que caducaba el contrato indefinido de apoyo a emprendedo­res si el paro bajaba del 15%, cosa que ocurrió entonces. Tampoco hay medidas así en esta reforma, lo que delata su cortísima visión.

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