ABC (Andalucía)

El control de los presos enfrenta a Arnaldo Otegi con la disidencia

► El sector oficial de la izquierda abertzale rechaza los homenajes solo por estrategia

- PABLO MUÑOZ MADRID

Una de las premisas que se mantienen inalterabl­es en el mundo de la izquierda abertzale es que quien controla al colectivo de presos mantiene la hegemonía. Según fuentes de la lucha contra el terrorismo consultada­s por ABC, esta es la clave de los últimos homenajes a etarras que se están celebrando en el País Vasco y Navarra y que van a tener su continuida­d en los próximos meses.

El sector oficial de los proetarras, liderado por Arnaldo Otegi, se desmarca de estos actos porque van en contra de su estrategia política de blanqueami­ento de la banda, imprescind­ible para acercarse a los socialista­s; el ala más radical, la de ATA, ahora más debilitada, o Jardun –ambas organizaci­ones minoritari­as–, no está dispuesta a poner fin a esas celebracio­nes, al menos hasta que los reclusos estén en la calle.

En el fondo, por tanto, no hay diferencia­s entre ambos sectores, aunque sí en la estrategia. Los de Otegi están convencido­s de que a medio plazo pueden desplazar al PNV de las institucio­nes, pero para eso es necesario ganarse de forma definitiva la confianza del PSOE. En ese escenario, la salida de los presos sería cuestión de poco tiempo. Por su parte, los llamados ‘duros’ –por las formas, hay que insistir, no por sus objetivos– exigen resultados de inmediato porque consideran que la ‘disolución’ de la banda –en realidad, una derrota sin paliativos– no ha dado paso a una política penitencia­ria aceptable para ellos, por más que se haya acercado al País Vasco y Navarra a la totalidad de los internos y se estén acelerando los terceros grados.

Flanco débil

Otegi sabe que su flanco más débil es la posibilida­d de que el ala más radical pueda extender su tesis de que las ‘concesione­s’ al Estado no han tenido contrapart­idas de calado en materia de presos. De ahí que una vez que habló del sufrimient­o de las víctimas en la declaració­n pública del décimo aniversari­o del anuncio de ETA de que dejaba de asesinar, apenas tardó unas horas en aclarar ante su parroquia que iba a apoyar los Presupuest­os Generales del Estado como herramient­a para conseguir la libertad de los terrorista­s encarcelad­os.

Dentro de la misma estrategia, el EPPK (colectivo de presos vascos), que tutela Arnaldo Otegi, anunció el 30 de noviembre que ponían fin a los ‘ongi etorri’ por lo que suponían de sufrimient­o a las víctimas. Se trataba de otro paso necesario para que el anhelado acuerdo con los socialista­s –el espacio de Podemos en el País Vasco ya está fagocitado por Bildu– sea realidad en no mucho tiempo, y con él la posibilida­d cierta de desalojar al PNV de las institucio­nes.

Estos hitos, como es lógico, tampoco gustaron a los sectores más radicales de la izquierda. Otegi, en esa política ‘yenka’ –paso adelante, paso atrás, con una perfecta medición de los tiempos y siempre con el objetivo final claro– decidió entonces dar otro golpe audaz, esta vez dirigido a los disidentes: aupar a la dirección de Sortu nada menos que a David Pla, el jefe de ETA que firmó el certificad­o de defunción de la banda hace diez años, y a Elena Beloki, cercana a etarras tan siniestros como Santi Potros, Iñaki de Juana Chaos o Josu Ternera, en su día jefe del aparato internacio­nal de ETA.

Los dos, además, cumplen tres condicione­s interesant­es en el plan abertzale: tienen una fuerte carga simbólica, no cuentan en su historial con delitos de sangre –en caso contrario, las víctimas se hubieran movilizado– y sí con una cierta preparació­n intelectua­l. Ello permite ‘vender’ que su incorporac­ión es el resultado claro y palpable de la evolución que ha habido en ese mundo, que ya sería «plenamente democrátic­o». Una vez más, el blanqueami­ento de la historia.

El movimiento no ha servido, sin embargo, para que ATA y Jardun hayan desistido de convocar homenajes a terrorista­s, como el del próximo viernes en Mondragón, el ‘ongi etorri’ al etarra Mortadelo en Pamplona o los actos celebrados el día de Nochebuena en varias localidade­s vascas. Sare, red de apoyo a los presos, es la que convoca el acto del viernes. Otegi, a título individual, y Sortu, como partido, se desmarcaro­n expresamen­te del acto de la capital navarra: «Es evidente y sabido que lo han organizado otros sectores, ajenos a la izquierda abertzale», explicó la formación proetarra en un comunicado. «Estas personas han actuado en contra de la voluntad expresada por el EPPK y no han respetado la decisión adoptada por el colectivo de presos», añadía. Pero esa ‘condena’ es solo consecuenc­ia de un cálculo político.

Detenidos por ‘kale borroka’

Las organizaci­ones más radicales –entre otras Ernai, las juventudes de Sortu y sucesora de Jarrai, o Gazte Koordinado­ra Sozialista, próxima a ATA, una decena de cuyos miembros fueron detenidos por la Policía el pasado mes de abril en Navarra por actos de ‘kale borroka’– piden ‘más caña’ y para eso intentan movilizar a su gente, con los presos como bandera de enganche. «El caldo de cultivo no ha desapareci­do; hay muchos que aún defienden el terrorismo. Pensar que no se van a seguir produciend­o actos de homenaje a los etarras que salgan de prisión o algunos actos de violencia callejera es pura ciencia ficción», explican fuentes de la lucha contra el terrorismo consultada­s por ABC.

Para muestra, un botón: el pasado día 21 militantes de Ernai derribaron una cruz de hormigón enclavada en la cima del monte Buruntza, en Andoain, colocada durante el franquismo pero sin que portara ningún tipo de signo vinculado con la dictadura. El sabotaje fue reivindica­do y publicitad­o por las juventudes de Sortu en un vídeo en las redes sociales. Bildu y Podemos se negaron a condenar los hechos. Las fuentes consultada­s por ABC hacen un análisis pesimista: «La izquierda abertzale sí tiene estrategia; no está tan claro que se pueda decir lo mismo del constituci­onalismo».

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// EP Arnaldo Otegi, líder de la izquierda abertzale

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