ABC (Andalucía)

«A menudo echo de menos hasta el olor, pero esto tenía que acabar»

La sismóloga ha informado a diario para todo el planeta la evolución del volcán

- // JOSÉ BRINGAS

María José Blanco sale de la oficina que el Instituto Geográfico Nacional (IGN) tiene en Tajuya, donde está el famoso mirador en el que miles de personas (y muchos medios) se agolpaban a ver el volcán. Se detiene y mira al volcán con una mezcla de nostalgia y felicidad. Se siente rara. No hay olor, no hay sismos, no hay colada incandesce­nte... El volcán que fue una ‘fiera’ durante 85 días ahora se muestra sumiso, humeando tímidament­e. «A veces echo de menos hasta el olor pero esto tenía que acabar, ha hecho mucho daño». Cuando se le pregunta qué siente al verlo tan silencioso, tan calmado, no duda en encontrar la respuesta: «Tranquilid­ad».

Sin embargo, ella sigue con una energía enorme en el cuerpo, como la que tuvo el volcán todo este tiempo y le cuesta quedarse quieta. Recibe a ABC, y al ver tantas pantallas encendidas (una que muestra lo que ve una cámara térmica, otra que mide las deformacio­nes de la superficie del suelo) parece que sigue vigilando el volcán (que también) pero en realidad confiesa que se puso a limpiar y a quitar ceniza. «Es que tengo que hacer algo, tengo mucha energía encima», dice. Relata que todavía, cada mañana, lo primero que hace de forma inconscien­te es levantarse y mirar la página del IGN para ver las novedades y se dice a sí misma: «¿Qué haces María José?, ¡si no hay deformacio­nes!».

Esta madrileña que lleva años en las islas, es una apasionada de la Geofísica y, sobre todo, de los terremotos. Su tesis se centró en la tomografía sísmica, «algo así, como hacerle un TAC a un sismo», ejemplific­a. Reconoce que si bien esto es su pasión pesa siempre más la parte emocional y la implicació­n que estos puedan tener sobre las personas. «Los fenómenos naturales son espectacul­ares, y este volcán lo fue, pero pesa siempre más la parte humana».

Satisfacci­ón

Cuando estalló la erupción, el pasado 19 de septiembre, ella estaba haciendo la maleta para ir a la Palma. «Lo primero que pensé fue: ¡cómo no estoy ahí ya!». También le sorprendió que el volcán explotara tan cerca del sitio donde ellos habían calculado, al este de Las Manchas. «Puede que la población no lo percibiera así, pero a nivel científico ha habido mucha precisión». Llegada a la isla, Blanco sabía que vendrían días duros: apenas ha dormido, ha trabajaLa responsabl­e del Instituto Geográfico Nacional en Canarias do sábados, domingos y festivos, al principio hasta perdió el apetito pero su balance es positivo. «Siento una satisfacci­ón enorme, porque pudimos darle a la sociedad palmera una respuesta adecuada. Una sociedad que ha sufrido por

que el volcán entró en erupción en una zona poblada». Blanco es humilde y habla siempre en plural, del trabajo en equipo y pese a haber sido la cara del volcán, junto a su compañera del IGN, Carmen López, señala que las cosas salieron bien por la experienci­a acumulada. «Aprendimos mucho todo este tiempo. Vivimos también la erupción de El Hierro, en octubre de 2011, aunque este fue distinto. La erupción fue submarina, así que no había destrucció­n a su paso, como con este». Blanco deja la entrevista para seguir trabajando, habla de otros volcanes con sus compañeras y, también le queda tiempo para ordenar la oficina ante la visita prevista para hoy del presidente.

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