En el centro del mundo
La ermita enclavada en el Cañón del Río Lobos alberga los símbolos de los templarios que la construyeron en el siglo XIII
Dice la mitología griega que Zeus hizo volar dos águilas que se encontraron en el centro del mundo. Allí dejó una piedra llamada omphalos sobre la que se construyó el templo de Delfos. Hay una versión hispánica medieval del mito que encarna la iglesia de San Bartolomé de Ucero, situada en el bello paraje del Cañón del Río Lobos (Soria). Esta ermita fue construida en un románico tardío a principios del siglo XIII. Casi con toda seguridad formaba parte de un complejo levantado por los templarios en el que ya había un monasterio, como acredita una bula de 1170 del Papa Alejandro III. Al extinguirse la orden en 1312, pasó al obispado de Burgo de Osma tras una serie de disputas sobre la propiedad. Hay numerosos elementos que apuntan a la simbología de aquellos monjes soldados que plasmaban su fe en la piedra.
La mayor singularidad de San Bartolomé es que está situada a una exacta equidistancia del cabo de Creus en Gerona y de Finisterre en La Coruña. Si se traza una línea de norte a sur que pase por esta iglesia, la Península queda divida en dos mitades. Al cruzar ambas líneas orientadas a los cuatro puntos cardinales, resulta una cruz templaria. Puede ser una coincidencia, pero muy llamativa.
Dice la tradición que el Apóstol Santiago saltó con su caballo desde lo alto del cañón. Al caer, los cascos de su montura dejaron sus huellas sobre la roca caliza. La espada se le cayó al Santo y fue allí donde se levantó la ermita de San Bartolomé, lugar de enlace de los peregrinos que acudían al Camino Francés.
De lo que no cabe duda es que el templo, de planta de cruz latina, fue edificado por los Hijos del Maestro Santiago, una cofradía de constructores franceses. De ello da fe el crismón del ábside que dejó la marca del gremio en un relieve en el que aparecen ocho brazos dentro de un recuadro con las letras alfa y omega. Otro elemento que refuerza su origen templario es que este santo era uno de los preferidos de la orden. Se dice que este mártir y apóstol fue desollado vivo, lo que se vincula a la piel que muda de la serpiente, signo de los saberes ocultos en la Edad Media.
La iglesia tiene en sus muros rosetones con estrellas invertidas de cinco puntas que al cruzarse configuran un pentágono, lo que en el simbolismo de la cultura árabe significa el conocimiento de Dios. Otra referencia esotérica en este lugar, enclavado en un parque natural con buitres, águilas, cernícalos, milanos y otras aves que se pueden observar desde los senderos y los bosques que lo recorren.
San Bartolomé alberga sobre la portada de acceso diez canecillos cuya interpretación sigue siendo controvertida. Uno representa la letra H, que en la cultura templaria es una alusión al templo de Salomón. Hay también una cabeza de lobo, uno de los símbolos de los canteros y referencia al nombre del cañón. Y un barril que podría representar la alquimia y los conocimientos iniciáticos de la orden.
Uno de los capiteles de la entrada tiene grabada la Cruz de las Ocho Beatitudes, que representa las ocho virtudes, entre las que figuran la espiritualidad, la misericordia, el arrepentimiento de los pecados y la limpieza de corazón. La fachada pregótica se abre al lado sur del templo e incluye seis sugerentes arquivoltas o molduras concéntricas sobre la puerta, sustentadas en seis estilizados fustes, un elemento que presta solemnidad al conjunto. En cualquier caso, la iglesia templaria es uno de los muchos atractivos que ofrece el Cañón del Río Lobos, cuyos farallones de piedra caliza se elevan con majestuosidad sobre el valle excavado durante cientos de miles de años por el curso del agua. Un lugar tal vez poco conocido de esa España mágica que tantos secretos guarda.
La mayor singularidad de la iglesia de San Bartolomé es que está situada a una exacta equidistancia del cabo de Creus y de Finisterre