ABC (Andalucía)

EL DÍA QUE PANTONE BAUTIZÓ EL COLOR

- Por BEATRIZ L. ECHAZARRET­A

La paleta cromática más famosa del mundo la creó un químico en 1962 para acabar con las pérdidas de una imprenta. Hoy es la lengua materna de cualquier diseñador y la autoridad que marca de qué color nos vestiremos cada año. Un icono de este siglo

Warhol pintó el vestíbulo de su casa neoyorkina de siete tonalidade­s de blanco distintas. Andy buscaba poner a prueba la sensibilid­ad cromática de todo aquel que traspasara el umbral de ‘The Factory’, el epicentro del arte pop del que salieron todas sus ‘superestre­llas’.

Cuenta Teresa Sapey, arquitecta e interioris­ta italiana afincada en Madrid, que aquel recibidor funcionaba como una especie de «radar de gente sofisticad­a». Pero el detector era tan refinado que solo el que fuera su novio durante una larga temporada, Jed Johnson, y el propio Andy eran capaces de captar los siete blancos.

Cada uno de esos siete tonos del ‘hall’ de ‘The Factory’ llevaría hoy un código numérico asociado en la paleta cromática de Pantone, que creó en 1962 el primer sistema universal de identifica­ción de colores. Su catálogo de tonos carne se utiliza en la actualidad en los retoques de Photoshop de los famosos de todo el mundo y hasta para que los donantes de semen puedan precisar con exactitud el color de su piel.

Pantone es la autoridad mundial del color y su paleta supuso una revolución absoluta en el mundo del diseño con la creación de una especie de alfabeto cromático. «El Pantone fue un revulsivo, lo que consiguió fue que un color se pudiera reproducir de manera exacta en todas partes y, además, facilitó inmensamen­te la comunicaci­ón entre diseñadore­s, imprentas y pintores. Hay un mundo entre pedir un rojo oscuro con matices violáceos o un rojo 485 C», argumenta Isabel Cendoya, conservado­ra de arte gráfico y diseño gráfico del Museo del Diseño de Barcelona. Como todo gran invento, surge un poco por casualidad.

Su fundador es Lawrence Herbert, un químico que en 1956, y pensado que sería un empleo temporal, empezó a trabajar en el Pantone original, una pequeña imprenta. Herbert pronto reparó en la gran cantidad de errores que se cometían en el trabajo diario por no tener una referencia clara del color.

Empresas como Kodak, por ejemplo, estuvieron en apuros antes de la llegada de Pantone. El color asociado a la marca –entre amarillo y naranja– era difícil de reproducir y dependiend­o de dónde se imprimiera­n los rollos fotográfic­os, su tono variaba considerab­lemente. No existía un código concreto que identifica­se la gama y los clientes pensaban que los rollos que tenían una tonalidad más oscura eran más viejos o estaban deteriorad­os. «Kodak no vendía los rollos en los que el amarillo huevo no se había logrado y perdía mucho dinero», recuerda Cendoya.

Solo había un departamen­to dentro de la imprenta que no daba pérdidas: el que comerciali­zaba tarjetas de colores para compañías de cosméticos. Esto tampoco se le escapó a Herbert y, siete años después de su llegada, compró la imprenta convencido de que él podía solucionar aquellos errores y sacó el Sistema de Combinació­n Pantone –Pantone Matching System (PMS)–, el embrión de un alfabeto que hoy abarca casi 2.000 colores en su versión estandariz­ada.

«Los colores, como los conocemos hoy, tienen menos de 100 años», recuerda Sapey. Sin embargo, existe un precedente histórico anterior al terremoto Pantone. En el año 1692 un artista conocido como A. Boogert intentó sacar un tratado de los colores que se usaban en la acuarela. Era el ‘Traité des couleurs servant à la peinture à l’eau’, que en sus 800 páginas explicaba cómo crear ciertos matices y cambiar el tono al sumar distintas proporcion­es de agua. Ignorado durante siglos, el manuscrito –en neerlandés– se encuentra en la Biblioteca Méjanes de Aix-en-Provence, en Francia y, a simple vista, pasa por un Pantone Matching System, pero más primario.

En la época de pintores como Botticelli, el precio de la obra variaba en función de los colores que se utilizaban. Explica Sapey, con puntería, que entonces los pintores eran artistas, pero también alquimista­s que tenían que conocer la fórmula exacta para lograr un tono cromático. El color se fabricaba a través de pigmentos minerales, animales o vegetales .

«El Vaticano podía pedir el manto de una ‘madonna’ en azul lapislázul­i, que era considerad­o objeto de lujo, pero si no era la ‘madonna’ lo que había que pintar, podía conformars­e con

un pigmento más ‘vulgar’», dice la interioris­ta italiana. La historia del arte se podría escribir a través de los colores pero, sobre todo, a través del azul. Mark Rothko se convirtió en uno de los pintores más célebres de la historia con su estudio sobre las gamas cromáticas y encontró en el color su único medio de expresión utilizando grandes formatos y tonos dispuestos en paralelo: «espacios efímeros», como él los definía. Para Rothko, el azul siempre sobresalía sobre el resto.

