Voluntariado en familia: valores de padres a hijos
►El programa de la ONG NadieSolo propone compartir los sábados un rato de ocio con niños con discapacidad
Yolanda, su marido y sus tres hijos adolescentes de 12, 14 y 17 años dejan aparcados todos sus quehaceres y acuden a casa de Sofía, una niña con discapacidad, a recogerla para pasar un rato de ocio compartido, según el plan trazado para ellos por la ONG NadieSolo (Fundación Desarrollo y Asistencia). En la última jornada formaron parte de la Cabalgata de la Ilusión compuesta por familias y pajes de los Reyes Magos para entregarle el juguete a esta pequeña, que padece hidrocefalia. Es el tercer año que participan en el programa pensado para hacer voluntariado en familia. Se trata «de aprender haciendo juntos, no de que te lo cuenten», explica Isabel Antúnez, directora general de la entidad.
La organización lleva en marcha más de 20 años enfocando su actividad a personas que sufren distintos tipos de soledad no deseada. «Empezamos con acompañamiento de personas enfermas, luego seguimos con mayores que estaban solos y que no tenían con quién compartir conversación y lo siguiente fue enfocarlo hacia los niños con discapacidad intelectual», apunta esta experta.
Los niños, prosigue Antúnez,
«tienen menos autonomía y más dificultad para relacionarse, y tener amigos les resulta más difícil. Si encima de esa vulnerabilidad que les da la discapacidad intelectual coincide con que el menor ha nacido en el seno de una familia con pocos recursos, todo se multiplica». El planteamiento del programa es que estos pequeños, añade, «puedan acceder a un ocio inclusivo, un derecho que es de todos. Qué mejor forma que compartirlo con chavales de edades parecidas».
Para facilitar ese tipo de entretenimiento se seleccionan familias voluntarias «que tengan hijos de edades parecidas a los menores seleccionados por el programa y que puedan incorporar a ese niño con discapacidad a su propia familia», indica. Nosotros les facilitamos ese ocio. Puede consistir en ir todos a un parque, participar en una gincana organizada, ir a la bolera, si conseguimos
SELECCIÓN DE
LOS PARTICIPANTES
Una de las múltiples vías que utiliza la ONG para buscar menores benefeciarios es acudir a los centros de educación especial. A las familias voluntarias las encuentran en los colegios de sus hijos // ABC fondos van a la granja escuela… El objetivo, en definitiva, es compartir el sábado juntos y que los pequeños con discapacidad disfruten de un ratito de ocio inclusivo en un entorno no forzado. Es extraordinario». «Se muestran libres, felices y sienten que los hijos de la
familia voluntaria son sus “amigos” y por un rato interactúan con sus iguales y olvidan sus dificultades para relacionarse. Es brutal».
Tiempo de respiro
Las bondades del programa son numerosas, asegura Antúnez. «Es muy habitual que estos niños pertenezcan a familias desestructuradas, por lo que ese tiempo supone un momento de respiro para los cuidadores. Pueden descansar, o ir a trabajar con tranquilidad… y su fin de semana también se hace más corto. Para estos padres es fundamental, pero para quien realmente tiene beneficios –advierte–, es para la familia usuaria, que no tiene que contar a sus hijos qué es la solidaridad, sino que lo viven en primera persona». «Lo que haces en familia tiene un valor especial aunque a veces no se reconoce a corto plazo. Es una educación que se produce gota a gota, pero lo que un hijo aprende bajo el paraguas de sus padres luego acaba proyectándolo hacia otras personas».
Beneficios
Así lo corrobora Yolanda, madre voluntaria: «Les sirve para aprender a valorar lo que tienen, su propio entorno... Saben que ese día no tienen partido de fútbol, ni ballet, tienen otro plan con el que aprenden a tratar a personas con capacidades distintas». «Cuando eran más pequeños la implicación era más fácil. Según van creciendo hay que planificarlo y avisarles de que tal sábado hay voluntariado para que no hagan ningún plan por su cuenta. Lo más complicado a veces es compaginarlo con sus actividades deportivas, pero intentamos que no ocurra y si coincide, prima el compromiso con el voluntariado. Hemos notado que nuestros hijos se sienten cada día más a gusto, van normalizando diferentes situaciones y teniendo en cuenta que esto le puede tocar a cualquiera». «Aporta más de lo que pensamos. Al principio te remueve, pero reconforta mucho más», reconoce esta madre. «Hay un padre voluntario muy gracioso que dice que esto no supone ningún esfuerzo, al contrario, que es una ayuda para educar a sus hijos», apostilla Antúnez.