El derecho a la indiferencia
Que cada uno haga lo que le plazca siempre que no perjudique a los demás
CAROLINE Fourest es una periodista de ‘Charlie Hebdo’, ensayista, feminista y cineasta que ha acuñado un nuevo concepto: el derecho a la indiferencia. Frente a las filosofías identitarias que ha abrazado la izquierda, esta mujer de 46 años defiende el derecho a que cada uno sea como quiera ser. No a tener un trato de favor por ser negro, homosexual o musulmán, no a estar protegido por tener una determinada identidad, sino a poder elegir la propia vida y que los demás respeten las opciones individuales.
En una entrevista en ‘El País’, declaraba anteayer: «Tengo el derecho en convertirme en quien quiera, tú no me lo puedes impedir por mi apariencia, mi sexo o mi religión. Consiste en reclamar el derecho a la individualidad más allá de los prejuicios. Ese horizonte no pone a nadie a competir con nadie».
La tesis de Fourest es una enmienda a la totalidad del discurso de la izquierda desde hace varias décadas, basado en la noción de que el Estado tiene que proteger a las minorías por el hecho de serlo. Esta idea, aparentemente razonable, lleva a la práctica a discriminar a los iguales respecto a los diferentes.
Sin ir más lejos, es tan obvio como escandaloso el trato de favor a los nacionalistas en este país, que han fabricado imaginarios agravios para lograr una mayor financiación y exigir unos derechos que están por encima de los de los demás. Por ejemplo, su reivindicación para imponer la lengua en la educación, la cultura y la Administración. ¿Es que acaso la población no independentista tiene menos derechos que ellos?
El triunfo de quienes defienden la diferencia es haber impuesto un pensamiento único a los demás, obligados a comulgar con los estereotipos que el buenismo biempensante les concede para ajustarse a lo políticamente correcto y evitar la confrontación con quien se arroga una superioridad moral por pertenecer a una minoría.
A lo que los seres humanos deben aspirar, como sostiene Fourest, no es a que los diferentes sean protegidos por el Estado, sino a que los poderes públicos creen condiciones de igualdad y de no discriminación que permitan ejercer el derecho a vivir como cada uno quiera.
En el fondo, estamos hablando de los ideales de la Ilustración de igualdad, libertad y fraternidad para todos los hombres. Y también de la importancia de la tolerancia en la convivencia, una noción muy querida para Voltaire. Este filósofo subrayaba que, aunque desaprobase ciertas opiniones, siempre defendería la prerrogativa de expresarlas con entera libertad. Eso hoy es imposible.
Las ideologías identitarias han roto esa igualdad básica de todos los hombres y han segmentado a la población en categorías. Hay que reivindicar el derecho a la indiferencia, o sea, que cada uno haga lo que le plazca siempre que no perjudique a los demás.