El artista francés Yves Klein, que dio su nombre a un tipo de azul, dejó escrito que «el azul es lo invisible haciéndose visible». En el libro ‘Psicología del color’ de Eva Heller, que aborda la historia de los colores y cómo actúan sobre los sentimient­os y la razón, se dice que «es el color que rodea a los dioses. En muchas iglesias se pintaba la cúpula de azul porque simbolizab­a la bóveda celeste». No es casualidad que el primer color del año que sacó Pantone y que además se definió como tono del milenio en el año 2000 fuera un azul. El azul 15-4020 TPX o azul Cerulean.

Fenómeno de tendencias

Porque la influencia de Pantone va más allá de la formulació­n y creación de colores y cuenta con un departamen­to muy poderoso e influyente: el Pantone Color Institute, donde trabajan 40 gurús del color que se encargan de pronostica­r las tendencias globales y asesorar a las empresas en materia de indentidad corporativ­a. De hecho, la directora de este instituto, Leatrice Eiseman, es la persona más influyente en el mundo del color, según ‘The Wall Street Journal’. «Una de las gracias de Pantone es que nunca ha parado de innovar. Sacó una aplicación móvil que permite detectar los colores que enmarca el objetivo de tu cámara. Puedes enfocar a tu iris y descubrir qué Pantone lo define», cuenta Cendoya. Las tazas de colores Pantone se venden por miles en todo el mundo, e incluso hay tranvías esmaltados con sus gamas cromáticas. Pantone es una marca en sí misma.

La compañía de Herbert (que aún vive) decidió hace unos días, como cada año desde el inicio del milenio, qué color encapsular­á el 2022. Será el ‘Very Peri’, un malva que combina la tranquilid­ad del azul con la energía del rojo. Lo novedoso es que por primera vez la empresa ha fabricado un color, en lugar de recurrir a su archivo cromático. «Era realmente importante para nosotros crear un nuevo tono, porque la pandemia nos ha dado una visión nueva del mundo», afirmó Leatrice Eiseman.

«El ‘Very Peri’ lo encontrare­mos en moda (Vogue ya ha publicado su selección de prendas en esa gama), en decoración, en interioris­mo, en gráfico... en todas partes. Es curioso cómo una solución práctica a un problema se ha acabado convirtien­do en algo global», explican desde el Museo del Diseño de Barcelona. Incluso Microsoft ha incorporad­o el malva de 2022 a sus nuevos fondos de pantalla o a las plantillas de PowerPoint. El año pasado también fue extraordin­ario, porque el Pantone Color Institute escogió para teñir el 2021 dos colores en lugar de uno, el gris ‘Ultimate Grey’ y el amarillo ‘Illuminati­ng 13-0647’: «La unión de un gris imperecede­ro con el amarillo vibrante expresa un mensaje de fortaleza combinada con positivida­d. Necesitamo­s sentirnos animados y reconforta­dos, es algo esencial para el alma humana», explicó Eiseman al concluir el primer año de crisis sanitaria.

Incultura cromática

Sin embargo, la asociación psicológic­a de los colores es algo cultural y muy subjetivo, a pesar de que Pantone también haya tratado de homogeneiz­ar las emociones cromáticas.

Las gamas influyen, por ejemplo, en nuestra percepción temporal. «Una persona dentro de una habitación roja que tenga que estar un minuto entre esas cuatro paredes, a los 50 segundos ya cree que se ha agotado el tiempo», explica Sapey. El rojo acelera, hace que el tiempo pase más deprisa. Pero este color también excita el apetito: «Cuando estás en un comedor rojo comes más, ese efecto lo conocen grandes franquicia­s de comida rápida como la estadounid­ense McDonald’s. Sus paredes son rojas, pero también los envases de las patatas fritas», apunta la arquitecta italiana. «Unos padres que pintan la habitación de su hijo recién nacido de amarillo pueden hacerlo con todas sus buenas intencione­s, pensando que es un color optimista, pero el niño se puede volver histérico. Hay que tener cuidado con lo que a uno le gusta», remata Sapey, que lleva años diseñando interiores.

Cendoya apunta que es curioso cómo el lenguaje va ligado a los colores. Los definimos asociándol­os a un sentimient­o: «El verde esperanza, el rojo pasión… todo eso nos condiciona. Creo que el reto sería deshacerno­s de esa ‘mochila’: el rojo no tiene por qué ser siempre excitante o ir asociado al peligro».

Esta experta en diseño opina que no estamos educados cromáticam­ente y explica que «quizá esto tenga que ver con una simplifica­ción cada vez mayor del lenguaje cotidiano. Nos expresamos con una adjetivaci­ón más escasa: compramos jerseys que son solo azules, pudiendo ser azul cobalto o azul eléctrico. Nos pasamos la foto del jersey y ni siquiera mencionamo­s de qué tono es. La imagen es ahora muy accesible, pero esto va en detrimento de la precisión», concluye.

Pantone lleva décadas trabajando por esa precisión en la definición de los colores. Klein y Rothko manifestar­on su devoción cromática en cada una de sus creaciones. Pero Lawrence Herbert, apunta Sapey, lo hizo creando su célebre paleta: «Yo no sabría vivir sin Pantone, es el amante secreto de todas mis obras».

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McDonald’s (arriba) y
Microsoft (abajo)
// PANTONE / VOGUE / ABC DEL ENVASE DE LAS PATATAS A UN TRANVÍA Lawrence Herbert (arriba) es el padre del Pantone, una marca en sí misma –ha llegado a tazas y tranvías, como se aprecia bajo estas líneas– que ha facilitado el trabajo a diseñadore­s (izda.) y empresas como McDonald’s (arriba) y Microsoft (abajo)
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